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Cultura inmaterial: fiestas y tradiciones de las Baleares
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Cultura inmaterial: fiestas y tradiciones de las Baleares

Por Jesús Torné. Fotos: Tolo Balaguer


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Un videoclip del grupo catalán Manel, vestidos con las ropas de cossier, ha puesto en boga una de las tradiciones más antiguas de Mallorca. Hacemos 10 paradas en un recorrido por el patrimonio inmaterial de las Baleares, lo que nunca fue escrito, lo que sobrevivió gracias al paso de generación en generación, hasta su protección actual.

 

1:
Fiestas patronales de Menorca

Caballos y bulla. Las fiestas patronales de Menorca son únicas. Las de Ciutadella son internacionales pero cada pueblo de la isla tiene fiestas similares, con su patrón y su lugar en el calendario de verano. Tienen protocolos estrictos y están protagonizadas por los caballos de raza menorquina, los caixers (jinetes), el pueblo y los visitantes. El clímax: el jaleo (cuando los caballos ya están en la plaza y comienza la exhibición).


2:
Firó de Sóller
Empoderamiento femenino. 
Para qué engañarnos, cuesta encontrar una fiesta tan antigua y con protagonismo femenino. El Firó conmemora, cada segundo lunes de mayo, la victoria de los locales contra los moros invasores del 11 de mayo de 1561. Lo del empoderamiento es porque, simulacro y fiesta aparte, dos chicas son elegidas cada año para emular a las hermanas Casesnoves, que echaron de casa, y no por la puerta, a uno de los piratas.


3:
Bailes tradicionales
Ball pagès, fandango y ball de bot.
 La diversidad de bailes tradicionales de las Islas han pervivido gracias a la práctica generacional. Los más conocidos son el ball pagès (baile payés) y sus versiones llamadas ball de bot (Part Forana de Mallorca) o el fandango menorquín. Este último procede del sur de la península y consta de tornada (parte instrumental) y cobla (la cantada). Los bailes de bot proceden en cambio de danzas cortesanas como el minué o la courante. Aunque todos estos bailes flaquearon con la llegada de otros, agarrados, han pervivido en gran medida gracias a las agrupaciones.

 

El ball de pagés y el ball de bot son patrimonio cultural balear


4:
Carpintería artesana
Araders y mestres d’aixa. 
De entre las profesiones transmitidas generacionalmente, sobre todo de padre a hijo, la de carpintero es una de las más significativas. El arader es el que ha fabricado durante siglos la barrera menorquina, la puerta que cierra las fincas, única en el mundo, de láminas curvas y gran resistencia ya que se realiza con madera de ullastre (olivo silvestre). Otro, el  mestre d’aixa, es el que construye embarcaciones de leña de todo tipo (sobre todo de pesca y recreo). En Menorca, por ejemplo, solo quedan dos talleres, que producen barcas que son una verdadera joya.


5:
Música celestial
El Cant de la Sibil·la.
Reconocido con el título de Patrimonio Inmaterial de la Humanidad, en 2010, por la Unesco, este canto de origen medieval se reproduce cada noche de Navidad en algunas iglesias de Mallorca, especialmente en el santuario de Lluc y en la Catedral. Es un canto a capella, que profetiza la llegada de Cristo y el Juicio Final, a cargo de una joven que encarna a la Sibil·la, una pitonisa pagana que fue adoptada por el Cristianismo. La imagen impresiona: viste túnica, capa y empuña una espada.


6:
Cossiers
Baile y color. 
Varios pueblos de Mallorca tienen como suya la tradición de los cossiers, que está documentada desde el siglo XVIII y que tiene su origen en el cristianismo pero también en los rituales paganos de fecundidad de la tierra. De entre ellos, los más populares son los de Alaró (16 de agosto), Manacor (último viernes de mayo y Pentecostés) y Montuïri (15, 23 y 24 de agosto). Los conforman una serie de danzas ancestrales realizadas por seis hombres, una dama y el demonio, que simulan una batalla entre el bien y el mal. La música la ponen los xeremiers y el color, los espectaculares vestidos. Aquí, el demonio siempre pierde.

