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'Road trip' por los alrededores de Algeciras

Por Nacho Sánchez | Periodista


Rodeada de parques naturales, Algeciras tiene una ubicación afortunada. Mientras se baña en aguas del Atlántico y del Mediterráneo, a apenas unos kilómetros cuenta con una serie de pequeñas poblaciones costeras que se parecen mucho al paraíso. También pueblos montañosos que invitan a descubrir paisajes de otra época. Bonitas carreteras llevan hasta cada destino, que en conjunto componen la perfecta tentación para organizar un road trip gaditano que puede durar un día, una semana o toda una vida. El primer destino se ubica a 27 kilómetros hacia el norte. En pleno Parque Natural de Los Alcornocales se levanta el castillo de Castellar de la Frontera. Una vieja fortaleza que fue rehabilitada en los años 60 hoy convertida en hotel y cuya medina interior está habitada por un puñado de vecinos y multitud de coloridas macetas que iluminan los blancos callejones. Con miradores al Estrecho de Gibraltar y al embalse del Guadarranque, la aldea es perfecta para la desconexión y para conocer una naturaleza donde el alcornoque y la encina son los principales protagonistas. Una sinuosa carretera lleva hasta la costa para continuar junto al Parque Natural del Estrecho hasta a Tarifa, apenas a una veintena de kilómetros de Algeciras. El centro histórico, rodeado por murallas, es uno de sus mayores atractivos. Pequeñas calles salpicadas de plazas conforman un urbanismo típicamente árabe, repletas ahora de numerosas tiendas de moda y pequeños cafés de estilo informal. La gastronomía ofrece aquí algunas paradas obligatorias para tapear y disfrutar del pescado más característico de la zona, el atún. El Francés es uno de los restaurantes más interesantes, como también lo es El otro Melli, con una estupenda terraza en la que saborear el sol gaditano y los productos del mar. Junto al puerto, Las Campanas es uno de esos establecimientos frecuentados por lugareños para disfrutar de un buen menú, que puede estar compuesto por unas sabrosas ortiguillas fritas o unas cañaíllas recién recogidas. No hay que perderse el recinto del Castillo de Guzmán el Bueno ni, tampoco, los originales dulces de la pastelería La Tarifeña, siempre a rebosar. [caption id="attachment_2080" align="aligncenter" width="1000"] road trip alrededores algeciras Playa de la Bolonia (foto: Turismo de Cádiz).[/caption] La Nacional IV continúa junto a la playa de los Lances hasta la de Valdevaqueros, donde las cometas surcan el vuelo para placer de los amantes del kite surf. Bonitos chiringuitos como Tumbao se reparten los alrededores junto a hoteles de aires surferos y diversas áreas de camping. Merece entonces la pena desviarse hacia Punta Paloma por un estrecho camino que a veces desaparece bajo la duna de Valdevaqueros. Un exquisito lugar para disfrutar de la arena, el viento salvaje y preciosas vistas de la costa. [caption id="attachment_2078" align="aligncenter" width="1000"] road trip alrededores algeciras Paseo a caballo por la playa de Zahara (foto: Nacho Sánchez).[/caption] La carretera se aleja entonces del Atlántico en dirección a Conil de la Frontera. Antes, no hay que perder de vista el desvío hacia la preciosa playa de Bolonia, donde además de la altísima duna del mismo nombre (declarada monumento natural) y la vieja ciudad romana de Baelo Claudia, se esconde uno de los mejores restaurantes de Andalucía. Es familiar, se llama Las Rejas y sirve un atún en manteca inigualable, además de pescados del día y sabrosos arroces. De vuelta a la ruta principal, un poco más adelante un nuevo desvío se acerca esta vez hacia la pequeña población de Zahara de los Atunes. Pueblo blanco y marinero con playas kilométricas, dispone de un sinfín de restaurantes. El atún de Casa Juanito, el bao de cangrejo en Ramón Pipi o los satays de atún de la Taberna Trasteo merecen por sí mismos un viaje. Como también una excursión a la playa de El Cañuelo, junto al faro de Camarinal y los sorprendentes búnquers de la Guerra Civil. [caption id="attachment_2081" align="aligncenter" width="1000"] road trip alrededores algeciras Bao de cangrejo en Ramón Pipi.[/caption] El road trip puede seguir entonces por la A-2231 en dirección a Barbate, donde se ubica el exquisito restaurante El Campero y, atravesando el Parque Natural de La Breña, llegar hasta las playas de Caños de Meca para pasear junto al faro de Trafalgar y ver atardecer en la infinita costa de El Palmar. Una penúltima escapada lleva hasta Vejer de la Frontera, pueblo típicamente árabe con un urbanismo laberíntico cuyos secretos se pueden desgranar gracias a las rutas guiadas y cantadas del equipo de Marimantas Vejer. Finalmente, el viaje culmina en Conil de la Frontera (a 80 kilómetros de Algeciras). Es el momento de olvidarse del coche y acercarse a la plaza Puerta de la Villa y pedir un montadito de marrajo en el bar Los Hermanos o unas sardinas ahumadas en Feduchy Tapas. A partir de ahí, lo mejor es adentrarse en el casco histórico de Conil, seguir tapeando en la taberna El Capricho o el verdiblanco Bar Andaluz para seguir luego dejándose llevar por unas calles peatonales llenas de vida, alegría y sentido del humor. Nacho Sánchez | Periodista
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Pedro Bailón: «En máquinas se forman familias muy fuertes»
Historias del mar

