Refugios en plena naturaleza en Mallorca


En Mallorca, a recorrer el territorio, caminar con empuje, se le llama trescar. Es el verbo de los excursionistas, los que traspasan los límites en busca de la estricta naturaleza. Para ellos, y para los que saben que sólo trescant conoceremos el espectacular patrimonio natural de las Islas, los refugios son el único alojamiento posible. Imagínate dentro del Parque Natural de la Península de Llevant, entrometiéndote por lugares cuyos nombres nos recuerdan el pasado contrabandista de la zona –Corral des Tabac, Camí des Carabiners... tierras agrestes que también fueron de pastores, yegüeros, carboneros y leñadores– hasta llegar a una de las costas mejor conservadas de Mallorca. Tras tres horas trescant, encontrarte un refugio como el de S'Arenalet, perfectamente equipado para 22 personas, y sentarte frente a su chimenea, es un final sin duda feliz. [gallery type="slideshow" size="full" link="none" ids="1544,1543,1542,1540"] El de S'Arenalet es uno de los refugios más demandados: la sensación de haber llegado a la única casa de un lugar remoto es el sentido de este tipo de alojamientos. La mayoría son de titularidad pública –del Govern balear, el Consell de Mallorca y/o los respectivos ayuntamientos– y se ubican en marcos incomparables como la Serra de Tramuntana o el Parque Natural de la Península de Llevant. A éstos, se suman los gestionados por el Obispado o el Moviment Escolta i Guiatge de Mallorca, entre otros. La mayoría de estos refugios se encuentran en los 75 kilómetros de la Serra de Tramuntana. Son edificios que fueron fincas señoriales (S'Alzina y Oguers); refugio de los nevaters, que eran las personas que se dedicaban al almacenamiento de nieve (Son Moragues); casas de pescadores (Gorg Blau) o casetas para guardar las herramientas de los campesinos (La Coma de Binifaldó). También castillos, como la hospedería de Alaró, y santuarios, como los de Cura, Lluc y Montisión, entre otros. Con disparidad de servicios, desde cocina y baños hasta poco más que una mesa, cada vez hay más gente que recurre a este tipo de alojamientos, principalmente por su ubicación y porque son la única forma de conocer a fondo el territorio. Abierto en 2014, el albergue del Parque Nacional de Cabrera es ya uno de los que acumula más reservas, sólo por detrás del de s’Arenalet, en Artà. Está cerrado en diciembre y enero y dispone de 12 habitaciones dobles con baño. Este albergue es la única opción para poder pernoctar en la isla deshabitada más grande del Mediterráneo. Integrado en el Parque Nacional del archipiélago de Cabrera desde que fuera declarado en 1991, la más pequeña de las Baleares ofrece unas vistas sobrecogedoras, tanto en sus 15 km 2 de tierra como en sus aguas, protegidas y por tanto –a diferencia de la isla– pobladísimas aunque de ninguna persona. El transporte hasta y desde la isla no está incluido en el precio de la habitación. Jesús Torné | Periodista

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