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Las huellas valencianas de los Borja
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Las huellas valencianas de los Borja


Xàtiva5baja

Ruta por Gandia, Canals y Xàtiva

 

Intrigantes, perversos, ambiciosos, lujuriosos… La familia Borja hizo méritos históricos para construir su leyenda negra; la literatura y el cine la exageraron. La estirpe valenciana que conquistó la Roma renacentista aportó dos papas (Calixto III y Alejandro VI) y un cardenal, César Borja, que inspiró a Maquiavelo para escribir El príncipe. Recorrer el territorio Borja es adentrarse en el juego de tronos del poder eclesiástico y político.

Día 1:
09:00

Empezar con energía.
Arrancamos la ruta gandiense desayunando en Casa Sanchis-La Tulipa, un clásico con personalidad en el Carrer del Forn.


09:30
Antigua Universidad.
Fundada por San Francisco de Borja, duque de Gandia y general de la Compañía de Jesús, cuya primera universidad fue esta. Por sus aulas pasaron Baltasar Gracián o el botánico Antonio Cavanilles. A las puertas del edificio, cinco esculturas de bronce, de
Manuel Boix, representan a los dos papas Borja, al fundador de esta institución y a César y Lucrecia.


10:00
Colegiata de Santa María.
De estilo gótico catalán, se construyó en dos fases. La segunda, entre 1499 y 1520, por encargo de María Enríquez, abuela de san Francisco de Borja. La Guerra Civil y los terremotos de 1598 y 1599 dañaron el edificio original.


10:45
Hospital de Sant Marc.
Alberga el Museo Arqueológico de Gandia. La madre de Francisco de Borja, Juana de Aragón, amplió el edificio con dos espacios: la Sala d’Hòmens y la Sala de Dones.


11:45
Convent de Sant Roc.
En la Plaça del Rei En Jaume, corazón del centro histórico. Fundado por Carlos Borja, hijo mayor de San Francisco, este convento franciscano abrió sus puertas en 1591. El edificio alberga la Biblioteca y el Archivo Municipal y conserva el claustro antiguo, uno
de los rincones de la ciudad que invitan a hacer un alto, dejar volar la mente y oxigenarse.

 

Fachada del Palau Ducal


12:15
Palau Ducal.
El monumento borgiano más representativo. Allí nacieron y residieron todos los duques. Se conserva la habitación de Francisco de Borja y la máscara mortuoria que se le realizó. Con el primer duque, Alfonso de Aragón, fue el epicentro del Segle d’Or literario valenciano, con Ausiàs March y Joanot Martorell. Tiene un centro de interpretación virtual que te traslada a la época de los Borja. Cerca del Palacio Ducal, está la coqueta Plaça Loreto, con su hermosa fuente. En su día, lindaba con las murallas.

 

14:15
Torreó del Pi.
Del siglo XVI, forma parte de la ampliación de la muralla decidida por Francisco de Borja. En la intersección de la calle San Rafael con la calle Alzira se encuentra restos restaurados de las murallas, derribadas en 1881.


14:45
Almuerzo.
El menú cultural ha de incluir una fideuà. Comerla en el restaurante Telero, en el Carrer Sant Ponç, es una buena opción.

 

17:00
Monasterio de Santa Maria de la Valldigna.
En la cercana Simat. Hay que concertar visita. Construido por Jaume II en 1298, y de estilo cisterciense, entre sus abades figuran Roderic de Borja (Alejandro VI) y su hijo César. Estuvo habitado hasta la desamortización de Mendizábal, cuando se produjo su deterioro y expolio. En 1991 lo adquirió la Generalitat y lo rehabilitó.
Tras la visita, viajaremos a Xàtiva. Pasear por las callejuelas que bajan desde el Castell, iluminado por la noche es un buen plan, que remataremos cenando en alguno de los bares de la zona del Mercat, como La tapeta de Carmeta.

 

Visita animada en el Palau Ducal de Gandia

 

Día 2:
09:00

Café y arnadí.
En la cafetería Forn de Pla, en la Albereda Jaume I. El arnadí de este horno tradicional es excelente. De evidentes raíces árabes, el dulce típico de la ciudad se elabora a base de calabaza, azúcar, almendra, boniato y piñones.


09:45
Canals.
A 10 km de Xàtiva, visitaremos la casa natalicia de Calixto III con su torre
fortificada. Enfrente se encuentra el Oratorio de los Borja.

