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Marisa Llopis: «Vamos a continuar creciendo porque somos imparables»
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Marisa Llopis: «Vamos a continuar creciendo porque somos imparables»


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Marisa Llopis Company comenzó a trabajar en el call center de Baleària como refuerzo de verano en mayo de 2000 porque así podría conciliar el trabajo con su vida familiar.

 

Hoy sigue trabajando en la sede central de Dénia como técnica de compras; han cambiado muchas cosas en estos años, pero no su eterna sonrisa.


Cuando Baleària comenzaba a navegar como empresa, la sede de Dénia se convirtió en un emergente centro de trabajo, especialmente su call center, que llegó a tener más de cien empleados, mayoritariamente mujeres. Eran tiempos en los que la venta online era una quimera. Y, como muchas otras personas, Marisa Llopis presentó su currículum en Baleària gracias al boca a boca.


Sin experiencia en el sector, Marisa Llopis asumió el reto con la positividad que le caracteriza: «Cuando me contrataron, no me lo podía creer. Se podría decir que estoy en Baleària gracias a Carol Ramis [una de las históricas; desde 1993 en Flebasa y, desde su fundación, en Baleària como técnica contable], que fue la que le comentó a mi prima que necesitaban gente para la campaña de verano y el caso es que creo que nunca se lo he dicho a Carol; aprovecho para darle las gracias desde aquí. Empecé en el call center dando información y haciendo reservas por teléfono, pero justo a los dos meses me preguntó mi responsable, Cristina Mulet, si estaría interesada en trabajar en la taquilla porque necesitaban una persona, y acepté».


Desde aquel ya lejano mayo de 2000, Marisa Llopis estuvo solo dos meses en el call center, pasó a taquillas durante 10 años para recalar finalmente en el departamento de Compras, regido por los principios éticos que constituyen una de las principales señas de identidad de Baleària.


El optimismo vital de Marisa Llopis le hace revivir con pasión varios hitos en la trayectoria de la empresa, como la entrada en servicio del «majestuoso» Federico García Lorca (del que asegura que le dio mucha pena cuando se vendió) o el seguimiento de la salida del astillero, travesía y llegada a Dénia del Eleanor Roosevelt (que califica de «muy emocionante»). Aunque no tiene preferencias referidas a barcos e hitos de la empresa: «Siempre he vivido con entusiasmo los buenos momentos de Baleària. Cada barco que se ha construido nuevo, cada línea que se ha abierto, la construcción de la estación marítima donde estamos ahora…».


Precisamente por su positividad, Marisa Llopis es testimonio de referencia de los momentos comprometidos de Baleària, que haberlos haylos como en cualquier organización: «Recuerdo la crisis económica del 2008, cuando Baleària se había endeudado con cuatro barcos nuevos; en la cena de Navidad de ese año, las cosas pintaban muy mal y así lo comentó Adolfo al principio de la cena, pero también nos dijo que su intención era no echar a nadie y añadió que si salíamos de esa situación sería todos juntos. Y así fue, se salió con el esfuerzo de todos».


Otro de los episodios fue durante la pandemia [en la que Baleària mantuvo los salarios de los trabajadores sujetos a ERTE]; Marisa Llopis rememora estar en casa viendo online el mensaje del presidente: «Nunca hasta ese momento le había visto tan cabizbajo, me entristeció muchísimo, pensé que era el final de Baleària. No pude contener las lágrimas… Me preguntaba cómo era posible que una empresa que en ese momento funcionaba tan bien se pudiese ir a pique por culpa de un virus. Pero afortunadamente también de esta se ha salido».


«Baleària está donde está por la valentía de nuestro presidente, porque el que no arriesga no gana, y él ha sabido arriesgar y rodearse de personas y departamentos eficaces que se han sabido mover para modernizarse y no quedarse atrás. No se ha tenido miedo a construir barcos nuevos, a remotorizar varios barcos a gas natural, abrir líneas nuevas que suponían todo un reto, como es la de EE. UU., a invertir en tecnología y digitalización…», señala Llopis. Y lo que es más importante, enfatiza, que la sociedad perciba a Baleària como una empresa seria, responsable y de confianza: «Vamos a continuar creciendo porque somos imparables».


