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Mallorca en furgoneta camper
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Mallorca en furgoneta camper

Por Galaventura


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¿Estás pensando ya en las vacaciones de verano y tienes el paraíso Balear en el punto de mira? No te lo pienses más y reserva ya el barco para descubrir Mallorca en furgoneta camper como hicimos nosotros de la mano de Baleària.

 

Hemos estado 3 meses en la isla con nuestra furgoneta y en este tiempo hemos recopilado los rincones más secretos y todo lo que no te puedes perder. Teniendo en cuenta que Mallorca es la mayor de las Baleares, quizás pensarás que es la más fácil para viajar en furgoneta. No es que sea complicado, pero los que venimos de la península estamos muy acostumbrados a la cultura de los campings y de las áreas de autocaravanas y en la isla no hay ninguna de las dos opciones.

Pero solo por esto no debes descartar Mallorca de tu lista de próximos destinos, sigue siendo un lugar maravilloso para viajar con tu furgoneta camper. Aquí te dejamos algunos lugares para descansar con tu furgoneta o autocaravana en la isla:
 

Caleta de Portals Vells
Si quieres vivir una experiencia camper al 100%, en este lugar vendrá a visitarte una familia de cabras autóctonas prácticamente a diario. Situado en un acantilado, viendo pasar los barcos y uno de los amaneceres más bonitos de Mallorca, es uno de nuestros lugares favoritos.


Si te gusta caminar, puedes acercarte a ver el Faro de Cala Figuera, a unos 30 minutos aproximadamente. Hacia el otro lado, podrás visitar las cuevas de Portals Vells (de donde se sacaron las piedras de la Catedral de Palma) y, si quieres playas bonitas, aquí encontrarás calas con aguas cristalinas: las calas de Portals Vells, la Cala Mago y el Caló dels Reis.

 

 

Punta Blanca - Sant Elm
Este es uno de los lugares que más nos gustan de la isla, una vez lo descubras no te querrás ir de allí. Con atardeceres de ensueño, rodeado de naturaleza y tranquilidad frente a la isla de Sa Dragonera, el viewpoint de Sant Elm es sin duda un sitio donde pernoctarás más de una y dos noches. Desde este punto puedes hacer la caminata hacia el mirador de la Trapa y visitar la Torre de Vigilancia de Cala en Basset.
 

Cala Agulla
El aparcamiento de Cala Agulla es un buen sitio para pernoctar, ya que se suele pasar la noche con otras furgonetas o autocaravanas. Es de pago y cuesta 12 euros. En verano está genial porque está al lado de la playa. También llegarás caminando a la Cala Moltó, una de las calas con agua cristalina más bonitas de Mallorca.


Mirador Des Delta - Urbanización Puigderós
En este lugar hay un montón de piscinas naturales increíbles a las que puedes llegar caminando en solo 5 minutos. Además, dormirás en una pineda escuchando las olas. Si viajas con perro, pasearás sin correa por caminos viendo el atardecer donde el sol se funde con el mar.


Puig de Santa Magdalena
Uno de los miradores más espectaculares en el que podrás ver cualquier punto de la isla en un día despejado. En esta ubicación encontrarás un fotogénico banco pintado con la frase 'No hay atardecer sin beso', del que no te puedes ir sin tu 'foto sin filtros' de Instagram.

 

 

Faro de Cap Gros - Puerto de Sóller
¿Te gustan los faros? Seguro que sí, como a todos los viajeros, y es que tienen algo especial. Nuestro favorito es el de Cap Gros, en el puerto de Sóller. Es un 2x1, verás el atardecer y te quedarás a dormir ahí mismo y te despertarás con el graznido de las gaviotas persiguiendo un barco pesquero. Además, podrás bajar caminando al puerto a pasar el día dando un buen paseo.


Refugi Es Coll Baix
Si te gusta dormir en pleno bosque, te tienes que guardar este punto sí o sí. Aparcando justo delante del refugio de Coll Baix, en la península de Alcúdia, encontrarás este pequeño paraíso escondido. Desde este punto, podrás hacer la ruta hacia la playa de Es Coll Baix (una de las más impresionantes de Mallorca) y también podrás visitar Sa Cova Tancada (una cueva natural al borde de un acantilado). 

 

Santuario de Cura
Este es un lugar muy parecido al del Puig de Santa Magdalena. A 543 metros de altitud podrás disfrutar de vistas a toda la isla. Hay un restaurante que lleva una familia Mallorquina donde poder disfrutar de un menú tradicional y desde el que salen muchas rutas de bici de montaña y senderismo.
 


