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Melilla, en dos días
Por Nacho Sánchez | Periodista |
Melilla es especial. Un lugar tan único como particular. Donde la mezcla de culturas se hace evidente en cada rincón. Y con mucho que ofrecer. Sobre todo a nivel cultural, ya que cuenta con un interesante patrimonio, ubicado fundamentalmente en la imponente Melilla La Vieja. Un recinto fortificado que es, sin duda, el mayor atractivo de la Ciudad Autónoma. Por eso, un fin de semana en Melilla debe arrancar en la mañana del sábado por las callejuelas que atraviesan la enorme muralla. La Puerta de la Marina da acceso a un viaje en el tiempo entre baluartes y cañones, pero también a la posibilidad de conocer la historia de la localidad a través de diferentes espacios museísticos. El Centro de Interpretación es un buen lugar para empezar, aunque uno de los lugares más interesantes es el Museo de Arqueología e Historia, ubicado en unos viejos almacenes del siglo XVIII y donde se puede descubrir la huella dejada por las diferentes civilizaciones que han pasado por este rincón del continente africano. [caption id="attachment_2704" align="aligncenter" width="1000"] Cuevas del Conventico.[/caption] Un poco más arriba se ubica el Museo Andrés García Ibáñez de Arte Moderno y Contemporáneo y, a tan solo unos metros, el Museo de Arte Sacro. Este recinto cuenta además con una sorpresa en su interior: las llamadas Cuevas del Conventico. Se trata de una serie de túneles que combinan zonas naturales con otras excavadas donde se refugiaba la población en caso de ataque. Hoy suponen un interesante paseo bajo tierra que culmina con la preciosa estampa de la Cala de Trápana, de aguas turquesas y conchas marinas. La imagen del imponente Arco Parabólico da una composición aún más especial a un lugar únicamente accesible por las cuevas o el mar. Finalmente, junto al bonito Faro de Melilla, el Museo Militar ofrece una coqueta colección y una serie de miradores panorámicos sobre la ciudad, con la Ensenada de los Galápagos en primer término y enmarcada por el antiguo presidio y la vieja Plaza de Armas. Hasta allí se puede llegar a través de otra de las puertas del antiguo corazón melillense, hasta que el paseo desemboca en la Plaza de las Cuatro Culturas. Un monumento que rinde homenaje a la buena convivencia entre personas de religión católica, musulmana, judía e hindú que residen en Melilla. La mañana se habrá esfumado entonces y será el momento del primer acercamiento a la gastronomía local. Allí mismo se ubica el Bar Sevilla, con uno de los mejores pinchitos morunos de la ciudad y una terraza que, con buen tiempo, invita a quedarse. Pero como el tapeo es una de las mejores cosas que hacer en Melilla, merece la pena seguir una ruta que se detenga en lugares como La Cervecería o Entrevinos. El punto final lo puede poner Casa Sadia. [caption id="attachment_2701" align="aligncenter" width="1000"] Tapa en la Cervecería.[/caption] Todos estos establecimientos se ubican en el centro de la nueva ciudad, la mejor zona para pasar la tarde. Sus dos avenidas principales son las del Ejército Español y la de Juan Carlos I. Ambas nacen en la enorme Plaza de España, como también lo hace el parque Hernández, y conforman el denominado Triángulo de Oro del modernismo. Es quizás una de las características más interesantes y curiosas de una localidad que cuenta con unos 900 edificios de este estilo arquitectónico. Lo más imponentes los diseñó Enrique Nieto, arquitecto discípulo de Gaudí, que llevo a Melilla este tipo de construcciones a comienzos del siglo XX y convirtió al municipio en el mayor exponente nacional tras Barcelona. Existen numerosos edificios modernistas, como el edificio de El Telegrama del Rif, el de la Cámara de Comercio o la llamada Casa de los Cristales. También tienen este estilo la Sinagoga Yamín Benarroch y la Mezquita Central. Con la llegada de la noche, es más que recomendable acercarse hasta la zona sur para visita el restaurante El Caracol Moderno, donde probar algunos de los mejores platos de la cultura árabe en la ciudad. Couscous, tajine o pastelas son tres estupendas opciones, como también cualquiera de las muchas opciones de la carta, que también incluye mariscos y pescados. Un té moruno tras el postre es una tradición que no se puede olvidar. Un paseo por la playa pone un perfecto punto y final al día, como también tomar algo en alguno de los establecimientos del Puerto Noray para alargar la noche del sábado. [caption id="attachment_2703" align="aligncenter" width="1000"] Avenida del Ejército Español.[/caption] Al día siguiente, cualquiera de las playas de la zona sur de Melilla son perfectas para un chapuzón, ya sea la de los Cárabos, la del Hipódromo o la de la Hípica. Arena limpia y dorada, una hamaca y una sombrilla conforman un gran plan para sentir la brisa marina y el sol del norte de África. El paseo marítimo cuenta con diversos negocios donde saborear el mejor pescado local, entre los que destaca el restaurante Miguel Benítez, con estupendos arroces, frituras y parrilladas. Un café en la confitería Montemar, acompañado de exquisitos dulces árabes, y un paseo por el Fuerte Victoria son el complemento ideal para la tarde del domingo. También las compras: un rincón imperdible es la calle Pablo Vallesca, cerca de la Plaza de las Cuatro Culturas, donde varios bazares ofrecen numerosos productos de inspiración árabe. Si hay tiempo, merece la pena tapear de nuevo para seguir probando algunos bocados característicos de Melilla en lugares como Casa Marta o La Cantina para acabar la visita a Melilla con el mejor sabor de boca. Nacho Sánchez | Periodista
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