Haber comenzado repartiendo tarjetas de embarque de cartoncillo selladas manualmente y tener que recontar los resguardos recogidos por la tripulación para poder elaborar el listado de pasajeros da a Marisa Llopis una perspectiva que le permite afirmar que no reconoce «la Baleària de entonces con la de ahora, más allá del compañerismo y los objetivos compartidos».


Y desde esta perspectiva recuerda momentos positivos de interacción con los clientes: «Un día que estaba bajita de ánimos por cuestiones personales me dijeron que unos clientes me reclamaban por mi nombre en la taquilla; me inquieté, pero resultó que me buscaban para obsequiarme con dos ensaimadas en agradecimiento por un problema que les había solventado un año antes; compartí una de las ensaimadas con mis compañeros y la otra con mi familia y el día se arregló». Una vez explicada la anécdota, Marisa Llopis se pregunta a sí misma si con las actuales normas éticas que rigen en la empresa podría haber aceptado las ensaimadas.

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Fauna marina, desde casa
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Fauna marina, desde casa

Estos días de confinamiento del COVID19 somos muchas personas las que añoramos el mar y su fauna: tortugas, cetáceos, aves, peces luna o atunes saltarines además de la brisa salada impactando en nuestras caras mirando el azul de nuestros mares. Sin embargo, algunos de estos no han desaparecido completamente de nuestras vidas.  Especialmente si tenemos la suerte de vivir cerca del mar o, incluso mejor, con vistas al mar. Toda la costa, balear o peninsular, incluso canaria o del norte de África, no es uniforme ni alberga la misma fauna. Pero en todas ellas hay aves que penetran en las ciudades, o las sobrevuelan, hasta el punto de llegar a nidificar en algún caso. Las bahías y playas, menos frecuentadas por embarcaciones, han sido recuperadas por algunos cetáceos que se aventuran cerca de playas o bocanas de puertos. E incluso el gran rorcual común se ha avistado en su migración hacia el mar de Liguria desde algunas privilegiadas casas cerca del mar en el litoral de Tarragona. Veamos qué especies marinas son las que más frecuentemente podemos ver y dónde. Cetáceos Hay que tener vistas al mar para intentar observar algún cetáceo desde casa, eso está claro. Sin embargo no se trata de una misión imposible. Con una óptica adecuada, prismáticos o, mejor, un telescopio, podríamos observar un sector litoral importante, tal vez de cuatro o más millas dependiendo de la altura donde estemos. Si las condiciones del mar son de calma, sin oleaje ni crestas, es posible que cualquier alteración del mar, salto o aleta, sea visible. Y ese movimiento de la superficie del mar es posible que corresponda a la aleta de un delfín mular (Tursiops truncatus), el delfín que todo el mundo reconoce de los delfinarios o películas, de color gris y tamaño grande,  y que es muy costero. Habitualmente se observan delfines mulares en las costas de Ibiza, e incluso cerca del puerto, en la bahía de Palma o en la de Alcúdia e inmediaciones de Ciutadella, en Menorca. También en tránsito por la costa peninsular, incluso a las afueras de Barcelona o la comarca del Maresme, al norte de la ciudad condal. En el estrecho de Gibraltar abundan más los cetáceos. Las personas afortunadas con vistas al mar en la zona tal vez observen los allí residentes calderones (Globicephala melas), delfines aparte. En Canarias también los hay, junto con mulares, por ejemplo en algunas zonas costeras de Tenerife. Todo es cuestión de mirar en días favorables, de mar plana. Algunos observadores, sabedores de que estamos en época de migración de rorcuales (Balaenoptera physalus), han invertido horas en intentar obtener alguna cita desde casa. Con éxito. En Tarragona se han observado ejemplares mar adentro desde Torredembarra y pescadores, trabajando estos días en la mar, los han visto en las costas de Barcelona.  