Carla Simón: «El público siente el amor y la pasión que invertimos en producir una película»

Por Enric Abenoza. Fotos: Agencia Carla Simón


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El cine español no pasa de moda. En 2022 vivió uno de sus momentos culmen del siglo XXI cuando Carla Simón (Barcelona, 1986) alzó el Oso de Oro del Festival de Berlín por la película Alcarràs y se convirtió así en la primera directora española en conseguir uno de los reconocimientos europeos más prestigiosos dentro del sector audiovisual.

La directora y guionista ha demostrado que encabeza la representación de una nueva generación de cineastas nacionales desde que debutara en 2017 por todo lo alto en la gran pantalla con su primera obra prima Estiu 1993, y lo ha vuelto a hacer siendo fiel a una mirada y sensibilidad independiente: inspiración en la memoria familiar, reivindicación de la tradición y el orgullo de las raíces de las personas, actores amateurs y máxima prudencia y delicadeza con el reflejo de los sentimientos y las emociones.


P. ¿Qué le dice la palabra ‘cine’?

R. Mi vida. Mi pasión. Todo a la vez. Cine es todo lo que hago, todo en lo que pienso y todo lo que miro. Es mi mayor placer porque, cuando no estoy escribiendo o produciendo, no hay nada que disfrute más que ver películas o cortometrajes. Además, para mí, hacer películas es una manera de estar en el mundo y una forma de compartir mi mirada sobre las cosas. También es una vía de expresión para mi curiosidad y experimentación. Me permite enseñar cómo me fijo en cosas que no me fijaría si no estuviese pensando todo el día que muchas situaciones deberían estar en una de mis películas.


P. ¿Dónde nace esta pasión?

R. La vida misma. Me crie en una casa de campo donde no veíamos mucho la televisión, y películas todavía menos. Como mucho, recuerdo algunos clásicos de Disney y varias míticas de Buster Keaton, que ponía mi padre. Todo viene del instituto. Recuerdo que una profesora nos encargaba semanalmente trabajos de análisis y críticas sobre ciertas películas para luego compartir sensaciones con los compañeros. En ese momento empecé a descubrir el poder del cine: no solo se trata de explicar historias, sino de todo el trasfondo que esconden las personas, las situaciones y los escenarios. Especialmente, me atraía por la capacidad que tiene de generar ideas y reflexiones sobre el ser humano, la sociedad, e incluso cuestiones filosóficas.

Hay que añadir que siempre me había sentido atraída por el arte en su sentido más amplio y general. Lo mejor del cine es que conserva un poco de literatura en el desarrollo de guion, teatro en la interpretación, música en la ambientación, arquitectura en el diseño de escenarios, fotografía y pintura en la selección de planos. Es el arte más completo.


P. ¿Y cómo se pasa de hacer críticas en clase a dirigir películas galardonadas en España, Europa y con nominaciones internacionales?

R. No me lo imaginaba, ni incluso tenía como objetivo hacer películas que viese tanta gente como la que ha acabado viéndolas. Simplemente yo sentía la necesidad de explicar ciertas cosas y me siento muy afortunada que hayan llegado tan lejos.

Es un proceso muy largo. Comencé estudiando Comunicación Audiovisual porque no podía permitirme el coste de una escuela de cine. Esto me hizo aprender muchas cosas que de otra manera no habría hecho. En la facultad vi mucho cine, iba casi cuatro veces a la semana al cine, alquilaba películas casi a diario, hasta que me animé y solicité una beca para estudiar en Londres. Considero que allí es donde empecé a aprender. Era una escuela de cine muy práctica y enfocada a la profesión y al sector. El sitio donde encontré lo que quería explicar. Al ser un ambiente internacional, ahondaban mucho en la idea de ser fieles a nuestras raíces, la familia, ser capaces de generar nuestro propio ADN en base a nuestra identidad y cultura.

El salto a la gran pantalla fue muy rápido porque una productora me animó a escribir y desarrollar mi primer largometraje, y justo al acabar la escuela ya empezamos con el rodaje de Estiu 1993. El mayor éxito de la película fue ganar confianza para seguir haciendo películas, que es lo que me encanta.

 


P. Y llega Alcarràs, con el mismo trato íntimo, costumbrista y local, y lleva su cine al siguiente nivel. ¿Cómo ha vivido este último año?

R. Ha sido una locura. Entre la película, los viajes, el nuevo cortometraje (Carta a mi madre para mi hijo) y la maternidad, ha sido muy intenso y bonito a la vez. Tenía tantas ganas de vivirlo, como
ahora tengo de que llegue la calma, relajarme y pasar más tiempo en casa con los míos. Estoy muy contenta, pero también muy agotada emocionalmente. Sin embargo, volviendo a la escritura, tenía un guion por acabar desde 2020, así que he aprovechado este parón para volver a conectar. La calma ya llegará.
 

P. A sus 35 años, ya no tiene estanterías para tantos galardones: el Goya novel, el Sant Jordi, el Feroz, el Gaudí, el Platino…¿cuál es la fórmula del éxito?