 

Escenificación del Firó de Sóller

 

7:
Sant Antoni
Tres tocs, foguerons y el pi de Ternelles. 
La festividad de Sant Antoni, el del porquet (el cerdito), es el 17 de enero. Su celebración comprende misas y algunos eventos significados. En Menorca la procesión dels tres tocs recuerda la conquista en 1287 de Ciutadella, hasta entonces  dominada por los árabes, por parte de las tropas del rey Alfonso III. En Sa Pobla son típicos los foguerons (hogueras) y comer espinagades (empanadas) rellenas de anguila. En Pollença, esa noche, los jóvenes intentan coronar un pino de alrededor de 20 metros trasladado desde la finca de Ternelles y levantado en la plaza Vella del pueblo. Lo barnizan con jabón para que los osados resbalen.

 

8:
Pedra en sec
El arte de construir muros. 
Declarada Patrimonio Inmaterial de la Humanidad, esta técnica milenaria y propia de la cultura mediterránea, es un distintivo del paisaje de las Baleares. Delimita caminos, protege de inundaciones y corrimientos de tierra, y es la base de la fabricación de muros, casas, pozos. Mantiene el equilibrio entre el paisaje natural y el artificial, y su colocación es un arte hasta el punto de que se forma a futuras generaciones de margers para que no se pierdan estos muros artesanos, de piedra y sin conglomerante.


9:
Glosa
Una pelea de gallos ancestral. 
Es el hip-hop ancestral, la pelea de gallos de las Baleares.  Improvisación, poesía, retranca. Una voz que recita estrofas de entre cinco y doce versos, un sonido sinuoso que es ironía, pullas, y que conforma una divertida pelea para la que se requiere habilidad, talento y complicidad. En una sociedad antigua y analfabeta, los glosadors viajaban de pueblo en pueblo para protagonizar combates improvisados contra otros declamadores. Así ha pervivido este arte.


10:
Uc
El grito de las Pitiüses. 
Aunque no es único de Ibiza y Formentera, esta forma de comunicación oral, consistente en gritos, es una de los patrimonios inmateriales más característico de las dos islas. Es una forma de comunicación con la que antiguamente los jóvenes payeses expresaban alegría, burla o desafío. Hoy en día se pueden escuchar en las tradicionales xacotes, las fiestas payesas de verano.

 