 

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Pedro Bailón: «En máquinas se forman familias muy fuertes»
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  A Pedro Bailón (Premià de Mar, 1992) el mar siempre le ha llamado la atención y, aunque hubo un tiempo en que dudó entre el trabajo en un buque y el de tierra, la atmósfera de la vida a bordo le cautivó. Actualmente es jefe de máquinas del Ciudad de Mahón, en el que forma parte de un equipo con un engranaje muy sólido.     P. ¿Cómo es el día a día en la sala de máquinas de un buque? R. Cada día es una nueva aventura y un nuevo reto. Siempre tienes experiencias nuevas que te hacen aprender y ser mejor día tras día. La máquina de un barco es un lugar peculiar,  donde nacen y se forman familias muy fuertes. En cada momento tienes a unos cuantos valientes luchando contra los retos que surgen. Más que hablar del día a día, realmente es un constante trabajo en equipo. Cada jornada se rige por unos trabajos de mantenimiento organizados que hacen que el corazón del barco funcione como un reloj suizo. A partir de aquí se reparte el trabajo a cada uno de los integrantes, porque todo suma y un poco de todos es mucho para el área de Máquinas y para el barco. Impera el buen estar, el buen hacer y el compañerismo; se intenta ser lo más profesional posible y estar a la altura de cada situación. En la vida a bordo también es muy importante saber gestionarse el tiempo... especialmente para la gente de Máquinas es muy importante el descanso, porque nunca sabes qué puede pasar.   P. ¿Cuáles son las cualidades de un jefe de máquinas? R. Sobre todo es imprescindible saber mantener los nervios. Si el jefe de máquinas se pone nervioso... lo contagia a todo el equipo. También es fundamental hacer equipo.   P. ¿Qué te motivó a trabajar en el mar y especializarte en Máquinas? R. Tengo una relación estrecha con el mar desde bien pequeño, cuando veraneaba con mis padres en la costa de Tarragona. La motivación de dedicarme al mar surge sobre todo de su inmensidad y de sus ‘cambios de humor’, que siempre me han fascinado. En cuanto a decantarme por  Máquinas, viene de mi inquietud... siempre me ha gustado investigar y conocer cómo funciona cualquier detalle; y qué mejor sitio que una sala de máquinas para saber el cómo, el cuándo y el porqué de todo. Soy un apasionado de la reparación en general y, además, me encanta la  mecánica.     P. ¿Alguna anécdota curiosa o momento que recordar? R. A bordo cada día es una nueva aventura. Pero si tengo que quedarme con algún momento seguro que sería mi primera vez dentro de una sala de máquinas; nunca lo olvidaré. Los olores de combustibles, que acabamos normalizando, y, por supuesto, el ruido. Evidentemente de anécdotas tengo mil y una, pero como digo, Máquinas es una familia y me quedo con todos los momentos difíciles donde entre todos se ha sacado todo adelante.   P. ¿Qué haces cuando estás desembarcado? R. Al final cuando estás en casa intentas hacer todo lo que no te ha dado tiempo durante tu embarque. Me describiría como un todoterreno; tengo varias facetas, pero la que más me define es mi afición por la pesca, a la cual dedico mucho de mi tiempo libre. También me gusta leer y practico mucho deporte. Me encanta pasar tiempo con los míos e intentar dedicarles mis mejores momentos. Además, disfruto mucho yendo a ver a mi equipo preferido al campo, el RCD Espanyol, y sufriendo con éste. También me estoy aficionando a la cocina, pero aún me falta practicar. Y por supuesto salir en moto.     Con el mar cerca Su pasión por el mar y la mecánica hizo que estudiase en la Facultad de Náutica de Barcelona. Ha trabajado en diferentes sitios, tanto a pie de muelle como a bordo, pasando por remolcadores, empresas de mantenimiento y buques de crucero. Pedro es tanto ‘de mar’, que incluso su  tiempo libre lo dedica a otra de sus pasiones, la pesca.      