Es el segundo cetáceo más grande del mundo después de la ballena azul y su observación a veces es delatada por el chorro de vapor de agua que exhalan desde su espiráculo, situado en su parte superior y cuya forma puede recordar a la silueta de un ciprés. Aves Lo que es cierto es que no todo el mundo puede vivir en primera línea de mar. Pero eso no quiere decir que no podamos disfrutar de algunas especies marinas. Si tenemos un puerto cerca, o una costa rocosa, tal vez podamos observar algún cormorán moñudo (Phalacrocorax aristotelis desmarestii), especialmente si estamos en  Balears o en la costa levantina. Algunos puertos acogen charranes, sobre todo patinegros (Thalasseus sandvicensis), que se concentran en boyas o zonas de amarre y que se diferencian de las gaviotas porque capturan peces tirándose al mar, zambulléndose picando desde el aire. En esta época primaveral están a punto de irse, si no lo han hecho ya del todo, los cormoranes grandes (Phalacrocorax carbo), que a veces sobrevuelan las ciudades en vuelos migratorios en ‘V’. Aunque cría en algunos embalses de la Península, es un invernante frecuente en las costas ibéricas desde las que migra hacia el norte, hacia el Báltico donde nidificará. Cualquier bando de aves negras y grandes, volando altas hacia el norte, bien puede ser de esta especie que, aunque es casi siempre negra, tiene la cabeza blanca en los adultos estivales y la barriga más o menos blanquecina en los jóvenes inmaduros de uno o dos años. Las aves marinas más conocidas, sin embargo, son las gaviotas. Y no todas son especies comunes o incluso molestas para algunas personas. Una de ellas está amenazada de extinción: la gaviota de Audouin (Ichthyaetus audouinii). Esta especie, de tamaño grande, bastante mayor que la de una paloma, tiene las patas grises y el pico rojo. Es propia de la cuenca mediterránea aunque en invierno se puede ver alguna en las Canarias. Nidifica en la ciudad de Ceuta, en las islas Chafarinas, en las Balears, en las salinas de Torrevella en Alacant, València, el Delta de l’Ebre, Tarragona y Barcelona. Frecuentan los puertos y pueden sobrevolar las partes costeras de la ciudad. E incluso algunas de ellas portan una anilla plástica con letras, que indican su lugar de procedencia. Se especula, incluso, que estos días de confinamiento y relativa calma puedan ayudar a que esta especie protegida colonice alguna otra localidad o lugar, lo cual sería de gran interés para la conservación de la especie. Sin embargo, el ave marina que no solo se puede observar en ciudades sino que incluso las ha colonizado y nidifica en algunas terrazas, es la gaviota patiamarilla (Larus michahellis). Esta gaviota, la ‘grande’ a la cual estamos casi todo el mundo familiarizados, presenta las patas y pico amarillos, las partes inferiores blancas y el manto de color gris pizarra. Suele ser sedentaria, aunque puede llegar algún ejemplar invernal de otras latitudes a reforzar las poblaciones locales. En Canarias existe una subespecie más oscura, la ‘atlantis’ que sin embargo por lo demás es similar en diseño de la presente en el Mediterráneo. Durante el mes de abril efectuarán sus puestas, de hasta tres huevos, en sus colonias de cría, normalmente acantilados, playas o lugares apartados, pero también ciudades. Algunas terrazas apartadas pueden acoger una pareja nidificante y lo descubriréis cuando el mes de mayo, en caso de intentar subir y acercaros a los pollos, las gaviotas patiamarillas intenten protegerlos llegando a gritar o volar cerca de los humanos ‘invasores’. Esta ocupación no durará. El mes de junio volarán los pollos y las gaviotas no volverán a ser territoriales hasta el año siguiente. Esos edificios, esas terrazas aisladas, no dejan de ser acantilados artificiales que también acogen otras especies rupícolas como el vencejo real (Apus melba) o el colirrojo tizón (Phoenicurus ochruros) y aunque mucho menos glamurosos que unas deseables vistas al mar, tal vez nos recuerden con sus voces y vuelos nuestros viajes marinos y nuestro anhelado mar que esperemos volvamos a disfrutar bien pronto. Ricard Gutiérrez y Emma Guinart | www.pelagicus.cat


