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El Mercado de Atarazanas: una experiencia gastronómica

Por Nacho Sánchez | Periodista


Adentrarse en el Mercado de Atarazanas es una aventura. Sea cual sea la hora el ajetreo es tremendo. Pasear por su interior va mucho más allá de una experiencia gastronómica. También sirve para conocer la idiosincrasia local -como la de cantar el nombre de los pescados del día-, para descubrir los puestos más antiguos donde se venden almendras de Alfarnate, para conocer la sabiduría que rezuman muchas fruteras o cómo muchos negocios se han ido adaptando a la cada vez mayor presencia de turistas, cámara fotográfica en mano, ofreciendo granizadas de fruta o los deliciosos higos secos con chocolate. Es el lugar preferido por los malagueños para sus compras diarias y, ahora, también el del turista, que llega con ganas de conocer a fondo los productos con sabor a Málaga. La variedad de climas de la provincia facilita la diversidad en cultivos y huertas y, a través de frutas, verduras, carnes y pescados, se puede realizar un estupendo viaje sin salir de este precioso recinto que fue, originalmente, un astillero construido en el siglo XIV. De hecho, aún conserva un arco nazarí que fue trasladado, piedra a piedra, a unos metros de su ubicación original para su conservación. Además, el edificio cuenta con un gran mosaico compuesto por 108 vidrieras donde están representados los principales símbolos de Málaga, desde su escudo a La Alcazaba, la Catedral o las jábegas. [caption id="attachment_2638" align="aligncenter" width="1000"] Vidriera del mercado de Atarazanas[/caption] En septiembre la huerta de Coín vive uno de sus mejores momentos gracias al tomate. Allí se plantan numerosas variedades entre las que destaca el llamado 'Huevo de Toro', con forma de corazón, pocas semillas y sabor dulce. Basta un trozo acompañado de un buen aceite de oliva virgen extra para degustar uno de los mejores bocados de Málaga. A su lado, destaca el verde de la lechuga malagueña, una variedad local que también procede del Valle del Guadalhorce y ricas calabazas que, igualmente, se cultivan en las cercanías del río más importante de la provincia. El final del verano es también temporada de vendimia, así que en muchos de los puestos del mercado también es fácil encontrar la sabrosa uva moscatel, que viene en su mayoría de la comarca de La Axarquía. Con estas uvas también se elaboran las pasas, que aquí tienen Denominación de Origen. Proceden principalmente de los paseros familiares de El Borge y Almáchar, dos pequeños y bonitos pueblos axárquicos. También posee Denominación de Origen la aceituna aloreña, única en España con dicha distinción. Su hueso flotante y su sabor son sus principales características, así como su tradicional aliño a base de ajo, hinojo, tomillo y pimiento rojo. En uno de los rincones del mercado, un gran puesto las vende en diversas elaboraciones junto a otras muchas más variedades de aceitunas de toda Andalucía. Muy cerca también hay higos y los escasos chumbos que quedan ya en las pocas chumberas de la provincia que han sucumbido ante la cochinilla blanca. [caption id="attachment_2640" align="aligncenter" width="1000"] Aceitunas aloreñas[/caption] De la Axarquía también nacen algunos de los productos que más llaman la atención en los puestos de frutas del Mercado de Atarazanas. El más aplaudido es el mango. Su producción ha crecido como la espuma en los últimos años y alcanzará este año cerca de 20 millones de kilos. Málaga es la única provincia productora de esta fruta en toda Europa. Y también la principal de aguacates, otro producto básico ya de la cocina malagueña que también empieza a verse en los mostradores en la recta final del verano. Quien no falta a la cita con el principio del otoño es la chirimoya, otra de las frutas tropicales de la Axarquía que impregnan de olores variados el mercado de abastos malagueño y que comparten espacio con lichis, frutas de la pasión, nísperos, guayabas, pitahayas, kumquats o papayas según el momento del año. Incluso se puede encontrar alguna caña de azúcar para saborearla a bocados. [caption id="attachment_2636" align="aligncenter" width="1000"] Nísperos en el Mercado de Atarazanas[/caption] Cruzando entre secciones, se llega también a la carne, donde destaca el chivo lechal malagueño, primera carne caprina española asociada a una marca de calidad. También hay numerosos embutidos locales -como la bondiola, hecha en Cortes de la Frontera- y carnes ibéricas procedentes de Benaoján. Muy cerca, paseando por entre los puestos y escuchando a las vendedoras gritar las bondades de sus productos, se llega al área dedicada al pescado. "Jureeeeeles, boqueroooneees", se oye entre el rumor de la multitud. Ambos son pescados tradicionales malagueños que nunca faltan en las pescaderías del Mercado de Atarazanas. Precisamente, septiembre es el mejor momento para consumir el boquerón, que procede del Mar de Alborán y al que Rincón de la Victoria, municipio cercano a Málaga, rinde homenaje durante un fin de semana a finales de mes. En puestos como los de los hermanos Belmán se pueden disfrutar de otras especies de temporada, como los salmonetes que pintan de rosa los mostradores, ejemplares de rape que parecen mirar enfadados y son perfectos para platos como el gazpachuelo malagueño o alguna sardina que aún sirve para un rico espeto aunque ya empiecen los meses con erre. [caption id="attachment_2637" align="aligncenter" width="1000"] Boquerones en un puesto de pescado del mercado[/caption] Además de adquirirlos en las diferentes pescaderías del mercado -donde también hay exquisitos mariscos y otras variedades llegadas de la lonja de Caleta de Vélez- todos estos pescados se pueden saborear en los diferentes puestos gastronómicos que, poco a poco, han ido ganando terreno en el interior del edificio. También sirven raciones de fritura de verduras o sabrosos pinchos de atún. Es la perfecta forma de acabar la visita a un Mercado de Atarazanas que muta a lo largo del año para centrarse, mes a mes, en los mejores productos de temporada. Nacho Sánchez | Periodista
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Los diez sitios más instagrameables de las Baleares
Guías de viajes