 

10:45
De vuelta a Xàtiva, empezaremos por la Iglesia de Sant Francesc, donde fueron enterrados algunos miembros de la familia Borja, aunque en el año 1470 sus restos se trasladaron a la Colegiata.


11:30
Real Monasterio de Santa Clara.
 De estilos gótico y barroco, fue fundado en 1325. Beatriz de Borja, hermana de Alejandro VI, fue abadesa de este monasterio de 4.000 metros cuadrados.


12:00
Hospital Reial.
Fundado por Jaume I en 1244, ofrece una interesante fusión de la arquitectura gótica y renacentista. El incendio de la ciudad de 1707 destruyó todo el interior, que tuvo que ser reconstruido.

 

La Seu se levantó sobre una antigua mezquita

 

12:30
Casa Natalicia Alejandro VI.
En el barrio del Mercat, está la casa donde nació Roderic de Borja, en la plaza que hoy lleva su nombre. Aún se conserva una puerta de piedra picada y un arco de semicolumnas jónicas de mediados del siglo XVI.


13:30
Iglesia de Sant Pere.
De estilo gótico, de mediados del XV. Aquí fue bautizado Roderic en 1432. Consta de una sola nave con tres arcos y artesonado mudéjar.


14:30
Un buen sitio para comer es el Montsant. Nos permite, además, visitar su enorme aljub (aljibe) de cuatro naves construido en el siglo XIII cuando el hotel restaurante era un palacio.


16:00
Museu de l’Almodí.
En la antigua lonja del trigo, de mediados del XVI. Repasa la historia de la ciudad desde el Paleolítico hasta los tiempos de Al-Ándalus. Exhibe piezas ibéricas, romanas, visigodas y musulmanas.


17:15
La Colegiata.
La Seu se levantó sobre una antigua mezquita, reconvertida en iglesia, tras la conquista cristiana. Aquí se celebró el bautizo de Alfons de Borja, futuro Calixto III. En el atrio de la fachada principal se encuentran esculturas en bronce de los dos pontífices Borja, realizadas por Octavio Vicent.


19:00
Castell.
Era prisión en la Corona de Aragón. Entre los ilustres cautivos, destaca Jaume d’Urgell, quien disputó a Ferran d’Antequera el trono aragonés en el Compromís de Casp.

 

El Castell preside la capital de la Costera


20:00
Cena sin salir de Italia.
Pasear por la señorial Calle Montcada es repasar la historia de las familias nobles y el clero de la ciudad. En uno de esos palacios rehabilitados se encuentra el restaurante Il Padrino Due. Tras la cena, daremos un paseo hasta la Calle Menor Cuesta, la más alta de la ciudad, y con las mejores vistas. De día y de noche.

 

UNIVERSO BORJA
UNA HISTORIA ENVENENADA

La historia de la familia Borja es una compilación de leyendas sin fundamento (como la del envenenamiento), adulteraciones de la realidad, como el estigma de la pérfida Lucrecia Borja, o capítulos con cimientos sólidos, como la compra de votos acometida por Roderic de Borja para ser papa (Alejandro VI). Entre los más destacados del clan por su capacidad conspirativa está César Borja, quien a los 20 años ya era cardenal. Siempre fue el principal sospechoso de haber asesinado a su hermano Joan Borja, beneficiario del Ducado de Gandia.

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Las mejores playas gaditanas
Guías de viajes

