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Maó, un puerto abierto al mundo

Por Josep Pons | Periodista


Fiordo natural, gran ría, largo brazo de mar que se abre y prolonga hacia el interior de Menorca, espaciosa bahía mahonesa. Son algunos de los calificativos que transmiten la sensación de espacio, amplitud y belleza natural del puerto de Maó. Con un recorrido que supera los cinco kilómetros desde la bocana –que se abre entre La Mola y San Felipe– hasta la Colàrsega, este accidente natural ha protagonizado los hechos más relevantes de la historia de Menorca. También ha sido la gran puerta abierta hacia la modernidad y el progreso. A Maó debe llegarse por mar, tal como sabe y recomienda acertadamente Baltasar Porcel, porque constituye la mejor forma para conocer un puerto que identifica a la ciudad y define a la isla. El brillo plateado y fosforescente de estas aguas profundas se trunca al paso cadencioso del barco. La historia de Menorca y la evolución de la ciudad de Maó no se entienden sin comprender primero cuál es el significado de su puerto. [gallery columns="2" link="none" size="full" ids="669,668"] La progresiva importancia que adquirió la rada mahonesa durante el XVIII, el siglo más internacional para Menorca, ora británica, ora francesa, ora española, motivó que la isla fuera denominada en los documentos oficiales e identificada en los mapas de la época como Port Mahó, la parte por el todo; una sinécdoque reveladora de la repercusión que llegó a alcanzar en su época de mayor esplendor. Este gran puerto ha irradiado su poderosa influencia en la comarca del levante menorquín y, por ende, en toda la balear menor. Su excepcional configuración lo convierten en refugio seguro para cualquier embarcación, pero cuenta con su particular talón de Aquiles: la bocana, que se transforma en un lugar de gran riesgo para la navegación cuando se cruzan las rachas atemporaladas de la tramontana con el viento de levante. Un paseo en barca, sin prisas, es un placer para los sentidos y constituye la mejor forma para conocer los muchos secretos que esconde el gran fiordo menorquín, el punto más oriental de la Península Ibérica , cruce de rutas entre el sur de Francia, Italia, el norte de África y el levante de España. [gallery columns="2" link="none" size="full" ids="670,666"] Iniciamos nuestro recorrido en la Colàrsega, donde el mar se ha cansado de adentrarse en tierras menorquinas. A la derecha observamos el Passeig de l’Albareda, conocido como S’Hort Nou, donde subsisten las primeras expresiones de la arquitectura de ocio, con edificaciones fechadas el 1785, durante el periodo español entre la segunda y tercera dominación británica de la Isla. Nuestro paseo por las aguas mansas del puerto de Maó nos conduce ahora a la Isla del Rey, denominada también del Hospital, situada en la zona de mayor anchura. Frente a esta isla, con tantas denominaciones y avatares, en la ribera norte del puerto avizoramos la finca de San Antoni, con un espléndido casat de senyor, que llama la atención por su inspiración palatina y su fachada en rojo. Ya enfilamos la bocana del puerto y navegamos a escasa distancia de la isla del Lazareto, que antes era península.  Desde aquí se vislumbraba el horizonte de la bocana del puerto mahonés, hoy vigilado por los edificios militares de La Mola, un monumento excepcional que exige una tranquila visita a pie para descubrir la grandeza y espectacularidad de esta fortaleza. Josep Pons | Periodista
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Avistamiento de cetáceos a bordo de un ferry
Planeta sostenible

Avistamiento de cetáceos a bordo de un ferry

Navegar por el Estrecho es un espectáculo para los sentidos. Sonoro, por las olas del mar que hacen bailar al buque a su son; olfativo, por el olor a brisa marina; pero, sobre todo, visual. El paisaje que presenta la travesía ve incrementada su belleza por las especies marítimas que se pueden descubrir con tan solo pasar un rato mirando el horizonte desde cubierta. Delfines comunes y listados, rocuales comunes, cachalotes… son compañeros habituales de las rutas que realizan los buques de Baleària por el estrecho de Gibraltar. Un entorno que investigadores aprovechan como plataforma científica para realizar censos de especies marítimas a bordo. Observadora avistando. 'Los ferries, medio para estudiar los cetáceos' Gracias al acuerdo alcanzado en 2018 entre la Fundación Baleària, investigadores de la Universidad de Cádiz y la Asociación Ecolocaliza-TE, se han realizado ya 142 avistamientos de más de 3.000 cetáceos entre delfines y ballenas. Estos estudios se enmarcan dentro del proyecto común denominado 'Los ferries, medio para estudiar los cetáceos' y está coordinado por la bióloga marina Alessia Scuderi. "Es importante realizar este tipo de investigaciones ya que aumenta nuestros conocimientos sobre estas especies protegidas permitiendo un monitoreo a largo plazo que cubre todas las temporadas, llevándolo a cabo de forma sostenible a través de los ferries de Baleària", afirma. Cría de un mes de delfín mular. Una vez finalizada la Operación Paso del Estrecho (OPE), la Asociación Ecolocaliza-TE ha reanudado los censos de monitoreo en el que participan voluntarios y voluntarias a bordo del 'Passió per Formentera' o el 'Poeta López Anglada'. "Queremos agradecer la implicación de los tripulantes de los buques involucrados, por la increíble acogida y el interés que demuestran cada vez que nos embarcamos", comenta Scuderi. Delfín común.


