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Es Vedrà, un islote mítico
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Es Vedrà, un islote mítico

Por Xescu Prats | Periodista


 

No hay horizonte más sobrecogedor en Ibiza que el protagonizado por el islote Es Vedrà, en la costa de poniente de la isla.

 

Esta irregular pirámide de roca maciza y superficie cambiante, que alterna el manto verde de los arbustos con el fulgor gris de la caliza desnuda, rivaliza en altura con el resto de la isla. Sus 382 metros se elevan por encima de la mayor parte de los montes –el más grande es Sa Talaia de Sant Josep, con 475 m.– y, al estar a menos de dos kilómetros de la costa, produce la sensación de contemplar una cordillera que emerge en medio del mar.

 

La inmensidad de la roca sobre todo apabulla cuando se voltea por mar, aunque desde tierra hay innumerables enclaves para observarla que también resultan conmovedores. El más extraordinario, sin duda, es la torre de defensa des Savinar (siglo XVIII), en las inmediaciones de la playa de Cala d’Hort. Esta fortaleza, construida en un nido de águilas sobre el acantilado más próximo al islote, conforma la postal más representativa de Ibiza.

 

 

Es Vedrà, sin embargo, es mucho más que una simple roca. Está envuelto por una espiritualidad que no se reproduce en ningún otro islote del litoral pitiuso. Desde la Edad Media fue utilizado por sus propietarios –aún pertenece a varias familias locales– para criar cabras, que crecían salvajes desafiando la gravedad desde los riscos que conforman su empinada estructura. En 2016, la mayor parte de ellas fueron exterminadas por funcionarios de Medio Ambiente del Govern Balear, que sostienen que su presencia es intensamente nociva para varios endemismos que proliferan entre sus afiladas rocas. Esta decisión originó una intensa polémica en Ibiza, dejando a la sociedad dividida. Algunos rumiantes, sin embargo, sobrevivieron a las balas, volvieron a criar y aún se discute qué hacer con ellos.

 

Es Vedrà como mito nace en el siglo XIX, cuando el carmelita descalzo Francisco Palau se refugió en la localidad ibicenca de Es Cubells, tras ser expulsado de una parroquia de Barcelona por enaltecer a los obreros con sus ideas revolucionarias. Palau decidió convertirse en ermitaño durante distintos periodos de tiempo, refugiándose en la radical soledad que le proporcionaba una cueva próxima a la cumbre de Es Vedrà, donde solo había cabras salvajes y unas insólitas lagartijas azules. El fraile dejó por escrito todas las peripecias acontecidas durante sus reclusiones, que incluían la visión de extrañas luces brillantes, que él identificó con apariciones marianas.

 

 

La mística se aceleró con el desembarco del movimiento hippie en la isla. Las teorías esotéricas relacionadas con Es Vedrà proliferaron como un inevitable mantra que se propagaba entre todos los recién llegados y empujaba a contemplarlo un día tras otro. En aquellos tiempos se hablaba de presencia de ovnis, de cierto magnetismo capaz de despistar a los pájaros y afectar a los instrumentos de navegación, de vértice de un triángulo similar al de las Bermudas que conformaría con el peñón de Ifach y la costa suroeste de Mallorca… Incluso varios buceadores manifestaron escuchar potentes estruendos durante sus inmersiones junto al islote y ver cómo bancos enteros de peces se desperdigaban al producirse. El islote, asimismo, también ha ejercido como potente imán de artistas. Son muchos los que han tratado de capturar su belleza en lienzos y músicos y escritores, como Mike Oldfield o Lucía Etxebarría, le han dedicado portadas de libros y discos.

 

Más allá de esoterismos y supersticiones, Es Vedrà compone un paisaje ineludible para toda persona que habite o visite Ibiza. Y cierta magia debe de tener, porque por muchas veces que uno lo observe, este monumento tectónico siempre vuelve a atraparte.

 

 

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Avistamiento de cetáceos a bordo de un ferry
Planeta sostenible

Avistamiento de cetáceos a bordo de un ferry

Navegar por el Estrecho es un espectáculo para los sentidos. Sonoro, por las olas del mar que hacen bailar al buque a su son; olfativo, por el olor a brisa marina; pero, sobre todo, visual.   El paisaje que presenta la travesía ve incrementada su belleza por las especies marítimas que se pueden descubrir con tan solo pasar un rato mirando el horizonte desde cubierta. Delfines comunes y listados, rocuales comunes, cachalotes… son compañeros habituales de las rutas que realizan los buques de Baleària por el estrecho de Gibraltar. Un entorno que investigadores aprovechan como plataforma científica para realizar censos de especies marítimas a bordo.     Observadora avistando     Los ferries, medio para estudiar los cetáceos Gracias al acuerdo alcanzado en 2018 entre la Fundación Baleària, investigadores de la Universidad de Cádiz y la Asociación Ecolocaliza-TE, se han realizado ya 142 avistamientos de más de 3.000 cetáceos entre delfines y ballenas. Estos estudios se enmarcan dentro del proyecto común denominado 'Los ferries, medio para estudiar los cetáceos' y está coordinado por la bióloga marina Alessia Scuderi. «Es importante realizar este tipo de investigaciones ya que aumenta nuestros conocimientos sobre estas especies protegidas permitiendo un monitoreo a largo plazo que cubre todas las temporadas, llevándolo a cabo de forma sostenible a través de los ferries de Baleària», afirma.     Cría de un mes de delfín mular     Una vez finalizada la Operación Paso del Estrecho (OPE), la Asociación Ecolocaliza-TE ha reanudado los censos de monitoreo en el que participan voluntarios y voluntarias a bordo del Passió per Formentera o el Poeta López Anglada. «Queremos agradecer la implicación de los tripulantes de los buques involucrados, por la increíble acogida y el interés que demuestran cada vez que nos embarcamos», comenta Scuderi.     Delfín común