Las mejores playas gaditanas

  La costa de Cádiz se enorgullece de contar con algunas de las playas más impresionantes de Europa, paisajes naturales de arena fina y virgen que invitan tanto al relax como a la emoción de deslizarse sobre las olas en una tabla de surf.     Las calas de Roche   Las calas de Roche son como el último sorbo de una buena copa de vino. La costa de Cádiz posee muchos tesoros escondidos capaces de sorprender al visitante, aunque no todos son de fácil acceso. Las calas de Roche son una sucesión de hermosas y pequeñas calas rodeadas de naturaleza y acantilados al norte de Conil. Contemplar el atardecer desde cualquiera de ellas representa una de las experiencias más maravillosas que se puede disfrutar en todo el litoral andaluz.     Una serie de senderos, que parten desde el mismo Conil, bordeando la costa, conducen hasta estas playas en forma de medialuna, difíciles de divisar a simple vista desde la carretera que discurre elevada y paralela al mar. Lo complicado de su orografía es parte de su encanto que, además, se ve fortalecido por su naturaleza efímera, ya que el hecho de poder llegar hasta ellas o gozar de su arena depende por completo del ritmo cadencioso de las mareas. Otro de sus encantos radica en que se han conservado completamente vírgenes, por lo que no disponen de chiringuitos, duchas, aseos o cualquier otro servicio; únicamente naturaleza en estado puro.     Cala Frailecillo, cala Encendida, cala Tío Juan Medina, cala Pato, cala Medina y cala Áspero son la media docena de calas que forman esta espectacular zona del litoral gaditano de apenas 600 metros de extensión. A todas ellas se accede por unas escalinatas excavadas en la roca que descienden desde los acantilados rojizos. Sus vistas son idílicas, el agua siempre cristalina y prácticamente sin oleaje, su olor inconfundible a salitre y, por supuesto, el sonido constante del vaivén de las olas como telón de fondo hacen que uno se sienta como en un cuento de hadas. Ideales para evadirse del mundo y del frenesí diario.        Dunas de Valdevaqueros   La playa de Valdevaqueros, la más bonita de Tarifa, es uno de los pocos lugares vírgenes que quedan en la Costa de la Luz, donde los valles de los ríos desembocan silenciosos en la playa y en la sierra litoral, ajenos al ajetreo de las olas mar adentro donde los amantes del windsurf y del esquí con cometa luchan por subirse a la gran ola. En primera línea de costa, en este edén natural de arena fina, 4 kilómetros de dunas móviles se desplazan al capricho de los vientos engullendo árboles, carreteras y amenazando con sepultar todo aquello que encuentren a su paso.     El médano de Valdevaqueros se formó como consecuencia de las acciones militares llevadas a cabo en la década de los cuarenta, en plena dictadura franquista, para acondicionar los terrenos que daban acceso a los cuarteles de la zona, y para cavar algunas trincheras que impidieran un posible desembarco aliado en la costa. La construcción de un foso de arena alargado paralelo a la costa entre la zona dunar y la orilla del mar, junto con los fuertes vientos de levante desplazaron la arena y provocaron un aumento de la franja dunar que aumenta, imparable, año tras año.    Actualmente, en los días de fuerte viento de levante, la arena invade totalmente la carretera A-2325, en la que habitualmente los turistas curiosos se hacen selfies con las señales de tráfico medio enterradas. Esos días, la vía se vuelve totalmente intransitable y los vecinos quedan incomunicados hasta que las máquinas excavadoras retiran las ingentes cantidades de arena que, a veces, llegan a alcanzar los 30 metros de altura.         Caños de Meca: Faro de Trafalgar   Caños de Meca todavía se asocia a esa imagen de la década de los sesenta en la que ostentaba el título de ser el rincón más hippie de la costa gaditana, frecuentado por bohemios, artistas y, en ocasiones, incluso por algunos de los miembros de la llamada movida madrileña, en busca de esa anhelada libertad. La misma que todavía persiguen hoy en día los que se acercan a este municipio en busca del contacto directo con la naturaleza, el mar, una dieta saludable, atardeceres de película y, sobre todo, la posibilidad de bajar las revoluciones de la vida estresada de las grandes ciudades.      El viento persistente, las dunas doradas y un pasado bucanero envuelven el faro de Trafalgar en una atmósfera misteriosa. Contemplar el atardecer frente a este baluarte histórico de 34 metros de altura representa una auténtica delicia. Solitario ante la inmensidad del océano, el faro se sitúa en una zona repleta de dunas doradas, extensas playas y una vegetación que a veces llega incluso hasta la arena. Una pasarela de madera serpentea por la costa, atravesando acantilados, desde donde se pueden observar infinitos tonos azulados que el océano dibuja según las corrientes. A lo lejos, los surfistas, windsurfistas y kitesurfistas buscan el viento de levante que les haga volar, ajenos al hecho de que hace algo más de 200 años, en este mismo escenario, se libraba la batalla de Trafalgar, un enfrentamiento naval entre la Armada Real Británica y las flotas combinadas de las Armadas francesa y española que tuvo lugar durante la guerra de la tercera coalición. La victoria, por cierto, cayó del lado inglés.     Desde el promontorio del faro, se puede bajar hasta la playa de Trafalgar, una enorme cala virgen de arena fina y dorada que se extiende a lo largo de 2 km desde el cabo hasta la playa de Zahora, al norte.       