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  La costa de Cádiz se enorgullece de contar con algunas de las playas más impresionantes de Europa, paisajes naturales de arena fina y virgen que invitan tanto al relax como a la emoción de deslizarse sobre las olas en una tabla de surf.     Las calas de Roche   Las calas de Roche son como el último sorbo de una buena copa de vino. La costa de Cádiz posee muchos tesoros escondidos capaces de sorprender al visitante, aunque no todos son de fácil acceso. Las calas de Roche son una sucesión de hermosas y pequeñas calas rodeadas de naturaleza y acantilados al norte de Conil. Contemplar el atardecer desde cualquiera de ellas representa una de las experiencias más maravillosas que se puede disfrutar en todo el litoral andaluz.     Una serie de senderos, que parten desde el mismo Conil, bordeando la costa, conducen hasta estas playas en forma de medialuna, difíciles de divisar a simple vista desde la carretera que discurre elevada y paralela al mar. Lo complicado de su orografía es parte de su encanto que, además, se ve fortalecido por su naturaleza efímera, ya que el hecho de poder llegar hasta ellas o gozar de su arena depende por completo del ritmo cadencioso de las mareas. Otro de sus encantos radica en que se han conservado completamente vírgenes, por lo que no disponen de chiringuitos, duchas, aseos o cualquier otro servicio; únicamente naturaleza en estado puro.     Cala Frailecillo, cala Encendida, cala Tío Juan Medina, cala Pato, cala Medina y cala Áspero son la media docena de calas que forman esta espectacular zona del litoral gaditano de apenas 600 metros de extensión. A todas ellas se accede por unas escalinatas excavadas en la roca que descienden desde los acantilados rojizos. Sus vistas son idílicas, el agua siempre cristalina y prácticamente sin oleaje, su olor inconfundible a salitre y, por supuesto, el sonido constante del vaivén de las olas como telón de fondo hacen que uno se sienta como en un cuento de hadas. Ideales para evadirse del mundo y del frenesí diario.        Dunas de Valdevaqueros   La playa de Valdevaqueros, la más bonita de Tarifa, es uno de los pocos lugares vírgenes que quedan en la Costa de la Luz, donde los valles de los ríos desembocan silenciosos en la playa y en la sierra litoral, ajenos al ajetreo de las olas mar adentro donde los amantes del windsurf y del esquí con cometa luchan por subirse a la gran ola. En primera línea de costa, en este edén natural de arena fina, 4 kilómetros de dunas móviles se desplazan al capricho de los vientos engullendo árboles, carreteras y amenazando con sepultar todo aquello que encuentren a su paso.     El médano de Valdevaqueros se formó como consecuencia de las acciones militares llevadas a cabo en la década de los cuarenta, en plena dictadura franquista, para acondicionar los terrenos que daban acceso a los cuarteles de la zona, y para cavar algunas trincheras que impidieran un posible desembarco aliado en la costa. La construcción de un foso de arena alargado paralelo a la costa entre la zona dunar y la orilla del mar, junto con los fuertes vientos de levante desplazaron la arena y provocaron un aumento de la franja dunar que aumenta, imparable, año tras año.    Actualmente, en los días de fuerte viento de levante, la arena invade totalmente la carretera A-2325, en la que habitualmente los turistas curiosos se hacen selfies con las señales de tráfico medio enterradas. Esos días, la vía se vuelve totalmente intransitable y los vecinos quedan incomunicados hasta que las máquinas excavadoras retiran las ingentes cantidades de arena que, a veces, llegan a alcanzar los 30 metros de altura.         Caños de Meca: Faro de Trafalgar   Caños de Meca todavía se asocia a esa imagen de la década de los sesenta en la que ostentaba el título de ser el rincón más hippie de la costa gaditana, frecuentado por bohemios, artistas y, en ocasiones, incluso por algunos de los miembros de la llamada movida madrileña, en busca de esa anhelada libertad. La misma que todavía persiguen hoy en día los que se acercan a este municipio en busca del contacto directo con la naturaleza, el mar, una dieta saludable, atardeceres de película y, sobre todo, la posibilidad de bajar las revoluciones de la vida estresada de las grandes ciudades.      El viento persistente, las dunas doradas y un pasado bucanero envuelven el faro de Trafalgar en una atmósfera misteriosa. Contemplar el atardecer frente a este baluarte histórico de 34 metros de altura representa una auténtica delicia. Solitario ante la inmensidad del océano, el faro se sitúa en una zona repleta de dunas doradas, extensas playas y una vegetación que a veces llega incluso hasta la arena. Una pasarela de madera serpentea por la costa, atravesando acantilados, desde donde se pueden observar infinitos tonos azulados que el océano dibuja según las corrientes. A lo lejos, los surfistas, windsurfistas y kitesurfistas buscan el viento de levante que les haga volar, ajenos al hecho de que hace algo más de 200 años, en este mismo escenario, se libraba la batalla de Trafalgar, un enfrentamiento naval entre la Armada Real Británica y las flotas combinadas de las Armadas francesa y española que tuvo lugar durante la guerra de la tercera coalición. La victoria, por cierto, cayó del lado inglés.     Desde el promontorio del faro, se puede bajar hasta la playa de Trafalgar, una enorme cala virgen de arena fina y dorada que se extiende a lo largo de 2 km desde el cabo hasta la playa de Zahora, al norte.       


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