Lleida desde el aire
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Lleida desde el aire

Por Sergi Reboredo


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La demarcación de Lleida esconde parajes y aldeas de gran belleza visual más allá de los espacios naturales y los iconos monumentales más populares. Desde las tierras áridas y mediterráneas de las comarcas más meridionales hasta el románico más reconocido del Pirineo ribagorzano. Un reportaje que nos redescubre nuestros encantos a vista de pájaro, una mirada siempre sugerente.

 

Empezamos la visita por su capital, Lleida, y por la catedral más emblemática: la Seu Vella. La primera piedra de este templo se colocó en 1203 sobre los cimientos de una antigua mezquita, a pesar de que hicieron falta 200 años más para concluir la construcción. El resultado fue una de las edificaciones más representativas de la arquitectura catalana del siglo XIII y, por lo tanto, de la arquitectura medieval europea. Si subís los 238 escalones del campanario disfrutaréis del premio: poder contemplar las mejores vistas panorámicas del skyline de la ciudad. 

 

De la comarca del Segrià seguimos hacia el Pla d'Urgell, donde encontramos el Estany d'Ivars i Vila-sana, una laguna endorreica que actualmente se llena de las aguas del canal de Urgell. A pesar de que no es lo más conocido, es el lago de más superficie de Catalunya, con un perímetro de casi seis kilómetros. Un camino muy plano y cómodo, al cual se puede acceder desde diferentes lugares y que nos permite hacer toda la vuelta al lago. A lo largo del trayecto hay varios puntos de observación situados estratégicamente para poder ver los pájaros –se han registrado más de 220 especies– que han decidido vivir- o hacer parada en sus caminos migratorios anuales.

 

También cuenta con una treintena de especies de mamíferos, como la nutria o los murciélagos, así como zorros, conejos o jabalíes. Bien cerca, en la comarca del Urgell, siguiendo el margen del río Corb, una serpenteante carretera zigzaguea desde Belianes hasta llegar al pueblo de Guimerà.


Entre sus mayores atractivos destacan la arquitectura y el urbanismo medievales del núcleo central de la villa. Un laberinto de callejones que ascienden de forma casi poética del río hasta la iglesia gótica de Santa María o en la torre del castillo, desde donde se puede disfrutar de unas increíbles vistas del paisaje que lo circunvala. 

 

No muy lejos, entre el valle del Corb y la sierra del Tallat, encontramos Vallbona de les Monges, donde hay uno de los monasterios con más historia del país: Santa María de Vallbona. Este cenobio femenino, que todavía mantiene una comunidad de monjas bastante activa, fue fundado hace 850 años y forma parte de la llamada Ruta del Cister, una ruta circular de 105 kilómetros entre este monasterio y los de Poblet y Santas Creus y que se puede recorrer a pie o en bicicleta. 

 

Si seguimos hacia el nordeste, en dirección a la Catalunya central, llegamos a la Segarra para contemplar el pueblo medieval de Montfalcó Murallat, que se encuentra ensartado arriba de una colina ovalada entre el Río Sió y la Riera de Vergós con impresionantes vistas que dominan la comarca de la Segarra en las cuales destacan interminables campos de cereales entrecortados únicamente por algunas áreas boscosas de pinos y encinas, y carreteras trazadas con tiralíneas.

 

 

Montfalcó Murallat


Saltamos de comarca y vamos hacia el noroeste, hacia el Noguera. Montsonís es un pintoresco pueblo medieval de solo 72 habitantes con uno de los castillos más emblemáticos de las tierras de Lleida. La construcción original, sobre la cual se han ido haciendo reformas y ampliaciones a lo largo de mil años, fecha en los alrededores del 1024 por orden del conde de Urgell para proteger las tierras recientemente conquistadas a los musulmanes. La fortaleza ha sido también el telón de fondo y escenario de otras muchas guerras y acontecimientos históricos, como el intento de algunos nobles catalanes de rebelarse contra el rey Juan II, a mediados del siglo XV. 
 

No muy lejos, sobre todo si se va volando, encontramos la ermita de Sant Ermengol. Una capilla románica del siglo XI, sencilla y solitaria, que ha visto imperenne el paso del tiempo, y desde la cual se puede disfrutar de unas increíbles vistas del pantano de Rialb y los campos de cereales limítrofes, sobre todo al atardecer y al amanecer. 


Y ahora sí, ha llegado el momento de girar hacia el norte en busca de los mejores pueblos y paisajes de nuestro Pirineo y Prepirineo, donde una de las experiencias más increíbles la encontramos en Àger, capital mundial del parapente. La zona de vuelo está situada en un lugar privilegiado, en plena sierra del Montsec, una imponente cordillera que separa de manera natural Aragón de Catalunya. Un espacio protegido, con vistas espectaculares que planean entre las paredes verticales del desfiladero de Mont-rebei, que encajona las aguas del Noguera Ribagorçana. 

