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Ibiza: mucho más que discotecas
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Ibiza: mucho más que discotecas

Por Texto: JOSEP ÀNGEL COSTA | Fotos: SERGIO CAÑIZARES


Es-Pouetób

Ibiza fue el destino turístico que mejor capeó la crisis del Covid en 2021, cuando las restricciones aún impedían la apertura de los clubs. Sus calas, gastronomía, mercadillos o la riqueza de su acervo cultural, distinguido como Patrimonio de la Humanidad, explican por qué mantuvo su auge en el peor momento.

Con 572 kilómetros cuadrados se puede acceder fácilmente a cualquier punto de la isla. Aun así, uno siempre se queda con ganas de pasar más días para seguir conociendo sus atractivos.

 

Día 1:
09:00

Desayuno en Santa Gertrudis.
Es el corazón de la isla; uno de los pueblos más pintorescos y reconocidos por su oferta gastronómica. Por la noche, el centro peatonal está más que concurrido, pero también es el lugar ideal para un desayuno lejos de la vorágine del turismo. Dos buenas propuestas son el clásico Bar Costa, con sus bocadillos de pan con tomate y embutidos, o el cosmopolita Musset Café, con un brunch variado que incluye opciones veganas.

 

Santa Gertrudis


10:00
El puente del ‘fameliar’.
 En apenas 15 minutos en coche se llega a Santa Eulària des Riu, que recibe su nombre por contar con el único río de Balears. Ahora solo mantiene un canal de agua salobre en su tramo final, pero merece la pena por el paseo que parte del puente viejo, donde la leyenda dice que nace uno de los duendes de la mitología ibicenca, el fameliar.

 

11:00
La iglesia fortaleza.
A pocos metros del puente se erige el Puig de Missa, una colina coronada por el mayor exponente de las iglesias fortificadas que, siglos atrás, servían de refugio ante los  ataques berberiscos.

 

El Puig de Missa, con el Mediterráneo al fondo


12:00
Snorkel en las playas del norte.
El norte de la isla destaca por su costa abrupta, entrecortada por calas de arena y salpicada de islotes. Este paisaje las convierte en lugar privilegiado para disfrutar del snorkel. Un buen ejemplo se encuentra en la bahía de Xarraca, con la cala del mismo nombre, el rincón de S’illot des Renclí y Cala Xuclar.


15:00
Almuerzo junto al mar.
En S’illot des Renclí se encuentra un buen restaurante para degustar el icónico bullit de peix, un guiso marino servido en dos vuelcos con arroz a banda, mientras que la recoleta Cala Xuclar alberga un pequeño chiringuito con pescado fresco.

 

El 'bullit', plato típico ibicenco


18:00
El pueblo de los mercadillos.
Sant Carles fue el epicentro de los hippies y en sus cercanías se encuentran los dos mercadillos emblemáticos de la isla: Punta Arabí, abierto los miércoles, y Las Dalias, un punto de peregrinación todos los sábados y las noches de los lunes, martes y  domingo.


21:00
Para empezar la noche.
Frente a la iglesia de Sant Carles, nos espera Ca n’Anneta, un bar donde se ha detenido el tiempo. Su fama se debe a las tapas populares, montaditos y, sobre todo, un famoso licor de hierbas artesanal.


Día 2:
09:00

Desayuno frente a las murallas.
El Croissant Show es famoso por sus desayunos de bollería francesa frente al Portal de ses Taules, la entrada principal a las murallas renacentistas de la capital de la isla.

 

09:30
Dalt Vila, Patrimonio de la humanidad.
Dentro de la ciudadela, las visitas obligadas son la iglesia de Santo Domingo, la catedral y los siete baluartes. También merece la pena caminar sin rumbo por sus callejuelas y relajarse con un cocktail, un zumo fresco o una buena tapa en S’Escalinata. La escalera de piedra con sus pufs de colores constituye uno de los rincones más fotografiados de Dalt Vila.

 

S’Escalinata, en Dalt Vila, es una excelente opción para tapas y copas


11:30
El cementerio fenicio-púnico.
Tras salir por el Portal Nou, llegamos a las puertas del Museo d’Es Puig des Molins, dedicado a la necrópolis fenicio-púnica más importante del Mediterráneo. La visita incluye un recorrido por los hipogeos, las galerías funerarias excavadas desde el siglo VII a.C.


13:00
Yacimientos arqueológicos.
La ruta histórica se completa con dos yacimientos que merecen la pena por sus enclaves. El poblado fenicio de Sa Caleta, junto a una calita de pescadores, fue el primer núcleo urbano de la isla. A 15 minutos en coche, el asentamiento rural ses Païsses de Cala d’Hort abarca restos púnicos, romanos, bizantinos, y la casa payesa de Can Sorà.


15:00
Almuerzo frente a es Vedrà.
El majestuoso islote de es Vedrà acapara toda la atención hasta Cala d’Hort. Se puede seguir disfrutando de sus vistas con los buenos arroces del Restaurante El Carmen y una tarde de playa.