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Los diez sitios más instagrameables de las Baleares
Guías de viajes

Los diez sitios más instagrameables de las Baleares

  Pocos archipiélagos son tan instagrameables como el de Balears. Mallorca, Menorca, Ibiza y Formentera ofrecen rincones de postal, el paraíso para los instagrammers.   Entre acantilados que resguardan calas escondidas, faros que vigilan el horizonte y pueblos detenidos en el tiempo, Balears despliega un encanto difícil de explicar solo con palabras. En estos paisajes, la cámara del móvil deja de ser un simple accesorio tecnológico para capturar instantes que se guardarán para siempre en nuestra memoria. La luz, protagonista  silenciosa, ilumina estas escenas, pero también cuenta una historia y revela la esencia mágica de este  archipiélago mediterráneo.   1. La joya amurallada Dalt Vila (Ibiza) La ciudad alta de Ibiza, declarada Patrimonio de la Humanidad, es un regalo para los amantes de la historia, la arquitectura y el encuadre perfecto. Entrar por el Portal de Ses Taules es abrir la puerta de acceso a siglos de historia y tradición ibicenca. Callejones empedrados, fachadas blancas, puertas de colores y flores que cuelgan de cada balcón. Subir a la catedral lleva su tiempo, pero el esfuerzo tiene su recompensa: una vista panorámica y sin filtros sobre el puerto, los barcos que zarpan hacia Formentera y las azoteas encaladas. Cada rincón de Dalt Vila pide una foto, pero también una pausa.   2. Un balcón al sol del atardecer Mirador de Sa Foradada (Mallorca) Desde Son Marroig, una histórica finca situada entre Valldemossa y Deià, parte el sendero que lleva a uno de los miradores más celebrados de la isla. Sa Foradada, con su emblemático templete de mármol de Carrara, ofrece un contraluz casi teatral al atardecer, un lugar convertido en templo para los creadores de contenidos e instagrammers, sobre todo para los interesados en fotografías de viaje, estilo de vida y bodas. La combinación del mar abierto, el perfil rocoso y el cielo incendiado convierte cada fotografía en una promesa de eternidad. Muchos optan por sentarse en el pequeño bar-mirador y ver el espectáculo con una copa de vino local. Otros bajan hasta el nivel del mar en una ruta más exigente, pero también más íntima. Sea cual sea tu opción, la cámara es casi un requisito.     Valldemossa (Mallorca)     3. Calas hermanas Cala Macarella y Macarelleta (Menorca) Reserva de la Biosfera desde 1993, Menorca guarda rincones donde la huella humana apenas es visible. Macarella y Macarelleta, dos calas vecinas enmarcadas por acantilados calizos y un frondoso pinar, parecen sacadas de una postal. Su entorno bien conservado y sus aguas turquesa las han convertido en iconos del litoral menorquín. El acceso requiere una caminata de unos 40 minutos desde Cala Galdana. Cada paso vale la pena, especialmente si el objetivo es disfrutar y captar la luz, el azul de sus aguas y la arena blanca y fina. Para los amantes de la fotografía, el juego de luces y sombras por la mañana ofrece un espectáculo visual en constante cambio.     Cala Macarella (Menorca)   4. El acantilado al azul infinito Ses Balandres (Ibiza) En la costa noroeste de Ibiza, entre Santa Agnès de Corona y el mar, se esconde un lugar con vistas de ensueño. Este mirador natural, conocido como Ses Balandres, ofrece una de las panorámicas más espectaculares de la isla. Frente al visitante, el azul infinito del Mediterráneo; bajo sus pies, una caída vertiginosa hacia acantilados escarpados y un puñado de islotes que salpican el horizonte. En este espacio singular se respira una tranquilidad que lo convierte en santuario para quienes buscan una Ibiza más salvaje y silenciosa. El mejor momento del día para dejarse hipnotizar por su magia, sin duda, es al atardecer, cuando el cielo se tiñe de fuego.   5. Nostalgia rural Molinos de viento en Sant Francesc (Formentera) Formentera, la más pequeña de las Pitiusas, cuenta con playas infinitas, pero también con un paisaje rural que ha resistido el paso del tiempo. En los alrededores de Sant Francesc, capital pintoresca, silenciosa y luminosa de la isla, los molinos de viento son testigos de otras épocas. Construidos principalmente entre los siglos XVIII y XIX en la zona de Sa Miranda, estos emblemáticos edificios desempeñaron un papel crucial en la molienda de cereales, en una época en la que la agricultura era la base de la economía local. El Molí Vell de la Mola, por ejemplo, ofrece visitas guiadas y una visión muy completa de la antigua vida isleña. Es al amanecer cuando estas construcciones reflejan su mejor luz: las aspas recortadas contra el cielo, los colores suaves del campo y esa atmósfera tranquila que hace que cada foto parezca pensada para tu feed.     