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Vino de Ibiza, la herencia de los fenicios


“Hay una isla llamada Pitiusa que recibe esta denominación por la gran cantidad de pinos que crecen en ella. Tiene una pequeña comarca con viñas y olivos injertados en acebuches. La habitan toda clase de bárbaros, pero los más numerosos son los fenicios”. El historiador griego Diodoro de Sicilia describía así la isla de Ibiza en el siglo I antes de Cristo y ya aludía a su tradición vinícola. Los arqueólogos se remontan a mucho antes y sitúan la producción de vino en la isla en el siglo VII a.C., prácticamente en el origen de la civilización pitiusa, tras el desembarco de los fenicios. Lo evidencian numerosos vasos, ánforas y otros hallazgos relacionados con esta actividad que se han desenterrado en distintos yacimientos arqueológicos. Algunos investigadores incluso afirman que una parte sustancial del tinto que se consumía en la costa levantina de la Península Ibérica en los tiempos de Cartago se importaba de tierras ebusitanas. Tras los púnicos llegaron romanos y vándalos y en Ibiza se siguió produciendo vino. Después de la reconquista cristiana de Yabisa, en el siglo XIII, el campo se transformó y de las alquerías árabes se pasó a viviendas aisladas que se autoabastecían y producían vino para su propio consumo. Todas contaban con un espacio especialmente dedicado y los elementos necesarios para la vinificación, de donde salía un producto característico por su aroma a tomillo, ya que los campesinos utilizaban manojos de esta hierba como filtro en las cubas de fermentación, tal y como aún sigue ocurriendo en muchas de las casas donde aún se vinifica de manera artesanal.   [caption id="attachment_2287" align="aligncenter" width="1000"] vino de ibiza En muchas casas de la isla aún se vinifica de manera artesanal.[/caption]   El gran apogeo de la vid ibicenca llegó en el siglo XIX, cuando la isla llegó a acumular alrededor de 45 hectáreas de viñas. La filoxera americana, sin embargo, desembarcó como en de resto de Europa procedente de tierras francas y arrasó la inmensa mayoría de cultivos. Se salvaron algunas fincas de los pueblos de Sant Josep y Sant Agustí, que aún cultivan cepas con el pie franco anterior a esta plaga. La tradición de vendimiar sigue plenamente vigente en las fincas. La recolecta tiene lugar la primera quincena de septiembre, aunque la gran fiesta del vino se celebra en el mes de diciembre, en la localidad norteña de Sant Mateu. Pese a esta tradición vinícula antiquísima, la comercialización de vino debidamente etiquetado es un fenómeno reciente, ya que la primera bodega, Sa Cova, nació en 1990. A esta le siguieron Can Maymó, Can Rich, Ibizkus y Hacienda Agrícola César, por este orden. Sus productos son los que se distribuyen habitualmente en los restaurantes y comercios de la isla, y algunos destacan por su gran calidad, que se ha traducido en innumerables premios en certámenes nacionales e internacionales.   [caption id="attachment_2285" align="aligncenter" width="1000"] vino de ibiza Vides de la primera bodega de Ibiza, Sa Cova, nacida en 1990.[/caption]   Estas cinco bodegas trabajan sobre todo con las variedades tradicionales: monastrell y garnacha en uvas tintas, y malvasía – grec, en ibicenco– y moscatel, en blancas. La isla cuenta con una extensión de viñedos de 57 hectáreas, explotadas por 31 viticultores bajo la denominación ‘Vino de la Tierra de Ibiza’, implantada en 2003. Según el informe más reciente sobre Indicaciones Geográficas Protegidas del Ministerio de Agricultura y Pesca, Alimentación y Medio Ambiente (campaña 2015/16), la producción es de 1.342 hectólitros, de los cuales se comercializan 1.103. El 98% se vende en España y el resto en el extranjero. La industria ibicenca del vino factura unos 860.000 euros al año. Además de las variedades autóctonas se cultiva tempranillo, merlot, cabernet sauvignon y syrah, en tintas, y chardonnay, macabeo y parellada, en blancas. Se trata, sin duda, de uno de los aspectos más desconocidos de la isla. Ilustra la riqueza histórica de un territorio minúsculo por el que han pasado múltiples civilizaciones. Todas ellas, a lo largo de los siglos y hasta nuestros días, han brindado con el vino de Ibiza. Xescu Prats | Periodista [caption id="attachment_2286" align="aligncenter" width="1000"] vino de ibiza La tradición vitivinícola de Ibiza ilustra la riqueza histórica de un territorio por el que han pasado múltiples civilizaciones. [/caption]
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Cinco lugares indispensables que visitar en Palma
Guías de viajes