Les Balears también son fuego y color
 

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  Pocos archipiélagos son tan instagrameables como el de Balears. Mallorca, Menorca, Ibiza y Formentera ofrecen rincones de postal, el paraíso para los instagrammers.   Entre acantilados que resguardan calas escondidas, faros que vigilan el horizonte y pueblos detenidos en el tiempo, Balears despliega un encanto difícil de explicar solo con palabras. En estos paisajes, la cámara del móvil deja de ser un simple accesorio tecnológico para capturar instantes que se guardarán para siempre en nuestra memoria. La luz, protagonista  silenciosa, ilumina estas escenas, pero también cuenta una historia y revela la esencia mágica de este  archipiélago mediterráneo.   1. La joya amurallada Dalt Vila (Ibiza) La ciudad alta de Ibiza, declarada Patrimonio de la Humanidad, es un regalo para los amantes de la historia, la arquitectura y el encuadre perfecto. Entrar por el Portal de Ses Taules es abrir la puerta de acceso a siglos de historia y tradición ibicenca. Callejones empedrados, fachadas blancas, puertas de colores y flores que cuelgan de cada balcón. Subir a la catedral lleva su tiempo, pero el esfuerzo tiene su recompensa: una vista panorámica y sin filtros sobre el puerto, los barcos que zarpan hacia Formentera y las azoteas encaladas. Cada rincón de Dalt Vila pide una foto, pero también una pausa.   2. Un balcón al sol del atardecer Mirador de Sa Foradada (Mallorca) Desde Son Marroig, una histórica finca situada entre Valldemossa y Deià, parte el sendero que lleva a uno de los miradores más celebrados de la isla. Sa Foradada, con su emblemático templete de mármol de Carrara, ofrece un contraluz casi teatral al atardecer, un lugar convertido en templo para los creadores de contenidos e instagrammers, sobre todo para los interesados en fotografías de viaje, estilo de vida y bodas. La combinación del mar abierto, el perfil rocoso y el cielo incendiado convierte cada fotografía en una promesa de eternidad. Muchos optan por sentarse en el pequeño bar-mirador y ver el espectáculo con una copa de vino local. Otros bajan hasta el nivel del mar en una ruta más exigente, pero también más íntima. Sea cual sea tu opción, la cámara es casi un requisito.     Valldemossa (Mallorca)     3. Calas hermanas Cala Macarella y Macarelleta (Menorca) Reserva de la Biosfera desde 1993, Menorca guarda rincones donde la huella humana apenas es visible. Macarella y Macarelleta, dos calas vecinas enmarcadas por acantilados calizos y un frondoso pinar, parecen sacadas de una postal. Su entorno bien conservado y sus aguas turquesa las han convertido en iconos del litoral menorquín. El acceso requiere una caminata de unos 40 minutos desde Cala Galdana. Cada paso vale la pena, especialmente si el objetivo es disfrutar y captar la luz, el azul de sus aguas y la arena blanca y fina. Para los amantes de la fotografía, el juego de luces y sombras por la mañana ofrece un espectáculo visual en constante cambio.     Cala Macarella (Menorca)   4. El acantilado al azul infinito Ses Balandres (Ibiza) En la costa noroeste de Ibiza, entre Santa Agnès de Corona y el mar, se esconde un lugar con vistas de ensueño. Este mirador natural, conocido como Ses Balandres, ofrece una de las panorámicas más espectaculares de la isla. Frente al visitante, el azul infinito del Mediterráneo; bajo sus pies, una caída vertiginosa hacia acantilados escarpados y un puñado de islotes que salpican el horizonte. En este espacio singular se respira una tranquilidad que lo convierte en santuario para quienes buscan una Ibiza más salvaje y silenciosa. El mejor momento del día para dejarse hipnotizar por su magia, sin duda, es al atardecer, cuando el cielo se tiñe de fuego.   5. Nostalgia rural Molinos de viento en Sant Francesc (Formentera) Formentera, la más pequeña de las Pitiusas, cuenta con playas infinitas, pero también con un paisaje rural que ha resistido el paso del tiempo. En los alrededores de Sant Francesc, capital pintoresca, silenciosa y luminosa de la isla, los molinos de viento son testigos de otras épocas. Construidos principalmente entre los siglos XVIII y XIX en la zona de Sa Miranda, estos emblemáticos edificios desempeñaron un papel crucial en la molienda de cereales, en una época en la que la agricultura era la base de la economía local. El Molí Vell de la Mola, por ejemplo, ofrece visitas guiadas y una visión muy completa de la antigua vida isleña. Es al amanecer cuando estas construcciones reflejan su mejor luz: las aspas recortadas contra el cielo, los colores suaves del campo y esa atmósfera tranquila que hace que cada foto parezca pensada para tu feed.     Molino de viento en Sant Francesc (Formentera)   6. La cala escondida que todos sueñan Cala Varques (Mallorca) Hay calas que parecen creadas para una imagen única y Cala Varques es uno de esos lugares que quedarán en tu memoria. Alejada de urbanizaciones y del bullicioso ruido, protegida por un bosque y flanqueada por acantilados, esta playa virgen situada en la costa este de Mallorca (Manacor) conserva su esencia más salvaje. Los visitantes no encontrarán chiringuitos, tampoco hamacas o caminos asfaltados, solo un paisaje natural para tu deleite a media hora de caminata entre pinos y tierra rojiza. Una vez allí, quedarás atrapado por la belleza de un entorno irrepetible. Con aproximadamente 70 metros de longitud y 50 metros de anchura, esta playa de arena blanca y aguas cristalinas está rodeada de acantilados bajos y un frondoso bosque de pinos, lo que le confiere un entorno natural y aislado. Puedes capturarla desde la arena, buscando encuadres íntimos entre pinos y rocas; desde el mar, accediendo en barco para obtener panorámicas únicas del litoral; o incluso a vista de dron, donde la cala revela toda su geometría natural y su contraste de colores.   7. Un salto al vacío y al horizonte Pont d’en Gil (Menorca) En la costa oeste de Menorca, cerca de Ciutadella, se encuentra esta formación rocosa que parece trazada con escuadra y compás. Un arco natural de piedra caliza que se precipita sobre el mar como si fuera una pasarela secreta hacia el infinito. El lugar ha ganado popularidad entre los que buscan atardeceres menos convencionales. Los últimos rayos de sol se cuelan bajo el arco y tiñen el agua de reflejos dorados. Accesible en coche y luego a pie, también se puede explorar en kayak. Un rincón perfecto para los que quieren sorprender a sus seguidores.   8. El Caribe sin pasaporte Playa de Ses Illetes (Formentera) Ses Illetes es una de esas playas que no necesita filtros. Arena fina y blanca, aguas de color turquesa y una lengua de tierra que parece flotar entre dos mares. No en vano es considerada entre las mejores playas del mundo. Está situada en el Parque Natural de Ses Salines, y su acceso está regulado para proteger el entorno. Lo ideal es llegar en bicicleta o a pie desde el puerto de La Savina. El paseo es, sin duda, parte de la experiencia. Desde el extremo de la playa, se pueden tomar fotos que parecen montajes: horizonte azul, barquitos dispersos y el islote de Espalmador de fondo.     Playas de Ses Illetes (Formentera)     9. Belleza de piedra y silencio Valldemossa (Mallorca) El alma de la sierra de Tramuntana es Valldemossa. Este pequeño pueblo mallorquín, de piedra dorada y calles empedradas, es pura poesía arquitectónica. Sus fachadas adornadas con macetas y azulejos devocionales, las persianas verdes, las puertas robustas y los tejados de teja antigua conforman un escenario que atrapa. Valldemossa fue refugio de artistas, escritores y músicos como Frédéric Chopin, George Sand, Rubén Darío, Unamuno y Azorín, y su legado aún resuena entre los muros de su Cartuja, mandada construir por el rey Sancho I en el siglo XIII. Para los fotógrafos, el momento mágico llega con las primeras luces de la mañana o justo antes del anochecer, cuando el pueblo se vacía y recupera la calma.     10. El fin del mundo balear Faro de Cap de Barbaria (Formentera) En el sur de Formentera, la carretera se estrecha hasta convertirse en una línea que se pierde en el horizonte. Al final, sobre un promontorio que cae al mar, se levanta el faro de Cap de Barbaria. El camino es tan fotogénico como el faro mismo: una recta flanqueada por campos secos, muros de piedra y silencio. Al atardecer, la luz lo cambia todo: el cielo se llena de color, los contornos se suavizan y cada ángulo pide una instantánea. Es uno de esos momentos en los que solo tienes que apretar el botón de la cámara de tu móvil y dejar que el paisaje haga el resto.     Faro de Cap de Barbaria (Formentera)  