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Plogging: una tendencia ecologista que cuida tu salud
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Plogging: una tendencia ecologista que cuida tu salud

Con esta práctica deportiva, que consiste en correr y recoger basura durante el recorrido, es posible mejorar la salud personal y la del planeta al mismo tiempo.  A David de Castro le preocupa el medio ambiente. También su salud. Por eso, pensó en unir ambas ideas organizando un evento al que citó a compañeros de trabajo, amigos y conocidos. La idea fue salir a correr juntos por la playa de San Juan, en Alicante y, durante la carrera, recoger los plásticos y otras basuras en la arena y alrededores. Funcionó. Y, con el boca a boca, el grupo -nacido en septiembre de 2018- ha ido creciendo y realizando nuevas rutas por otros puntos de la comunidad valenciana. “Son pequeñas cosas que, poco a poco, pueden cambiar el mundo”, cuenta este alicantino que ha denominado al movimiento PloggingRrevolution, con una doble erre que procede de las palabras recoge y recicla y que ya se ha extendido a otras ciudades de España como Salamanca, Mallorca, Benidorm, Zaragoza, Granada o Melilla.   Qué es el plogging y por qué se ha vuelto viral Lo que propuso David a su entorno no es nuevo, pero sí reciente. Y tiene hasta nombre: plogging. Un concepto que surge de unir el término inglés jogging (carrera lenta) y el de origen sueco plocka upp, que se traduce como recoger. Es precisamente en la capital de Suecia, Estocolmo, donde nació la actividad en 2017. A partir de ahí, las carreras mientras se recoge basura se han desarrollado ya por numerosos lugares del planeta. Eso sí, en PloggingRrevolution se han querido adaptar a las capacidades físicas de los participantes en sus quedadas -20 en apenas un año en diferentes ciudades españolas- y combinan caminatas con paradas en los que realizar algunos ejercicios como flexiones o saltos y la práctica de juegos tradicionales. “No hace falta un gran esfuerzo porque siempre quedamos para echar un buen rato y, de paso, ayudar al medio ambiente”, añade Sandra Grohs, embajadora de un movimiento que llevó al último certamen Miss World Spain en el que participó como representante de Murcia.    La tendencia también llegó a lugares como Ibiza el pasado mes de febrero. Entonces, Plogging World con el apoyo del Consell de la isla e Ibiza Sostenible organizaron batidas para recoger desperdicios a lo largo de rutas senderistas cercanas al mar. El objetivo era ofrecer una mejor cara del entorno natural a los millones de turistas que estaban a punto de llegar. Más de 1.500 personas se unieron al evento. Otras muchas ciudades alrededor del mundo se también han celebrado días como este.    Los ploggers relatan que se pueden quemar alrededor de 300 calorías cada 30 minutos de práctica. Las cuentas salen. La actividad combina correr con sentadillas cada vez que se hace acopio de la basura. Además, es muy pegadizo: basta ver a un grupo recogiendo desperdicios para picar la curiosidad de las personas más sensibilizadas y que, con el tiempo, quieran forma parte de él. También las redes sociales han servido para dar a conocer esta nueva fórmula de ecologismo y están sirviendo para llamar a la acción. Las llamativas imágenes que se cuelgan tras cualquiera de estas carreras, con increíbles acumulaciones de basura en pequeñas distancias junto al hashtag #plogging están despertando las conciencias.  Eso sí, aunque ahora tenga nombre, no hay que olvidar que numerosas asociaciones que defienden el medio ambiente, desde Greenpeace a Ecologistas en Acción, llevan realizado esta práctica desde hace décadas, aunque quizás más ligadas a las caminatas senderistas que a correr.  Récord Guiness en Gran Canaria  El pasado mes de junio, más de 400 personas procedentes de 66 países participaron en la limpieza de la playa de La Gaviota, en Jinámar (Gran Canaria), para celebrar el Día Mundial de los Océanos. Este enorme equipo batió el Recórd Guiness de personas voluntarias de distintas nacionalidades limpiando una playa. Durante la actividad, organizada por el colectivo ecologista Oceans4life, con el apoyo del Cabildo de Gran Canaria, se llegaron a acumular casi un centenar de bolsas de basura. La mayor parte de los residuos la conformaban los plásticos, que llegan a la costa canaria a través de las corrientes oceánicas.  Otras prácticas deportivas   Cualquier deporte puede formar parte del movimiento plogging. Quienes forman parte de él explican que la recogida de basura puede ser realizada de diferentes maneras con deportes como el senderismo, ciclismo, kayak, natación de aguas abiertas, paddle surf, buceo, etc. No existen excusas para comprometerse con la conservación del medio ambiente y con el cambio climático. 


