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Marisa Llopis: «Vamos a continuar creciendo porque somos imparables»
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Marisa Llopis: «Vamos a continuar creciendo porque somos imparables»


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Marisa Llopis Company comenzó a trabajar en el call center de Baleària como refuerzo de verano en mayo de 2000 porque así podría conciliar el trabajo con su vida familiar.

 

Hoy sigue trabajando en la sede central de Dénia como técnica de compras; han cambiado muchas cosas en estos años, pero no su eterna sonrisa.


Cuando Baleària comenzaba a navegar como empresa, la sede de Dénia se convirtió en un emergente centro de trabajo, especialmente su call center, que llegó a tener más de cien empleados, mayoritariamente mujeres. Eran tiempos en los que la venta online era una quimera. Y, como muchas otras personas, Marisa Llopis presentó su currículum en Baleària gracias al boca a boca.


Sin experiencia en el sector, Marisa Llopis asumió el reto con la positividad que le caracteriza: «Cuando me contrataron, no me lo podía creer. Se podría decir que estoy en Baleària gracias a Carol Ramis [una de las históricas; desde 1993 en Flebasa y, desde su fundación, en Baleària como técnica contable], que fue la que le comentó a mi prima que necesitaban gente para la campaña de verano y el caso es que creo que nunca se lo he dicho a Carol; aprovecho para darle las gracias desde aquí. Empecé en el call center dando información y haciendo reservas por teléfono, pero justo a los dos meses me preguntó mi responsable, Cristina Mulet, si estaría interesada en trabajar en la taquilla porque necesitaban una persona, y acepté».


Desde aquel ya lejano mayo de 2000, Marisa Llopis estuvo solo dos meses en el call center, pasó a taquillas durante 10 años para recalar finalmente en el departamento de Compras, regido por los principios éticos que constituyen una de las principales señas de identidad de Baleària.


El optimismo vital de Marisa Llopis le hace revivir con pasión varios hitos en la trayectoria de la empresa, como la entrada en servicio del «majestuoso» Federico García Lorca (del que asegura que le dio mucha pena cuando se vendió) o el seguimiento de la salida del astillero, travesía y llegada a Dénia del Eleanor Roosevelt (que califica de «muy emocionante»). Aunque no tiene preferencias referidas a barcos e hitos de la empresa: «Siempre he vivido con entusiasmo los buenos momentos de Baleària. Cada barco que se ha construido nuevo, cada línea que se ha abierto, la construcción de la estación marítima donde estamos ahora…».


Precisamente por su positividad, Marisa Llopis es testimonio de referencia de los momentos comprometidos de Baleària, que haberlos haylos como en cualquier organización: «Recuerdo la crisis económica del 2008, cuando Baleària se había endeudado con cuatro barcos nuevos; en la cena de Navidad de ese año, las cosas pintaban muy mal y así lo comentó Adolfo al principio de la cena, pero también nos dijo que su intención era no echar a nadie y añadió que si salíamos de esa situación sería todos juntos. Y así fue, se salió con el esfuerzo de todos».


Otro de los episodios fue durante la pandemia [en la que Baleària mantuvo los salarios de los trabajadores sujetos a ERTE]; Marisa Llopis rememora estar en casa viendo online el mensaje del presidente: «Nunca hasta ese momento le había visto tan cabizbajo, me entristeció muchísimo, pensé que era el final de Baleària. No pude contener las lágrimas… Me preguntaba cómo era posible que una empresa que en ese momento funcionaba tan bien se pudiese ir a pique por culpa de un virus. Pero afortunadamente también de esta se ha salido».


«Baleària está donde está por la valentía de nuestro presidente, porque el que no arriesga no gana, y él ha sabido arriesgar y rodearse de personas y departamentos eficaces que se han sabido mover para modernizarse y no quedarse atrás. No se ha tenido miedo a construir barcos nuevos, a remotorizar varios barcos a gas natural, abrir líneas nuevas que suponían todo un reto, como es la de EE. UU., a invertir en tecnología y digitalización…», señala Llopis. Y lo que es más importante, enfatiza, que la sociedad perciba a Baleària como una empresa seria, responsable y de confianza: «Vamos a continuar creciendo porque somos imparables».