Pedro Bailón: «En máquinas se forman familias muy fuertes»

  A Pedro Bailón (Premià de Mar, 1992) el mar siempre le ha llamado la atención y, aunque hubo un tiempo en que dudó entre el trabajo en un buque y el de tierra, la atmósfera de la vida a bordo le cautivó. Actualmente es jefe de máquinas del Ciudad de Mahón, en el que forma parte de un equipo con un engranaje muy sólido.     P. ¿Cómo es el día a día en la sala de máquinas de un buque? R. Cada día es una nueva aventura y un nuevo reto. Siempre tienes experiencias nuevas que te hacen aprender y ser mejor día tras día. La máquina de un barco es un lugar peculiar,  donde nacen y se forman familias muy fuertes. En cada momento tienes a unos cuantos valientes luchando contra los retos que surgen. Más que hablar del día a día, realmente es un constante trabajo en equipo. Cada jornada se rige por unos trabajos de mantenimiento organizados que hacen que el corazón del barco funcione como un reloj suizo. A partir de aquí se reparte el trabajo a cada uno de los integrantes, porque todo suma y un poco de todos es mucho para el área de Máquinas y para el barco. Impera el buen estar, el buen hacer y el compañerismo; se intenta ser lo más profesional posible y estar a la altura de cada situación. En la vida a bordo también es muy importante saber gestionarse el tiempo... especialmente para la gente de Máquinas es muy importante el descanso, porque nunca sabes qué puede pasar.   P. ¿Cuáles son las cualidades de un jefe de máquinas? R. Sobre todo es imprescindible saber mantener los nervios. Si el jefe de máquinas se pone nervioso... lo contagia a todo el equipo. También es fundamental hacer equipo.   P. ¿Qué te motivó a trabajar en el mar y especializarte en Máquinas? R. Tengo una relación estrecha con el mar desde bien pequeño, cuando veraneaba con mis padres en la costa de Tarragona. La motivación de dedicarme al mar surge sobre todo de su inmensidad y de sus ‘cambios de humor’, que siempre me han fascinado. En cuanto a decantarme por  Máquinas, viene de mi inquietud... siempre me ha gustado investigar y conocer cómo funciona cualquier detalle; y qué mejor sitio que una sala de máquinas para saber el cómo, el cuándo y el porqué de todo. Soy un apasionado de la reparación en general y, además, me encanta la  mecánica.     P. ¿Alguna anécdota curiosa o momento que recordar? R. A bordo cada día es una nueva aventura. Pero si tengo que quedarme con algún momento seguro que sería mi primera vez dentro de una sala de máquinas; nunca lo olvidaré. Los olores de combustibles, que acabamos normalizando, y, por supuesto, el ruido. Evidentemente de anécdotas tengo mil y una, pero como digo, Máquinas es una familia y me quedo con todos los momentos difíciles donde entre todos se ha sacado todo adelante.   P. ¿Qué haces cuando estás desembarcado? R. Al final cuando estás en casa intentas hacer todo lo que no te ha dado tiempo durante tu embarque. Me describiría como un todoterreno; tengo varias facetas, pero la que más me define es mi afición por la pesca, a la cual dedico mucho de mi tiempo libre. También me gusta leer y practico mucho deporte. Me encanta pasar tiempo con los míos e intentar dedicarles mis mejores momentos. Además, disfruto mucho yendo a ver a mi equipo preferido al campo, el RCD Espanyol, y sufriendo con éste. También me estoy aficionando a la cocina, pero aún me falta practicar. Y por supuesto salir en moto.     Con el mar cerca Su pasión por el mar y la mecánica hizo que estudiase en la Facultad de Náutica de Barcelona. Ha trabajado en diferentes sitios, tanto a pie de muelle como a bordo, pasando por remolcadores, empresas de mantenimiento y buques de crucero. Pedro es tanto ‘de mar’, que incluso su  tiempo libre lo dedica a otra de sus pasiones, la pesca.      