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  Carlos Arrillaga Rejano ha cumplido la mayoría de edad a bordo de Baleària como Coordinador de Embarque de nuestra nueva ruta entre Tarifa y Tánger Ville.   A lo largo de 18 años, nos ha acompañado a través de los departamentos de Operaciones, Taquillas y control de vehículos en Algeciras. Hoy queremos conocer un poco más cómo ha vivido el reto mayúsculo de abrir una nueva línea tan esperada como esta.   P. ¿Qué ha supuesto a nivel personal y profesional la apertura de la línea Tarifa-Tánger Ville? Profesionalmente está suponiendo un reto importante para mí, el cual estoy asumiendo con muchas ganas e ilusión. Es una gran oportunidad y me siento muy afortunado de poder estar trabajando para que todo salga bien. En el ámbito personal, resido en Tarifa y poder trabajar cerca de casa es muy gratificante.    P. ¿Cuál ha sido el mayor desafío logístico en la puesta en marcha de esta nueva ruta en el puerto de Tarifa? Coordinar la operativa propia de los embarques y funcionamiento diario, con la formación simultánea del personal de nueva incorporación y atender todas las necesidades propias de la delegación. Gracias al esfuerzo y colaboración de todas las personas y departamentos implicados está saliendo todo bien. En muy pocos días se ha conseguido tener completamente operativa la delegación.   P. ¿Cómo se coordina el trabajo entre el equipo en tierra, el barco y los servicios portuarios para que cada escala sea eficiente? Es muy importante y necesaria la comunicación y la previsión. Este es un puerto pequeño, pero con gran afluencia de pasajeros. Por eso es imprescindible que la comunicación sea constante y fluida. Existe mucha implicación por parte de todos los actores involucrados, colaborando en el buen funcionamiento de todos los servicios portuarios, así como las escalas de los buques.   P. ¿Qué aprendizajes te llevas de esta puesta en marcha que podrían aplicarse a futuras aperturas de rutas? Lo importante que es el trabajo en equipo, la colaboración de todos los departamentos implicados y la comunicación. Así como poder dar oportunidad a las personas de implicarse en nuevos proyectos.   P. ¿Qué sensación tienes al ver esta ruta ya operativa después del trabajo de preparación? Estoy muy contento y orgulloso. Hemos conseguido en poco tiempo hacer un buen equipo de personas. Y esperando que sigamos creciendo en esta nueva ruta para alcanzar, o incluso superar, los objetivos depositados en esta nueva línea.  


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