R. Si existiese imagino que todos la seguiríamos. A mí lo que me apasiona es que las películas tengan personalidad y tengan alma. Mi forma de hacer cine es muy artesanal y requiere mucho cariño y atención a los detalles en cada fase del proceso creativo, de redacción, producción,
etc. Yo confío mucho en que la pasión y el amor que uno vierte sobre una película acaba llegando al público. Pero esto no es garantía de nada. Por eso me siento muy afortunada que mis historias y mi sensibilidad en la forma de explicarlas hayan conectado de verdad con tanta gente.


P. Algún referente o influencia habrá tenido en este camino…

R. Me siento muy próxima al neorrealismo italiano, muy cercana al documental, con actores amateurs y la cámara muy cerca de los personajes. Si pienso en directores, me traslado a las piezas de Lucrecia Martel y Claire Denis, o bien con Víctor Erice, especialmente por cómo retrata la infancia.


P. ¿Existe un nuevo género llamado ‘Carla Simón’? ¿Cómo define su estilo?

R. Cada proyecto debe tener su propia personalidad. Me encantan los retos. No me gusta explicar las cosas de la misma forma. Soy de las personas que no se cansan de curiosear y experimentar. Es cierto que algo que me emociona de verdad y que creo que siempre estará intrínseco en mis obras es ese toque tan realista, que parece que las cosas pasen por delante de la cámara casi por naturalidad. Es un detalle con el que me siento muy identificada y que me emociona muchísimo.

 


P. El cine español está plagado de talento femenino.

R. Sin duda estamos viviendo un momento de reaparición histórica. Estamos en un camino hacia la paridad, donde cada vez hay más mujeres, se tratan temas que antes no se abordaban y aparecen miradas más desacomplejadas y plurales. Parece mentira que todavía estemos instalados en la discusión y la defensa de la igualdad de oportunidades en materia de género, pero hay que aceptar que queda mucho por hacer y debemos reivindicar ciertos aspectos para que las próximas generaciones no deban responder a cuestiones del pasado.


P. Sus películas abordan los sentimientos de forma extremadamente natural. ¿Cómo se consigue apelar a las emociones sin caer en romanticismos?

R. Un retrato es un retrato y el folklore es folklore. La clave es saber combinarlos intrínsecamente en la historia de la misma manera que forman parte de nuestra vida. Lo más complicado es encontrar la medida justa y adecuada sin excederse en ornamentaciones ni exageraciones. Las cosas sencillas son las que conectan más fácilmente con las personas.
Lo digo porque soy de las que me siento engañada cuando veo que una película me está conduciendo forzosamente a sentir cierta emoción o sentimiento. Para mí es muy importante tratar al espectador como alguien inteligente, al que invito a emocionarse en cierto punto sin inducirlo. Prefiero abordar las emociones de una forma sutil desde el planteamiento inicial del guion, de cada secuencia e incluso de cada plano. Es uno de los aspectos donde nos entregamos y centramos más durante el rodaje.


P. ¿Qué tiene Alcarràs como para haberse convertido en una película de éxito?

R. El denominador común de la película es que todo pasa en una familia. Y todos, quienes más y quienes menos, tenemos una. Y en la película cada uno puede encontrar la persona o la situación con la que sentirse identificado. También hay el aspecto de que gira en torno a una profesión
tan milenaria y tradicional como es la agricultura, un sector especialmente arraigado a la sociedad, de oriente hasta occidente, y que pasa por un momento de crisis fruto del éxodo y la despoblación
rural y la concentración en grandes urbes. A todo ello, hay que sumarle un gran concepto que emerge desde este siglo que es la expansión de las energéticas y la ambivalencia del concepto sostenibilidad.


P. La sostenibilidad está muy intrínseca en tus películas.

R. Nos encontramos en un momento donde hablar de sostenibilidad es algo imprescindible. Está presente en absolutamente todos los ámbitos. En el caso de Alcarrás tratamos de plantear un dilema más lícito y complejo para entender la sostenibilidad como algo más global: ¿cómo hacemos esta transición en España? ¿qué efectos colaterales tiene? ¿a qué precio? El modelo de hacer agricultura en familia nos acompaña desde el neolítico, es el oficio más antiguo que existe. Es tan sostenible mantener un terreno donde se desarrolla de forma orgánica y natural, como insostenible permitir que todo este trabajo caiga en manos de alguien ajeno que viene a ofrecer un bien común mayor a base de expropiarte.


P. ¿Qué es de lo que te sientes más orgullo de Alcarràs?

R. La coralidad ha sido lo más complejo. El ejercicio de descentralizar la atención, repartiendo protagonismos entre los personajes.


P. ¿Cuál es el futuro de Carla Simón?

R. Me imagino haciendo películas. Tenemos un proyecto en marcha que queremos rodar el año que viene, otro por otro lado más a largo plazo. Busco la calma, pero el cuerpo siempre me pide más.

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