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Las mejores playas gaditanas
Guías de viajes

Las mejores playas gaditanas

  La costa de Cádiz se enorgullece de contar con algunas de las playas más impresionantes de Europa, paisajes naturales de arena fina y virgen que invitan tanto al relax como a la emoción de deslizarse sobre las olas en una tabla de surf.     Las calas de Roche   Las calas de Roche son como el último sorbo de una buena copa de vino. La costa de Cádiz posee muchos tesoros escondidos capaces de sorprender al visitante, aunque no todos son de fácil acceso. Las calas de Roche son una sucesión de hermosas y pequeñas calas rodeadas de naturaleza y acantilados al norte de Conil. Contemplar el atardecer desde cualquiera de ellas representa una de las experiencias más maravillosas que se puede disfrutar en todo el litoral andaluz.     Una serie de senderos, que parten desde el mismo Conil, bordeando la costa, conducen hasta estas playas en forma de medialuna, difíciles de divisar a simple vista desde la carretera que discurre elevada y paralela al mar. Lo complicado de su orografía es parte de su encanto que, además, se ve fortalecido por su naturaleza efímera, ya que el hecho de poder llegar hasta ellas o gozar de su arena depende por completo del ritmo cadencioso de las mareas. Otro de sus encantos radica en que se han conservado completamente vírgenes, por lo que no disponen de chiringuitos, duchas, aseos o cualquier otro servicio; únicamente naturaleza en estado puro.     Cala Frailecillo, cala Encendida, cala Tío Juan Medina, cala Pato, cala Medina y cala Áspero son la media docena de calas que forman esta espectacular zona del litoral gaditano de apenas 600 metros de extensión. A todas ellas se accede por unas escalinatas excavadas en la roca que descienden desde los acantilados rojizos. Sus vistas son idílicas, el agua siempre cristalina y prácticamente sin oleaje, su olor inconfundible a salitre y, por supuesto, el sonido constante del vaivén de las olas como telón de fondo hacen que uno se sienta como en un cuento de hadas. Ideales para evadirse del mundo y del frenesí diario.        Dunas de Valdevaqueros   La playa de Valdevaqueros, la más bonita de Tarifa, es uno de los pocos lugares vírgenes que quedan en la Costa de la Luz, donde los valles de los ríos desembocan silenciosos en la playa y en la sierra litoral, ajenos al ajetreo de las olas mar adentro donde los amantes del windsurf y del esquí con cometa luchan por subirse a la gran ola. En primera línea de costa, en este edén natural de arena fina, 4 kilómetros de dunas móviles se desplazan al capricho de los vientos engullendo árboles, carreteras y amenazando con sepultar todo aquello que encuentren a su paso.     El médano de Valdevaqueros se formó como consecuencia de las acciones militares llevadas a cabo en la década de los cuarenta, en plena dictadura franquista, para acondicionar los terrenos que daban acceso a los cuarteles de la zona, y para cavar algunas trincheras que impidieran un posible desembarco aliado en la costa. La construcción de un foso de arena alargado paralelo a la costa entre la zona dunar y la orilla del mar, junto con los fuertes vientos de levante desplazaron la arena y provocaron un aumento de la franja dunar que aumenta, imparable, año tras año.    Actualmente, en los días de fuerte viento de levante, la arena invade totalmente la carretera A-2325, en la que habitualmente los turistas curiosos se hacen selfies con las señales de tráfico medio enterradas. Esos días, la vía se vuelve totalmente intransitable y los vecinos quedan incomunicados hasta que las máquinas excavadoras retiran las ingentes cantidades de arena que, a veces, llegan a alcanzar los 30 metros de altura.         Caños de Meca: Faro de Trafalgar   Caños de Meca todavía se asocia a esa imagen de la década de los sesenta en la que ostentaba el título de ser el rincón más hippie de la costa gaditana, frecuentado por bohemios, artistas y, en ocasiones, incluso por algunos de los miembros de la llamada movida madrileña, en busca de esa anhelada libertad. La misma que todavía persiguen hoy en día los que se acercan a este municipio en busca del contacto directo con la naturaleza, el mar, una dieta saludable, atardeceres de película y, sobre todo, la posibilidad de bajar las revoluciones de la vida estresada de las grandes ciudades.      El viento persistente, las dunas doradas y un pasado bucanero envuelven el faro de Trafalgar en una atmósfera misteriosa. Contemplar el atardecer frente a este baluarte histórico de 34 metros de altura representa una auténtica delicia. Solitario ante la inmensidad del océano, el faro se sitúa en una zona repleta de dunas doradas, extensas playas y una vegetación que a veces llega incluso hasta la arena. Una pasarela de madera serpentea por la costa, atravesando acantilados, desde donde se pueden observar infinitos tonos azulados que el océano dibuja según las corrientes. A lo lejos, los surfistas, windsurfistas y kitesurfistas buscan el viento de levante que les haga volar, ajenos al hecho de que hace algo más de 200 años, en este mismo escenario, se libraba la batalla de Trafalgar, un enfrentamiento naval entre la Armada Real Británica y las flotas combinadas de las Armadas francesa y española que tuvo lugar durante la guerra de la tercera coalición. La victoria, por cierto, cayó del lado inglés.     Desde el promontorio del faro, se puede bajar hasta la playa de Trafalgar, una enorme cala virgen de arena fina y dorada que se extiende a lo largo de 2 km desde el cabo hasta la playa de Zahora, al norte.       


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