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Fauna marina, desde casa

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Estos días de confinamiento del COVID19 somos muchas personas las que añoramos el mar y su fauna: tortugas, cetáceos, aves, peces luna o atunes saltarines además de la brisa salada impactando en nuestras caras mirando el azul de nuestros mares. Sin embargo, algunos de estos no han desaparecido completamente de nuestras vidas.  Especialmente si tenemos la suerte de vivir cerca del mar o, incluso mejor, con vistas al mar. Toda la costa, balear o peninsular, incluso canaria o del norte de África, no es uniforme ni alberga la misma fauna. Pero en todas ellas hay aves que penetran en las ciudades, o las sobrevuelan, hasta el punto de llegar a nidificar en algún caso. Las bahías y playas, menos frecuentadas por embarcaciones, han sido recuperadas por algunos cetáceos que se aventuran cerca de playas o bocanas de puertos. E incluso el gran rorcual común se ha avistado en su migración hacia el mar de Liguria desde algunas privilegiadas casas cerca del mar en el litoral de Tarragona. Veamos qué especies marinas son las que más frecuentemente podemos ver y dónde. Cetáceos Hay que tener vistas al mar para intentar observar algún cetáceo desde casa, eso está claro. Sin embargo no se trata de una misión imposible. Con una óptica adecuada, prismáticos o, mejor, un telescopio, podríamos observar un sector litoral importante, tal vez de cuatro o más millas dependiendo de la altura donde estemos. Si las condiciones del mar son de calma, sin oleaje ni crestas, es posible que cualquier alteración del mar, salto o aleta, sea visible. Y ese movimiento de la superficie del mar es posible que corresponda a la aleta de un delfín mular (Tursiops truncatus), el delfín que todo el mundo reconoce de los delfinarios o películas, de color gris y tamaño grande,  y que es muy costero. Habitualmente se observan delfines mulares en las costas de Ibiza, e incluso cerca del puerto, en la bahía de Palma o en la de Alcúdia e inmediaciones de Ciutadella, en Menorca. También en tránsito por la costa peninsular, incluso a las afueras de Barcelona o la comarca del Maresme, al norte de la ciudad condal. En el estrecho de Gibraltar abundan más los cetáceos. Las personas afortunadas con vistas al mar en la zona tal vez observen los allí residentes calderones (Globicephala melas), delfines aparte. En Canarias también los hay, junto con mulares, por ejemplo en algunas zonas costeras de Tenerife. Todo es cuestión de mirar en días favorables, de mar plana. Algunos observadores, sabedores de que estamos en época de migración de rorcuales (Balaenoptera physalus), han invertido horas en intentar obtener alguna cita desde casa. Con éxito. En Tarragona se han observado ejemplares mar adentro desde Torredembarra y pescadores, trabajando estos días en la mar, los han visto en las costas de Barcelona.  Es el segundo cetáceo más grande del mundo después de la ballena azul y su observación a veces es delatada por el chorro de vapor de agua que exhalan desde su espiráculo, situado en su parte superior y cuya forma puede recordar a la silueta de un ciprés. Aves Lo que es cierto es que no todo el mundo puede vivir en primera línea de mar. Pero eso no quiere decir que no podamos disfrutar de algunas especies marinas. Si tenemos un puerto cerca, o una costa rocosa, tal vez podamos observar algún cormorán moñudo (Phalacrocorax aristotelis desmarestii), especialmente si estamos en  Balears o en la costa levantina. Algunos puertos acogen charranes, sobre todo