Menorca, una isla con pasado británico


No descubro nada si digo que Menorca fue británica durante casi un siglo. Los famosos tratados de Utrecht (1713) y de Amiens (1802) marcaron el inicio y el final de un período, interrumpido por dos dominios breves de franceses y españoles, que resultó ser muy fértil para los menorquines, tanto desde el punto de vista económico como cultural y social. De esos años, vividos intensamente, quedan hoy interesantes referencias en forma de construcciones militares, arquitectura civil, trazados urbanos, costumbres y también vocabulario. Todo ello le da a Menorca un aire diferente, incluso podría decir exótico, que la aleja de sus hermanas baleares. La zona este de la isla es la que concentra un mayor número de testimonios de aquella época. Es Castell, pueblo de origen británico –fue fundado como Georgetown en honor al rey Jorge III- es el mejor exponente. Trazado urbano y edificios construidos siguiendo las pautas de Andrea Palladio, tan presentes en la arquitectura inglesa del siglo XVIII, nos abren una privilegiada ventana al pasado. Son buenos ejemplos del clasicismo constructivo los hoteles Son Granot y Hostal del Almirante. Éste último residencia del célebre almirante Collingwood. También nos transporta a este pasado el Fort Marlborough, curiosa construcción militar excavada en la roca de la vecina Cala Sant Esteve. Recomiendo su visita, como también la de la Torre Stuart, cerca de aquí, una de las once atalayas alzadas por los británicos a lo lago de todo el litoral menorquín. Quizá, eso sí, la más representativa de todas sea la Torre de Fornells. [caption id="attachment_2530" align="aligncenter" width="885"] Torre des Castellar[/caption] Entre las construcciones de uso militar que tienen su origen en el siglo XVIII merece una mención especial el Camí d’en Kane, vía de comunicación que cruzaba la isla de punta a punta y que todavía hoy es transitable en su tramo de Maó a Es Mercadal, donde se mantiene en pie otro ejemplo arquitectónico británico: el aljibe que mandó construir el gobernador Richard Kane. El peso de la herencia británica es especialmente perceptible en Maó. En el puerto destaca el antiguo hospital militar de la Illa del Rei o The Bloody Island, como la conocían los británicos, el Arsenal de La Marina, en la Illa Pinto, o el predio de Sant Antoni, llamado también The Golden Farm; mientras que en el centro de la ciudad son ejemplos interesantes el Principal de Guardia, el Palacio del Gobernador y los cuarteles de la Explanada, además de elementos domésticos como las ventanas de guillotina y los boínders, balcones cerrados con cristales que toman el nombre del inglés bow window. Precisamente, el léxico es otro fiel testimonio del pasado británico de Menorca. Además de la palabra boínder, el menorquín conserva interesantes anglicismos como, por ejemplo, grevi ( gravy, salsa), pinxa ( pilchard, sardina en salaó), xoc ( chalk, guix) o ull blec ( black eye, ull morat). Otra manifestación de la influencia británica es la celebración el 1 de abril del Dia d’Enganar (April Fool’s Day). Dejamos para otro momento el gin, cuyo origen había estado tradicionalmente ligado al Reino Unido pero que, según nuevas hipótesis, podría estar relacionado con Holanda. Pepa Ferri |  Island Mood
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