Molino de viento en Sant Francesc (Formentera)   6. La cala escondida que todos sueñan Cala Varques (Mallorca) Hay calas que parecen creadas para una imagen única y Cala Varques es uno de esos lugares que quedarán en tu memoria. Alejada de urbanizaciones y del bullicioso ruido, protegida por un bosque y flanqueada por acantilados, esta playa virgen situada en la costa este de Mallorca (Manacor) conserva su esencia más salvaje. Los visitantes no encontrarán chiringuitos, tampoco hamacas o caminos asfaltados, solo un paisaje natural para tu deleite a media hora de caminata entre pinos y tierra rojiza. Una vez allí, quedarás atrapado por la belleza de un entorno irrepetible. Con aproximadamente 70 metros de longitud y 50 metros de anchura, esta playa de arena blanca y aguas cristalinas está rodeada de acantilados bajos y un frondoso bosque de pinos, lo que le confiere un entorno natural y aislado. Puedes capturarla desde la arena, buscando encuadres íntimos entre pinos y rocas; desde el mar, accediendo en barco para obtener panorámicas únicas del litoral; o incluso a vista de dron, donde la cala revela toda su geometría natural y su contraste de colores.   7. Un salto al vacío y al horizonte Pont d’en Gil (Menorca) En la costa oeste de Menorca, cerca de Ciutadella, se encuentra esta formación rocosa que parece trazada con escuadra y compás. Un arco natural de piedra caliza que se precipita sobre el mar como si fuera una pasarela secreta hacia el infinito. El lugar ha ganado popularidad entre los que buscan atardeceres menos convencionales. Los últimos rayos de sol se cuelan bajo el arco y tiñen el agua de reflejos dorados. Accesible en coche y luego a pie, también se puede explorar en kayak. Un rincón perfecto para los que quieren sorprender a sus seguidores.   8. El Caribe sin pasaporte Playa de Ses Illetes (Formentera) Ses Illetes es una de esas playas que no necesita filtros. Arena fina y blanca, aguas de color turquesa y una lengua de tierra que parece flotar entre dos mares. No en vano es considerada entre las mejores playas del mundo. Está situada en el Parque Natural de Ses Salines, y su acceso está regulado para proteger el entorno. Lo ideal es llegar en bicicleta o a pie desde el puerto de La Savina. El paseo es, sin duda, parte de la experiencia. Desde el extremo de la playa, se pueden tomar fotos que parecen montajes: horizonte azul, barquitos dispersos y el islote de Espalmador de fondo.     Playas de Ses Illetes (Formentera)     9. Belleza de piedra y silencio Valldemossa (Mallorca) El alma de la sierra de Tramuntana es Valldemossa. Este pequeño pueblo mallorquín, de piedra dorada y calles empedradas, es pura poesía arquitectónica. Sus fachadas adornadas con macetas y azulejos devocionales, las persianas verdes, las puertas robustas y los tejados de teja antigua conforman un escenario que atrapa. Valldemossa fue refugio de artistas, escritores y músicos como Frédéric Chopin, George Sand, Rubén Darío, Unamuno y Azorín, y su legado aún resuena entre los muros de su Cartuja, mandada construir por el rey Sancho I en el siglo XIII. Para los fotógrafos, el momento mágico llega con las primeras luces de la mañana o justo antes del anochecer, cuando el pueblo se vacía y recupera la calma.     10. El fin del mundo balear Faro de Cap de Barbaria (Formentera) En el sur de Formentera, la carretera se estrecha hasta convertirse en una línea que se pierde en el horizonte. Al final, sobre un promontorio que cae al mar, se levanta el faro de Cap de Barbaria. El camino es tan fotogénico como el faro mismo: una recta flanqueada por campos secos, muros de piedra y silencio. Al atardecer, la luz lo cambia todo: el cielo se llena de color, los contornos se suavizan y cada ángulo pide una instantánea. Es uno de esos momentos en los que solo tienes que apretar el botón de la cámara de tu móvil y dejar que el paisaje haga el resto.     Faro de Cap de Barbaria (Formentera)  


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