patinegros (Thalasseus sandvicensis), que se concentran en boyas o zonas de amarre y que se diferencian de las gaviotas porque capturan peces tirándose al mar, zambulléndose picando desde el aire. En esta época primaveral están a punto de irse, si no lo han hecho ya del todo, los cormoranes grandes (Phalacrocorax carbo), que a veces sobrevuelan las ciudades en vuelos migratorios en ‘V’. Aunque cría en algunos embalses de la Península, es un invernante frecuente en las costas ibéricas desde las que migra hacia el norte, hacia el Báltico donde nidificará. Cualquier bando de aves negras y grandes, volando altas hacia el norte, bien puede ser de esta especie que, aunque es casi siempre negra, tiene la cabeza blanca en los adultos estivales y la barriga más o menos blanquecina en los jóvenes inmaduros de uno o dos años. Las aves marinas más conocidas, sin embargo, son las gaviotas. Y no todas son especies comunes o incluso molestas para algunas personas. Una de ellas está amenazada de extinción: la gaviota de Audouin (Ichthyaetus audouinii). Esta especie, de tamaño grande, bastante mayor que la de una paloma, tiene las patas grises y el pico rojo. Es propia de la cuenca mediterránea aunque en invierno se puede ver alguna en las Canarias. Nidifica en la ciudad de Ceuta, en las islas Chafarinas, en las Balears, en las salinas de Torrevella en Alacant, València, el Delta de l’Ebre, Tarragona y Barcelona. Frecuentan los puertos y pueden sobrevolar las partes costeras de la ciudad. E incluso algunas de ellas portan una anilla plástica con letras, que indican su lugar de procedencia. Se especula, incluso, que estos días de confinamiento y relativa calma puedan ayudar a que esta especie protegida colonice alguna otra localidad o lugar, lo cual sería de gran interés para la conservación de la especie. Sin embargo, el ave marina que no solo se puede observar en ciudades sino que incluso las ha colonizado y nidifica en algunas terrazas, es la gaviota patiamarilla (Larus michahellis). Esta gaviota, la ‘grande’ a la cual estamos casi todo el mundo familiarizados, presenta las patas y pico amarillos, las partes inferiores blancas y el manto de color gris pizarra. Suele ser sedentaria, aunque puede llegar algún ejemplar invernal de otras latitudes a reforzar las poblaciones locales. En Canarias existe una subespecie más oscura, la ‘atlantis’ que sin embargo por lo demás es similar en diseño de la presente en el Mediterráneo. Durante el mes de abril efectuarán sus puestas, de hasta tres huevos, en sus colonias de cría, normalmente acantilados, playas o lugares apartados, pero también ciudades. Algunas terrazas apartadas pueden acoger una pareja nidificante y lo descubriréis cuando el mes de mayo, en caso de intentar subir y acercaros a los pollos, las gaviotas patiamarillas intenten protegerlos llegando a gritar o volar cerca de los humanos ‘invasores’. Esta ocupación no durará. El mes de junio volarán los pollos y las gaviotas no volverán a ser territoriales hasta el año siguiente. Esos edificios, esas terrazas aisladas, no dejan de ser acantilados artificiales que también acogen otras especies rupícolas como el vencejo real (Apus melba) o el colirrojo tizón (Phoenicurus ochruros) y aunque mucho menos glamurosos que unas deseables vistas al mar, tal vez nos recuerden con sus voces y vuelos nuestros viajes marinos y nuestro anhelado mar que esperemos volvamos a disfrutar bien pronto. Ricard Gutiérrez y Emma Guinart | www.pelagicus.cat


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Plogging: una tendencia ecologista que cuida tu salud