20:00
Puesta de sol en la bahía de Portmany.
La parte sur de la bahía gana terreno a la hora de  contemplar la puesta de sol gracias a lugares como el chiringuito Es Puetó, el chill out del Kumharas o el nuevo auditorio de Es Caló de s’Oli.


21:30
Cena en la capital gastronómica.
 Sant Antoni se afianzó como meca gastronómica tras obtener Es Tragón la primera de las dos estrellas Michelín que distinguen a los restaurantes de la isla. En el casco antiguo del pueblo destaca el histórico Es Rebost de Can Prats, el gran referente de la cocina autóctona tradicional.

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Pedro Bailón: «En máquinas se forman familias muy fuertes»
Historias del mar

Pedro Bailón: «En máquinas se forman familias muy fuertes»

  A Pedro Bailón (Premià de Mar, 1992) el mar siempre le ha llamado la atención y, aunque hubo un tiempo en que dudó entre el trabajo en un buque y el de tierra, la atmósfera de la vida a bordo le cautivó. Actualmente es jefe de máquinas del Ciudad de Mahón, en el que forma parte de un equipo con un engranaje muy sólido.     P. ¿Cómo es el día a día en la sala de máquinas de un buque? R. Cada día es una nueva aventura y un nuevo reto. Siempre tienes experiencias nuevas que te hacen aprender y ser mejor día tras día. La máquina de un barco es un lugar peculiar,  donde nacen y se forman familias muy fuertes. En cada momento tienes a unos cuantos valientes luchando contra los retos que surgen. Más que hablar del día a día, realmente es un constante trabajo en equipo. Cada jornada se rige por unos trabajos de mantenimiento organizados que hacen que el corazón del barco funcione como un reloj suizo. A partir de aquí se reparte el trabajo a cada uno de los integrantes, porque todo suma y un poco de todos es mucho para el área de Máquinas y para el barco. Impera el buen estar, el buen hacer y el compañerismo; se intenta ser lo más profesional posible y estar a la altura de cada situación. En la vida a bordo también es muy importante saber gestionarse el tiempo... especialmente para la gente de Máquinas es muy importante el descanso, porque nunca sabes qué puede pasar.   P. ¿Cuáles son las cualidades de un jefe de máquinas? R. Sobre todo es imprescindible saber mantener los nervios. Si el jefe de máquinas se pone nervioso... lo contagia a todo el equipo. También es fundamental hacer equipo.   P. ¿Qué te motivó a trabajar en el mar y especializarte en Máquinas? R. Tengo una relación estrecha con el mar desde bien pequeño, cuando veraneaba con mis padres en la costa de Tarragona. La motivación de dedicarme al mar surge sobre todo de su inmensidad y de sus ‘cambios de humor’, que siempre me han fascinado. En cuanto a decantarme por  Máquinas, viene de mi inquietud... siempre me ha gustado investigar y conocer cómo funciona cualquier detalle; y qué mejor sitio que una sala de máquinas para saber el cómo, el cuándo y el porqué de todo. Soy un apasionado de la reparación en general y, además, me encanta la  mecánica.     P. ¿Alguna anécdota curiosa o momento que recordar? R. A bordo cada día es una nueva aventura. Pero si tengo que quedarme con algún momento seguro que sería mi primera vez dentro de una sala de máquinas; nunca lo olvidaré. Los olores de combustibles, que acabamos normalizando, y, por supuesto, el ruido. Evidentemente de anécdotas tengo mil y una, pero como digo, Máquinas es una familia y me quedo con todos los momentos difíciles donde entre todos se ha sacado todo adelante.   P. ¿Qué haces cuando estás desembarcado? R. Al final cuando estás en casa intentas hacer todo lo que no te ha dado tiempo durante tu embarque. Me describiría como un todoterreno; tengo varias facetas, pero la que más me define es mi afición por la pesca, a la cual dedico mucho de mi tiempo libre. También me gusta leer y practico mucho deporte. Me encanta pasar tiempo con los míos e intentar dedicarles mis mejores momentos. Además, disfruto mucho yendo a ver a mi equipo preferido al campo, el RCD Espanyol, y sufriendo con éste. También me estoy aficionando a la cocina, pero aún me falta practicar. Y por supuesto salir en moto.     Con el mar cerca Su pasión por el mar y la mecánica hizo que estudiase en la Facultad de Náutica de Barcelona. Ha trabajado en diferentes sitios, tanto a pie de muelle como a bordo, pasando por remolcadores, empresas de mantenimiento y buques de crucero. Pedro es tanto ‘de mar’, que incluso su  tiempo libre lo dedica a otra de sus pasiones, la pesca.      