Los diez sitios más instagrameables de las Baleares

  Pocos archipiélagos son tan instagrameables como el de Balears. Mallorca, Menorca, Ibiza y Formentera ofrecen rincones de postal, el paraíso para los instagrammers.   Entre acantilados que resguardan calas escondidas, faros que vigilan el horizonte y pueblos detenidos en el tiempo, Balears despliega un encanto difícil de explicar solo con palabras. En estos paisajes, la cámara del móvil deja de ser un simple accesorio tecnológico para capturar instantes que se guardarán para siempre en nuestra memoria. La luz, protagonista  silenciosa, ilumina estas escenas, pero también cuenta una historia y revela la esencia mágica de este  archipiélago mediterráneo.   1. La joya amurallada Dalt Vila (Ibiza) La ciudad alta de Ibiza, declarada Patrimonio de la Humanidad, es un regalo para los amantes de la historia, la arquitectura y el encuadre perfecto. Entrar por el Portal de Ses Taules es abrir la puerta de acceso a siglos de historia y tradición ibicenca. Callejones empedrados, fachadas blancas, puertas de colores y flores que cuelgan de cada balcón. Subir a la catedral lleva su tiempo, pero el esfuerzo tiene su recompensa: una vista panorámica y sin filtros sobre el puerto, los barcos que zarpan hacia Formentera y las azoteas encaladas. Cada rincón de Dalt Vila pide una foto, pero también una pausa.   2. Un balcón al sol del atardecer Mirador de Sa Foradada (Mallorca) Desde Son Marroig, una histórica finca situada entre Valldemossa y Deià, parte el sendero que lleva a uno de los miradores más celebrados de la isla. Sa Foradada, con su emblemático templete de mármol de Carrara, ofrece un contraluz casi teatral al atardecer, un lugar convertido en templo para los creadores de contenidos e instagrammers, sobre todo para los interesados en fotografías de viaje, estilo de vida y bodas. La combinación del mar abierto, el perfil rocoso y el cielo incendiado convierte cada fotografía en una promesa de eternidad. Muchos optan por sentarse en el pequeño bar-mirador y ver el espectáculo con una copa de vino local. Otros bajan hasta el nivel del mar en una ruta más exigente, pero también más íntima. Sea cual sea tu opción, la cámara es casi un requisito.     Valldemossa (Mallorca)     3. Calas hermanas Cala Macarella y Macarelleta (Menorca) Reserva de la Biosfera desde 1993, Menorca guarda rincones donde la huella humana apenas es visible. Macarella y Macarelleta, dos calas vecinas enmarcadas por acantilados calizos y un frondoso pinar, parecen sacadas de una postal. Su entorno bien conservado y sus aguas turquesa las han convertido en iconos del litoral menorquín. El acceso requiere una caminata de unos 40 minutos desde Cala Galdana. Cada paso vale la pena, especialmente si el objetivo es disfrutar y captar la luz, el azul de sus aguas y la arena blanca y fina. Para los amantes de la fotografía, el juego de luces y sombras por la mañana ofrece un espectáculo visual en constante cambio.     Cala Macarella (Menorca)   4. El acantilado al azul infinito Ses Balandres (Ibiza) En la costa noroeste de Ibiza, entre Santa Agnès de Corona y el mar, se esconde un lugar con vistas de ensueño. Este mirador natural, conocido como Ses Balandres, ofrece una de las panorámicas más espectaculares de la isla. Frente al visitante, el azul infinito del Mediterráneo; bajo sus pies, una caída vertiginosa hacia acantilados escarpados y un puñado de islotes que salpican el horizonte. En este espacio singular se respira una tranquilidad que lo convierte en santuario para quienes buscan una Ibiza más salvaje y silenciosa. El mejor momento del día para dejarse hipnotizar por su magia, sin duda, es al atardecer, cuando el cielo se tiñe de fuego.   5. Nostalgia rural Molinos de viento en Sant Francesc (Formentera) Formentera, la más pequeña de las Pitiusas, cuenta con playas infinitas, pero también con un paisaje rural que ha resistido el paso del tiempo. En los alrededores de Sant Francesc, capital pintoresca, silenciosa y luminosa de la isla, los molinos de viento son testigos de otras épocas. Construidos principalmente entre los siglos XVIII y XIX en la zona de Sa Miranda, estos emblemáticos edificios desempeñaron un papel crucial en la molienda de cereales, en una época en la que la agricultura era la base de la economía local. El Molí Vell de la Mola, por ejemplo, ofrece visitas guiadas y una visión muy completa de la antigua vida isleña. Es al amanecer cuando estas construcciones reflejan su mejor luz: las aspas recortadas contra el cielo, los colores suaves del campo y esa atmósfera tranquila que hace que cada foto parezca pensada para tu feed.     