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Avistamientos de fauna marina en familia
Planeta sostenible

Avistamientos de fauna marina en familia

  Aprender a observar el mar Mediterráneo, conocer a través de la experiencia personal las diferentes especies de fauna marina que en él habitan.   Un grupo de empleados de Baleària, junto con familiares y amigos, recientemente pudieron comprobar de primera mano en qué consisten las tareas de observación y conservación del medio marino a bordo del ferry Nápoles. Para muchos jóvenes grumetes también era su primer viaje en barco, por lo que «la experiencia fue doblemente emocionante», comenta Laia Bort, responsable de Consignaciones de Barcelona.   Esta experiencia es fruto del convenio de colaboración entre la Fundació Baleària y la Generalitat de Catalunya, de tal forma que la naviera pone a disposición de dicha entidad su flota que opera desde Barcelona a Baleares para el estudio de la biodiversidad marina. Cada mes realizan un viaje de avistamiento de media. A continuación te contamos la experiencia que compartieron con empleados de la naviera.     Viaje de ida: rumbo a Ibiza La expedición partía un viernes por la noche, desde el Port de Barcelona hacia Ibiza. Los participantes fueron recibidos por el personal de a bordo y se les acomodó en diferentes camarotes. Pasaron la noche navegando y por la mañana tuvieron tiempo de almorzar en Ibiza y descubrir los encantos de Dalt Vila, el casco antiguo de la ciudad, antes de embarcar de nuevo, y aprovechar el viaje de vuelta del mismo buque para realizar la observación durante el día.     Ricard Gutiérrez, durante la charla divulgativa previa al avistamiento     Viaje de vuelta: Aprender a observar el mar Repartidos en dos turnos, los 20 participantes de este avistamiento recibieron primeramente una charla instructiva sobre la labor que realiza la Generalitat en el estudio y control del número de especies que habitan en el Mediterráneo. Además, se les explicó las diferentes características de las que comprenden el ecosistema marino autóctono. Una vez adquiridas las nociones básicas, visitaron el puente de mando del Nápoles para realizar la observación. Gracias al buen estado del mar, las medusas, peces luna, delfines rayados y aves marinas se dejaron ver fácilmente provocando el asombro de los asistentes. Pero, además, tuvieron la suerte de poder ver ejemplares que por sus características causan más admiración. Sin duda, las estrellas de la jornada fueron una tintorera (tiburón azul),  que avistó muy cerca del ferry una joven visitante, y dos ejemplares de rorcuales comunes, la segunda ballena más grande del mundo, que se dejaron ver a 30 millas náuticas de la llegada al puerto barcelonés.     Fumareles comunes migratorios fotografiados durante el avistamiento (foto: Ricard Gutiérrez)     Durante la jornada, y contando con las sesiones de los dos grupos, se observaron 4 especies de tiburones y túnidos (tintorera, marrajo, pez espada y atunes), 4 de cetáceos (2 rorcuales, 9 calderones grises, un delfín mular y 117 delfines listados), 7 especies de aves marinas (gaviota patiamarilla, pardela balear, fumarel común, gaviota enana, paíño mediterráneo, frailecillo y pardela mediterránea) y 2 aves terrestres migratorias (bisbita arbóreo y golondrina común). «El record anual. No solo por ‘la mar llana’, como se suele decir en términos marítimos, que hubo ese día, sino también por la precisión de los observadores marinos que demostraron tener conocimientos de los habitantes del Mare Nostrum», afirma Ricard Gutiérrez, técnico de fauna litoral y marina de la Xarxa de Rescat de Fauna Marina de la Generalitat.     Delfines avistados durante la jornada (foto: Ricard Gutiérrez)   Laura Sánchez, Comercial de la zona de Catalunya, quien repetía por segunda vez la expedición en familia, califica la experiencia de «muy gratificante porque ayuda a observar el mar con detenimiento y a conocer las diferentes especies a través de la experiencia vivida». Además, todos los participantes coincidieron en que es una actividad que permite relacionarse con compañeros de trabajo fuera del ámbito laboral.     Durante la jornada se avistaron un total de 115 especies


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