Haber comenzado repartiendo tarjetas de embarque de cartoncillo selladas manualmente y tener que recontar los resguardos recogidos por la tripulación para poder elaborar el listado de pasajeros da a Marisa Llopis una perspectiva que le permite afirmar que no reconoce «la Baleària de entonces con la de ahora, más allá del compañerismo y los objetivos compartidos».


Y desde esta perspectiva recuerda momentos positivos de interacción con los clientes: «Un día que estaba bajita de ánimos por cuestiones personales me dijeron que unos clientes me reclamaban por mi nombre en la taquilla; me inquieté, pero resultó que me buscaban para obsequiarme con dos ensaimadas en agradecimiento por un problema que les había solventado un año antes; compartí una de las ensaimadas con mis compañeros y la otra con mi familia y el día se arregló». Una vez explicada la anécdota, Marisa Llopis se pregunta a sí misma si con las actuales normas éticas que rigen en la empresa podría haber aceptado las ensaimadas.

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Bajo las aguas de Ceuta
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Bajo las aguas de Ceuta

La flora y fauna del fondo marino de Ceuta es un festival de colores y de vida bajo las profundidades del Atlántico y del Mediterráneo, un auténtico vergel. Un lugar diferente y único en sus dos bahías, la Norte y la Sur, llena de contrastes, un crisol de especies en los 21 kilómetros de costa que tiene la ciudad ceutí, con vientos de poniente y levante que en ocasiones azotan el Estrecho. Playas de arena, acantilados y calas rocosas para submarinistas y aventureros. Existen hasta una veintena de puntos señalizados de inmersión para el buceo a diversas profundidades que pueden llegar a más de 40 metros en el litoral de Ceuta. En sus fondos, encontramos una gran diversidad, bancos de arena, rocas y cuevas. En la Bahía Sur, bajo la Piedra del Pineo, vigila la patrona del mar, una pequeña talla de la Virgen del Carmen que sólo emerge una vez al año, el 16 de julio, con la ayuda de los pescadores y marineros. La talla se esculpió hace más de sesenta años y estaba inspirada en una niña de ceutí que entonces tenía nueve años. Otro punto de interés es la Cala del Desnarigado; tiene acceso desde tierra, llega a los 14 metros de profundidad, y es un acuario natural resguardado de las corrientes donde habitan abadejos, meros, salmonetes o bancos de jureles, bajo el color naranja de sus corales. Se puede acceder a la llamada Cueva del Amor, donde la tradición manda que las parejas se den un beso. En la Piedra Gorda, encontramos fosilizada en una de sus paredes una enorme ancla, probablemente de un navío inglés, que lleva 400 años bajo el mar descansando sobre una roca. En los isleos de Santa Catalina vemos en sus fondos restos de varios cañones de dos navíos franceses que se hundieron en 1692. Cerca del puerto, se ubica la Cueva del Coral cargada de coral rojo. En el Jardín de las Gorgonias, se mecen al ritmo de las corrientes. En Farfú nadan robalos y rayas y en el Coto en la costa de Benzú en el Atlántico, aguas frías y cristalinas con rocas donde viven meros que buscan los recovecos y a veces se dejan ver abadejos, samas y algunos delfines. En Bajo Susan, caballas y hasta atunes nadan detrás de un suculento manjar: bancos de boquerones. En la Piedra del Cateto se concentran langostas, centollos, salmonetes y gusanos de fuego. En la Piedra del Rey León hay un acantilado de unos 50 metros de profundidad repleto de gambas. La lapa Patella ferruginea una especie muy amenazada en los fondos marinos del Mediterráneo la podemos encontrar en el litoral ceutí.  La ciudad además tiene el Foso de San Felipe, el único navegable, de unos 350 metros de longitud y una profundidad media de dos metros. Fue construido por los portugueses en 1549 y une las dos bahías, todo un espectáculo navegar por él mirando hacia arriba, sobre todo al atardecer y salir al mar pasando por alguno de sus dos puentes. Divide las Murallas Reales y la ciudad. En Ceuta existe una decena de clubes y asociaciones relacionadas con el buceo y la náutica. Marián Campra García de Viguera | Periodista