Molino de viento en Sant Francesc (Formentera)   6. La cala escondida que todos sueñan Cala Varques (Mallorca) Hay calas que parecen creadas para una imagen única y Cala Varques es uno de esos lugares que quedarán en tu memoria. Alejada de urbanizaciones y del bullicioso ruido, protegida por un bosque y flanqueada por acantilados, esta playa virgen situada en la costa este de Mallorca (Manacor) conserva su esencia más salvaje. Los visitantes no encontrarán chiringuitos, tampoco hamacas o caminos asfaltados, solo un paisaje natural para tu deleite a media hora de caminata entre pinos y tierra rojiza. Una vez allí, quedarás atrapado por la belleza de un entorno irrepetible. Con aproximadamente 70 metros de longitud y 50 metros de anchura, esta playa de arena blanca y aguas cristalinas está rodeada de acantilados bajos y un frondoso bosque de pinos, lo que le confiere un entorno natural y aislado. Puedes capturarla desde la arena, buscando encuadres íntimos entre pinos y rocas; desde el mar, accediendo en barco para obtener panorámicas únicas del litoral; o incluso a vista de dron, donde la cala revela toda su geometría natural y su contraste de colores.   7. Un salto al vacío y al horizonte Pont d’en Gil (Menorca) En la costa oeste de Menorca, cerca de Ciutadella, se encuentra esta formación rocosa que parece trazada con escuadra y compás. Un arco natural de piedra caliza que se precipita sobre el mar como si fuera una pasarela secreta hacia el infinito. El lugar ha ganado popularidad entre los que buscan atardeceres menos convencionales. Los últimos rayos de sol se cuelan bajo el arco y tiñen el agua de reflejos dorados. Accesible en coche y luego a pie, también se puede explorar en kayak. Un rincón perfecto para los que quieren sorprender a sus seguidores.   8. El Caribe sin pasaporte Playa de Ses Illetes (Formentera) Ses Illetes es una de esas playas que no necesita filtros. Arena fina y blanca, aguas de color turquesa y una lengua de tierra que parece flotar entre dos mares. No en vano es considerada entre las mejores playas del mundo. Está situada en el Parque Natural de Ses Salines, y su acceso está regulado para proteger el entorno. Lo ideal es llegar en bicicleta o a pie desde el puerto de La Savina. El paseo es, sin duda, parte de la experiencia. Desde el extremo de la playa, se pueden tomar fotos que parecen montajes: horizonte azul, barquitos dispersos y el islote de Espalmador de fondo.     Playas de Ses Illetes (Formentera)     9. Belleza de piedra y silencio Valldemossa (Mallorca) El alma de la sierra de Tramuntana es Valldemossa. Este pequeño pueblo mallorquín, de piedra dorada y calles empedradas, es pura poesía arquitectónica. Sus fachadas adornadas con macetas y azulejos devocionales, las persianas verdes, las puertas robustas y los tejados de teja antigua conforman un escenario que atrapa. Valldemossa fue refugio de artistas, escritores y músicos como Frédéric Chopin, George Sand, Rubén Darío, Unamuno y Azorín, y su legado aún resuena entre los muros de su Cartuja, mandada construir por el rey Sancho I en el siglo XIII. Para los fotógrafos, el momento mágico llega con las primeras luces de la mañana o justo antes del anochecer, cuando el pueblo se vacía y recupera la calma.     10. El fin del mundo balear Faro de Cap de Barbaria (Formentera) En el sur de Formentera, la carretera se estrecha hasta convertirse en una línea que se pierde en el horizonte. Al final, sobre un promontorio que cae al mar, se levanta el faro de Cap de Barbaria. El camino es tan fotogénico como el faro mismo: una recta flanqueada por campos secos, muros de piedra y silencio. Al atardecer, la luz lo cambia todo: el cielo se llena de color, los contornos se suavizan y cada ángulo pide una instantánea. Es uno de esos momentos en los que solo tienes que apretar el botón de la cámara de tu móvil y dejar que el paisaje haga el resto.     Faro de Cap de Barbaria (Formentera)  