Cinco lugares indispensables que visitar en Palma

Mallorca es una isla fascinante, con playas espectaculares, pueblos con encanto y mucha historia. Y, para conocer la historia de Mallorca, qué mejor que empezar por descubrir Palma, su capital, para luego seguir recorriendo el resto de la isla. Para viajar a Palma, el ferry nocturno de Baleària que te lleva desde Barcelona es la opción perfecta. Embarcas en Barcelona tu coche con todas las medidas de distancia y seguridad, y llegas a Palma a primera hora, momento perfecto para empezar a disfrutar de la isla sin aún muchos turistas y demasiado calor. Palma es una ciudad que se puede ver perfectamente en dos días, donde recorreremos las calles del antiguo barrio judío, el centro histórico, conoceremos su preciosa catedral y disfrutaremos de su excelente gastronomía.     Cinco lugares indispensables que visitar en Palma Castillo de Bellver El castillo de Bellver es un castillo de estilo gótico construido por orden del rey Jaime II de Mallorca. De él destaca que es un castillo de planta circular, uno de los pocos de Europa y el más antiguo de todos ellos. Debido a su situación, ubicado a 112 metros sobre el nivel del mar, nos permitirá observar la ciudad de Palma a nuestros pies, e incluso la Sierra de Tramuntana. La Catedral Es uno de los lugares imprescindibles que visitar en Palma y uno de los edificios más icónicos de la ciudad. Su construcción se inició en 1229 después de la reconquista de la isla por Jaime I. Destaca por encima de todo su rosetón, conocido como el Ojo del Gótico, el mayor rosetón original de todas las catedrales góticas europeas. Podéis visitar la Catedral, previo pago de los ocho euros que cuesta la entrada. Aunque por un poco más, podéis subir a sus terrazas y disfrutar de unas vistas privilegiadas. Palacio de la Almudaina El Palacio de la Almudaina fue un alcázar musulmán, restaurado después de la reconquista, que se convirtió en residencia de los reyes hasta que el reinado pasó a la Corona de Aragón. Merece mucho la pena hacer una visita por su interior.     Baños árabes La visita a los baños árabes no os llevará mucho tiempo, ya que el lugar es pequeñito. Sin embargo, es uno de los mejores lugares para ver parte del pasado árabe de la ciudad, cuando era denominada Madina Mayurca, aunque su estado de conservación no es demasiado bueno. Además, los jardines son una auténtica maravilla. El casco antiguo Uno de los mejores planes que hacer en Palma es conocer las antiguas casas señoriales de la ciudad y sus fabulosos patios. Seguramente el mejor conservado es el patio de Can Vivot, aunque también destacan Can Bordils o Can Oleza. Durante el paseo por el Barrio Antiguo de Palma, además de visitar las casas señoriales, aconsejo pasear por el antiguo barrio judío de la ciudad y conocer su dramática historia, visitar el Ayuntamiento de Palma, las antiguas murallas romanas de la ciudad y la Basílica de Sant Francesc, donde descansan los restos de Ramon Llull.    


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Talento femenino que marca el rumbo
Historias del mar

Talento femenino que marca el rumbo

  Durante años el mar ha sido territorio de hombres, y ahora cada vez son más las mujeres que desarrollan su carrera profesional en puestos de marinería y de puente en los barcos.   Ya es una realidad, las mujeres están tomando el mando de los buques. Y eso se nota al embarcar en cualquiera de los barcos de Baleària, en los que cada vez es más común ver a mujeres con uniforme dirigiendo la operativa de embarque o con mono de trabajo, herramienta en mano, listas para desempeñar su trabajo a bordo. Las carambolas del destino y de la distribución de las tripulaciones han hecho que el ferry Abel Matutes hay contado con un puente de mando y una sala de máquinas representados mayoritariamente por mujeres.   Pero los inicios de las mujeres en los puestos de Puente y Máquinas (también llamado 'Deck and Engine') no fueron fáciles. «No era usual ver mujeres en el barco. Durante mucho tiempo fui la única», nos cuenta Marga Rodríguez, jefa de máquinas y una de las pioneras en su profesión en nuestro país allá por los inicios de los 90.     Marga Rodríguez, jefa de máquinas: «Me encanta que todas las máquinas vayan al conjunto, que vayan bien y ser parte de ello» Gracias a mujeres como Marga, que han ido marcando el rumbo, las nuevas generaciones lo han tenido más fácil y muchas de ellas encuentran referentes dentro de su círculo familiar. «Mi tío es jefe de máquinas de Baleària y fue él el que me llevó a un barco. Desde que pisé el puente por primera vez supe que quería ser capitana», afirma Laura Román, capitana del ferry Abel  Matutes. Son mujeres decididas, valientes y con ganas de ir cumpliendo metas pero que, además, disfrutan con los desafíos que les presenta su día a día a bordo. «Lo que más me gusta de mi trabajo son las operativas rápidas porque suponen un gran reto en el que hay que estar muy atenta para que todo salga bien», explica Maria José Martínez, la 2ª oficial.     María José Martínez, 2ª oficial «Mi reto es seguir navegando y llegar a ser 1º oficial» Y todas estas mujeres si tienen algo en común, a parte de su pasión por el mar, es la de amar su profesión. «La mayor parte de la vida la pasa uno en el trabajo y aquí me pasa el tiempo volando porque disfruto con lo que hago», asegura Laura Abad, marinera de máquinas. Además todas coinciden en destacar la gran familia que se forma a bordo con toda la tripulación, lo que hace más llevadero sus días embarcadas. Estas cuatro mujeres representan el cambio que está viviendo el sector marítimo y en el que Baleària quiere contribuir. Con determinación, pasión y compromiso, han roto barreras y navegan con firmeza hacia un futuro donde el talento no entiende de género.     Laura Abad, marinera de máquinas: «Incluso cuando estoy desembarcada, aprovecho para salir a navegar porque el mar es mi pasión»


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