 

 

Àger


Este desfiladero, que parece cortado con un cuchillo y que tiene una caída vertical de 500 metros, es uno de los parajes más salvajes del Prepirineo catalán. Uno se siente libre como un pájaro cuando vuela en esta zona con un parapente biplaza. La descarga de adrenalina está servida. El otro corte de la sierra es el del Noguera Pallaresa. El paso de Terradets es obligado para acceder al gran Pallars desde la llanura. Una vez superada la sierra, se abre ante nosotros la inmensa cuenca de Tremp. 


Y en este Jussà impresionante, en esta zona de frontera histórica, encontramos el castillo de Mur, situado en un imponente risco a 876 metros de altura, en el extremo norte de la sierra del Montsec. De base triangular, cuando lo observamos desde las alturas, y a causa de su característica forma, da la impresión de ser un barco surcando las montañas. Cómo si en cualquier momento pudiera saltar y navegar por aguas del pantano de Terradets.

 

Si remontamos las aguas del Noguera Pallaresa y superamos los embalses de Sant Antoni y el de Sossís, pasamos por el desfiladero de Collegats y entramos en el Pallars Sobirà. Una comarca que con el tiempo se ha consolidado como un escenario perfecto para las actividades de aventura. El río Noguera Pallaresa es un referente europeo para el descenso de aguas bravas, ya sea con el kayak como haciendo ràfting. Sobre todo, en la primavera y en verano, gracias al deshielo y la retención y gestión que se hace desde las presas superiores, el río se convierte en uno de los más cotizados. 


En lo alto del Sobirà, y ya cerca de Francia y Andorra, hay uno de los lugares más emblemáticos para hacer senderismo: la Pica d’Estats. Con sus 3.148 metros, representa el techo de Catalunya. La ascensión desde el refugio de la Vall Ferrera es la ruta más clásica y menos complicada, aunque sus más de 12 horas de recorrido resulten un arduo sacrificio para los no instruidos en la materia de andar por las montañas. El poeta Cinto Verdaguer, el rostro del cual aparecía en los billetes españoles de 500 pesetas del año 1971, fue uno de los primeros catalanes que coronó esta magnífica atalaya natural en 1883.

 

 

Pica d'Estats


Cruzamos buena parte del Alto Pirineo y seguimos la ruta del puerto de La Bonaigua y, cerca de Salardú, encontramos el núcleo de Bagergue. Es uno de los pueblos más bonitos, la estampa perfecta del Alt Arán. Visto desde la distancia, esboza una postal de insólita belleza, típica de la arquitectura aranesa, con sus casas de piedra y tejados de pizarra negra, ventanas de madera y calles empinadas y laberínticos alrededor de la iglesia de San Fèlix. Con solo un centenar de habitantes censados, recibe más de 14.000 turistas cada año. Está ubicado a 1.490 metros de altitud, lo cual lo consagra como el pueblo habitado más elevado del Vall d'Arán. La paz que se respira es otro de sus reclamos. No en vano, fue el lugar elegido por Pau Donés, el vocalista de Jarabe de Palo, para pasar los últimos días de su vida. Muy cerca de Bagergue, y situado en la falda del impresionante Montardo (2.833 m) hay otro pueblo idílico del Vall d'Arán, Arties. Su medio millar de habitantes tienen la suerte de vivir en este bello paraje que pertenece al municipio de Naut Aran.


Las aguas del Garona y su afluente, el Valarties, confluyen justamente en su barrio antiguo, plagado de construcciones renacentistas de los siglos XVI y XVII, como la Casa Portolà, reconvertida en Paradero Nacional. Los Portolà fueron una de las familias con más poder en el Arán entre los siglos XVI y XVII y por supuesto tenían como residencia principal un imponente caserón. De este todavía restan muy conservadas la torre de defensa, de planta cuadrada y de considerables dimensiones, y la capilla, ambos integrados al complejo hotelero. La última vuelta por la Vall d'Arán nos lleva hasta Les. Rodeado por las montañas de Sant Joan, es el último pueblo que uno se encuentra antes de atravesar la frontera entre los estados español y francés siguiendo la N-230 desde Vielha. Bosques de pino negro y abetos mecen esta villa rica en paisajes bucólicos, tranquilidad, leyendas y exquisita gastronomía tradicional.


El final del viaje es hacia el sur, hacia la Ribagorça, para adentrarnos en el Vall de Boí y ver una de las estampas más icónicas del Pirineo catalán: la iglesia de Sant Climent de Taüll. Construida en 1123, es una de las diversas que forman parte del conjunto románico del valle, declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. Campanarios de aires lombardos que parecen auténticos rascacielos de piedra levitando sobre el resto de las edificaciones. El viaje podría continuar por otros muchos lugares, pero esta vez lo damos por acabado en Durro, uno de los pueblos más pintorescos de Catalunya y uno de los mejores conservados de todo el Vall de Boí. Sus calles medievales, las casas de piedra y los tejados de pizarra con la innegociable chimenea conforman una postal idílica para cualquier forofo a la fotografía.

 

 

Durro