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Las mejores playas gaditanas
Guías de viajes

Las mejores playas gaditanas

  La costa de Cádiz se enorgullece de contar con algunas de las playas más impresionantes de Europa, paisajes naturales de arena fina y virgen que invitan tanto al relax como a la emoción de deslizarse sobre las olas en una tabla de surf.     Las calas de Roche   Las calas de Roche son como el último sorbo de una buena copa de vino. La costa de Cádiz posee muchos tesoros escondidos capaces de sorprender al visitante, aunque no todos son de fácil acceso. Las calas de Roche son una sucesión de hermosas y pequeñas calas rodeadas de naturaleza y acantilados al norte de Conil. Contemplar el atardecer desde cualquiera de ellas representa una de las experiencias más maravillosas que se puede disfrutar en todo el litoral andaluz.     Una serie de senderos, que parten desde el mismo Conil, bordeando la costa, conducen hasta estas playas en forma de medialuna, difíciles de divisar a simple vista desde la carretera que discurre elevada y paralela al mar. Lo complicado de su orografía es parte de su encanto que, además, se ve fortalecido por su naturaleza efímera, ya que el hecho de poder llegar hasta ellas o gozar de su arena depende por completo del ritmo cadencioso de las mareas. Otro de sus encantos radica en que se han conservado completamente vírgenes, por lo que no disponen de chiringuitos, duchas, aseos o cualquier otro servicio; únicamente naturaleza en estado puro.     Cala Frailecillo, cala Encendida, cala Tío Juan Medina, cala Pato, cala Medina y cala Áspero son la media docena de calas que forman esta espectacular zona del litoral gaditano de apenas 600 metros de extensión. A todas ellas se accede por unas escalinatas excavadas en la roca que descienden desde los acantilados rojizos. Sus vistas son idílicas, el agua siempre cristalina y prácticamente sin oleaje, su olor inconfundible a salitre y, por supuesto, el sonido constante del vaivén de las olas como telón de fondo hacen que uno se sienta como en un cuento de hadas. Ideales para evadirse del mundo y del frenesí diario.        Dunas de Valdevaqueros   La playa de Valdevaqueros, la más bonita de Tarifa, es uno de los pocos lugares vírgenes que quedan en la Costa de la Luz, donde los valles de los ríos desembocan silenciosos en la playa y en la sierra litoral, ajenos al ajetreo de las olas mar adentro donde los amantes del windsurf y del esquí con cometa luchan por subirse a la gran ola. En primera línea de costa, en este edén natural de arena fina, 4 kilómetros de dunas móviles se desplazan al capricho de los vientos engullendo árboles, carreteras y amenazando con sepultar todo aquello que encuentren a su paso.     El médano de Valdevaqueros se formó como consecuencia de las acciones militares llevadas a cabo en la década de los cuarenta, en plena dictadura franquista, para acondicionar los terrenos que daban acceso a los cuarteles de la zona, y para cavar algunas trincheras que impidieran un posible desembarco aliado en la costa. La construcción de un foso de arena alargado paralelo a la costa entre la zona dunar y la orilla del mar, junto con los fuertes vientos de levante desplazaron la arena y provocaron un aumento de la franja dunar que aumenta, imparable, año tras año.    Actualmente, en los días de fuerte viento de levante, la arena invade totalmente la carretera A-2325, en la que habitualmente los turistas curiosos se hacen selfies con las señales de tráfico medio enterradas. Esos días, la vía se vuelve totalmente intransitable y los vecinos quedan incomunicados hasta que las máquinas excavadoras retiran las ingentes cantidades de arena que, a veces, llegan a alcanzar los 30 metros de altura.         Caños de Meca: Faro de Trafalgar   Caños de Meca todavía se asocia a esa imagen de la década de los sesenta en la que ostentaba el título de ser el rincón más hippie de la costa gaditana, frecuentado por bohemios, artistas y, en ocasiones, incluso por algunos de los miembros de la llamada movida madrileña, en busca de esa anhelada libertad. La misma que todavía persiguen hoy en día los que se acercan a este municipio en busca del contacto directo con la naturaleza, el mar, una dieta saludable, atardeceres de película y, sobre todo, la posibilidad de bajar las revoluciones de la vida estresada de las grandes ciudades.      El viento persistente, las dunas doradas y un pasado bucanero envuelven el faro de Trafalgar en una atmósfera misteriosa. Contemplar el atardecer frente a este baluarte histórico de 34 metros de altura representa una auténtica delicia. Solitario ante la inmensidad del océano, el faro se sitúa en una zona repleta de dunas doradas, extensas playas y una vegetación que a veces llega incluso hasta la arena. Una pasarela de madera serpentea por la costa, atravesando acantilados, desde donde se pueden observar infinitos tonos azulados que el océano dibuja según las corrientes. A lo lejos, los surfistas, windsurfistas y kitesurfistas buscan el viento de levante que les haga volar, ajenos al hecho de que hace algo más de 200 años, en este mismo escenario, se libraba la batalla de Trafalgar, un enfrentamiento naval entre la Armada Real Británica y las flotas combinadas de las Armadas francesa y española que tuvo lugar durante la guerra de la tercera coalición. La victoria, por cierto, cayó del lado inglés.     Desde el promontorio del faro, se puede bajar hasta la playa de Trafalgar, una enorme cala virgen de arena fina y dorada que se extiende a lo largo de 2 km desde el cabo hasta la playa de Zahora, al norte.       


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