Plogging: una tendencia ecologista que cuida tu salud

Con esta práctica deportiva, que consiste en correr y recoger basura durante el recorrido, es posible mejorar la salud personal y la del planeta al mismo tiempo.  A David de Castro le preocupa el medio ambiente. También su salud. Por eso, pensó en unir ambas ideas organizando un evento al que citó a compañeros de trabajo, amigos y conocidos. La idea fue salir a correr juntos por la playa de San Juan, en Alicante y, durante la carrera, recoger los plásticos y otras basuras en la arena y alrededores. Funcionó. Y, con el boca a boca, el grupo -nacido en septiembre de 2018- ha ido creciendo y realizando nuevas rutas por otros puntos de la comunidad valenciana. “Son pequeñas cosas que, poco a poco, pueden cambiar el mundo”, cuenta este alicantino que ha denominado al movimiento PloggingRrevolution, con una doble erre que procede de las palabras recoge y recicla y que ya se ha extendido a otras ciudades de España como Salamanca, Mallorca, Benidorm, Zaragoza, Granada o Melilla.   Qué es el plogging y por qué se ha vuelto viral Lo que propuso David a su entorno no es nuevo, pero sí reciente. Y tiene hasta nombre: plogging. Un concepto que surge de unir el término inglés jogging (carrera lenta) y el de origen sueco plocka upp, que se traduce como recoger. Es precisamente en la capital de Suecia, Estocolmo, donde nació la actividad en 2017. A partir de ahí, las carreras mientras se recoge basura se han desarrollado ya por numerosos lugares del planeta. Eso sí, en PloggingRrevolution se han querido adaptar a las capacidades físicas de los participantes en sus quedadas -20 en apenas un año en diferentes ciudades españolas- y combinan caminatas con paradas en los que realizar algunos ejercicios como flexiones o saltos y la práctica de juegos tradicionales. “No hace falta un gran esfuerzo porque siempre quedamos para echar un buen rato y, de paso, ayudar al medio ambiente”, añade Sandra Grohs, embajadora de un movimiento que llevó al último certamen Miss World Spain en el que participó como representante de Murcia.    La tendencia también llegó a lugares como Ibiza el pasado mes de febrero. Entonces, Plogging World con el apoyo del Consell de la isla e Ibiza Sostenible organizaron batidas para recoger desperdicios a lo largo de rutas senderistas cercanas al mar. El objetivo era ofrecer una mejor cara del entorno natural a los millones de turistas que estaban a punto de llegar. Más de 1.500 personas se unieron al evento. Otras muchas ciudades alrededor del mundo se también han celebrado días como este.    Los ploggers relatan que se pueden quemar alrededor de 300 calorías cada 30 minutos de práctica. Las cuentas salen. La actividad combina correr con sentadillas cada vez que se hace acopio de la basura. Además, es muy pegadizo: basta ver a un grupo recogiendo desperdicios para picar la curiosidad de las personas más sensibilizadas y que, con el tiempo, quieran forma parte de él. También las redes sociales han servido para dar a conocer esta nueva fórmula de ecologismo y están sirviendo para llamar a la acción. Las llamativas imágenes que se cuelgan tras cualquiera de estas carreras, con increíbles acumulaciones de basura en pequeñas distancias junto al hashtag #plogging están despertando las conciencias.  Eso sí, aunque ahora tenga nombre, no hay que olvidar que numerosas asociaciones que defienden el medio ambiente, desde Greenpeace a Ecologistas en Acción, llevan realizado esta práctica desde hace décadas, aunque quizás más ligadas a las caminatas senderistas que a correr.  Récord Guiness en Gran Canaria  El pasado mes de junio, más de 400 personas procedentes de 66 países participaron en la limpieza de la playa de La Gaviota, en Jinámar (Gran Canaria), para celebrar el Día Mundial de los Océanos. Este enorme equipo batió el Recórd Guiness de personas voluntarias de distintas nacionalidades limpiando una playa. Durante la actividad, organizada por el colectivo ecologista Oceans4life, con el apoyo del Cabildo de Gran Canaria, se llegaron a acumular casi un centenar de bolsas de basura. La mayor parte de los residuos la conformaban los plásticos, que llegan a la costa canaria a través de las corrientes oceánicas.  Otras prácticas deportivas   Cualquier deporte puede formar parte del movimiento plogging. Quienes forman parte de él explican que la recogida de basura puede ser realizada de diferentes maneras con deportes como el senderismo, ciclismo, kayak, natación de aguas abiertas, paddle surf, buceo, etc. No existen excusas para comprometerse con la conservación del medio ambiente y con el cambio climático. 


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