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Carlos Arrillaga: «Queremos alcanzar e incluso superar los objetivos depositados en esta nueva línea»

  Carlos Arrillaga Rejano ha cumplido la mayoría de edad a bordo de Baleària como Coordinador de Embarque de nuestra nueva ruta entre Tarifa y Tánger Ville.   A lo largo de 18 años, nos ha acompañado a través de los departamentos de Operaciones, Taquillas y control de vehículos en Algeciras. Hoy queremos conocer un poco más cómo ha vivido el reto mayúsculo de abrir una nueva línea tan esperada como esta.   P. ¿Qué ha supuesto a nivel personal y profesional la apertura de la línea Tarifa-Tánger Ville? Profesionalmente está suponiendo un reto importante para mí, el cual estoy asumiendo con muchas ganas e ilusión. Es una gran oportunidad y me siento muy afortunado de poder estar trabajando para que todo salga bien. En el ámbito personal, resido en Tarifa y poder trabajar cerca de casa es muy gratificante.    P. ¿Cuál ha sido el mayor desafío logístico en la puesta en marcha de esta nueva ruta en el puerto de Tarifa? Coordinar la operativa propia de los embarques y funcionamiento diario, con la formación simultánea del personal de nueva incorporación y atender todas las necesidades propias de la delegación. Gracias al esfuerzo y colaboración de todas las personas y departamentos implicados está saliendo todo bien. En muy pocos días se ha conseguido tener completamente operativa la delegación.   P. ¿Cómo se coordina el trabajo entre el equipo en tierra, el barco y los servicios portuarios para que cada escala sea eficiente? Es muy importante y necesaria la comunicación y la previsión. Este es un puerto pequeño, pero con gran afluencia de pasajeros. Por eso es imprescindible que la comunicación sea constante y fluida. Existe mucha implicación por parte de todos los actores involucrados, colaborando en el buen funcionamiento de todos los servicios portuarios, así como las escalas de los buques.   P. ¿Qué aprendizajes te llevas de esta puesta en marcha que podrían aplicarse a futuras aperturas de rutas? Lo importante que es el trabajo en equipo, la colaboración de todos los departamentos implicados y la comunicación. Así como poder dar oportunidad a las personas de implicarse en nuevos proyectos.   P. ¿Qué sensación tienes al ver esta ruta ya operativa después del trabajo de preparación? Estoy muy contento y orgulloso. Hemos conseguido en poco tiempo hacer un buen equipo de personas. Y esperando que sigamos creciendo en esta nueva ruta para alcanzar, o incluso superar, los objetivos depositados en esta nueva línea.  


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