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Cala Figuera, con aroma a mar
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Cala Figuera, con aroma a mar

  Situado en el municipio de Santanyí, en el sudeste de Mallorca, Cala Figuera es un bello puerto pesquero y deportivo con poco más de un centenar de amarres.   Su ubicación es espectacular: aprovecha una entrada rocosa desde la costa y está rodeada de pinos. Se encuentra a tan solo 60 kilómetros de Palma y se puede acceder en transporte público des de Campos (L-516). Ya en el siglo XIV, Cala Figuera aparece documentada como un pequeño y expuesto núcleo costero que hasta la década de los 60 del siglo XX no inicia su expansión urbanística. Hasta entonces era un puerto tradicional y muy productivo, principalmente de pescadores, desde donde se embarcaba hacia el puerto de Palma la conocida y preciada piedra de Santanyí.       Después de disfrutar de una bella panorámica de este espectacular entrante del mar, desde las mismas calles que recorren su vertiginoso acantilado, bajamos por la calle Verge del Carme hasta el muelle de Cala Figuera. Nos encontramos inmersos en un ambiente profundamente marinero, donde se combinan colores y aromas naturales del mar con otros más elaborados que invitan a una cata reposada, a manteles y en buena compañía.     Caló d’en Busques   A partir de un paseo, bellamente acondicionado, que conecta las dos calancas que configuran el espacio más interior del puerto, avanzamos en nuestra ruta. Una sarta de varaderos interrumpidos por estrechos pasos escalonados es la imagen que se extiende desde la lonja del pescado hasta el Caló d'en Busques, también conocido como el Caló de sa Sastre.   Sobre el topónimo, el filólogo mallorquín Cosme Aguiló señala que responde al mote de uno de los primeros matrimonios de pescadores que desarrollaron allí su actividad, Bartomeu Verger Vicens ‘Busques’ (1860-1920), casado en 1885 con Catalina Oliver Rigo ‘sa Sastre’ (1850-1939), viuda de Antoni Frontera Serra, fallecido en 1877 en el Hospital Militar de la Habana.     El Caló d'en Busques nos sorprendre con una larga hilera de 'llaüts' amarrados uno tras otro   Caló d’en Boira   Rodeamos la punta de Es Mig y entramos en el Caló d’en Boira. Según Aguiló, se trata de otro antropónimo derivado del mote de una familia de Santanyí muy popular que poseía terrenos en el entorno de Cala Figuera y que, según cuentan, acostumbraba a bajar a la cala a menudo a pescar.   Para concluir el paseo, debemos ascender por un sendero escalonado que nos sacará de la orilla al camino asfaltado por el cual llegaremos a la torre d’en Beu, en el flanco izquierdo de la bocana de Cala Figuera.     El Caló d'en Boira refleja claramente la tradición marinera patente en todo el literal mallorquín   Torre d’en Beu (s. XVI)   Giramos a la derecha y continuamos hasta una curva pronunciada a la izquierda, de la que arranca un camino de tierra perpendicular al mar. Rápidamente alcanzamos la Punta de la Torre d’en Beu, de 1569, situada sobre el peñasco de 25 metros de altura, en la parte de levante de la boca de la boca de la cala y justo al lado de una moderna baliza de la Autoridad Portuaria de Balears.   El nombre de la torre parece provenir del mote de uno de los torreros que habitaron esta posición de vigilancia que se comunicaba con señales de humo durante el día y de fuego por la noche con otras torres vecinas, como la Torre Nova de Cala Santanyí o el castillo de Portopetro.     La Torre d'En Beu, del siglo XVI, era una torre de vigilancia para prevenir las incursiones piratas


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