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Avistamientos de fauna marina en familia
Planeta sostenible

Avistamientos de fauna marina en familia

Aprender a observar el mar Mediterráneo, conocer a través de la experiencia personal las diferentes especies de fauna marina que en él habitan. Un grupo de empleados de Baleària, junto con familiares y amigos, recientemente pudieron comprobar de primera mano en qué consisten las tareas de observación y conservación del medio marino a bordo del ferry Nápoles. Para muchos jóvenes grumetes también era su primer viaje en barco, por lo que “la experiencia fue doblemente emocionante”, comenta Laia Bort, responsable de Consignaciones de Barcelona.   Esta experiencia es fruto del convenio de colaboración entre la Fundació Baleària y la Generalitat de Catalunya, de tal forma que la naviera pone a disposición de dicha entidad su flota que opera desde Barcelona a Baleares para el estudio de la biodiversidad marina. Cada mes realizan un viaje de avistamiento de media. A continuación te contamos la experiencia que compartieron con empleados de la naviera. Viaje de ida: rumbo a Ibiza La expedición partía un viernes por la noche, desde el Port de Barcelona hacia Ibiza. Los participantes fueron recibidos por el personal de a bordo y se les acomodó en diferentes camarotes. Pasaron la noche navegando y por la mañana tuvieron tiempo de almorzar en Ibiza y descubrir los encantos de Dalt Vila, el casco antiguo de la ciudad, antes de embarcar de nuevo, y aprovechar el viaje de vuelta del mismo buque para realizar la observación durante el día. [caption id="attachment_2145" align="aligncenter" width="1000"] Ricard Gutiérrez, durante la charla divulgativa previa al avistamiento.[/caption] Viaje de vuelta: Aprender a observar el mar. Repartidos en dos turnos, los 20 participantes de este avistamiento recibieron primeramente una charla instructiva sobre la labor que realiza la Generalitat en el estudio y control del número de especies que habitan en el Mediterráneo.  Además, se les explicó las diferentes características de las que comprenden el ecosistema marino autóctono. Una vez adquiridas las nociones básicas, visitaron el puente de mando del Nápoles para realizar la observación. Gracias al buen estado del mar, las medusas, peces luna, delfines rayados y aves marinas se dejaron ver fácilmente provocando el asombro de los asistentes. Pero, además, tuvieron la suerte de poder ver ejemplares que por sus características causan más admiración. Sin duda, las estrellas de la jornada fueron una tintorera (tiburón azul),  que avistó muy cerca del ferry una joven visitante, y dos ejemplares de rorcuales comunes, la segunda ballena más grande del mundo, que se dejaron ver a 30 millas náuticas de la llegada al puerto barcelonés. [caption id="attachment_2154" align="aligncenter" width="1000"] Fumareles comunes migratorios fotografiados durante el avistamiento (foto: Ricard Gutiérrez).[/caption] Durante la jornada, y contando con las sesiones de los dos grupos, se observaron 4 especies de tiburones y túnidos (tintorera, marrajo, pez espada y atunes), 4 de cetáceos (2 rorcuales, 9 calderones grises, un delfín mular y 117 delfines listados), 7 especies de aves marinas (gaviota patiamarilla, pardela balear, fumarel común, gaviota enana, paíño mediterráneo, frailecillo y pardela mediterránea) y 2 aves terrestres migratorias (bisbita arbóreo y golondrina común). “El record anual. No sólo por ‘la mar llana’, como se suele decir en términos marítimos, que hubo ese día, sino también por la precisión de los observadores marinos que demostraron tener conocimientos de los habitantes del Mare Nostrum”, afirma Ricard Gutiérrez, técnico de fauna litoral y marina de la Xarxa de Rescat de Fauna Marina de la Generalitat. [caption id="attachment_2152" align="aligncenter" width="1000"] Delfines avistados durante la jornada (foto: Ricard Gutiérrez).[/caption] Laura Sánchez, Comercial de la zona de Catalunya, quien repetía por segunda vez la expedición en familia, califica la experiencia de “muy gratificante porque ayuda a observar el mar con detenimiento y a conocer las diferentes especies a través de la experiencia vivida”. Además, todos los participantes coincidieron en que es una actividad que permite relacionarse con compañeros de trabajo fuera del ámbito laboral. [caption id="attachment_2150" align="aligncenter" width="1000"] Durante la jornada se avistaron un total de 115 especies.[/caption]


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