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Los rincones paseados por Galdós

Por FRANCESC ARABÍ


Las Palmas de Gran Canaria

Colonial, colorida, señorial, marinera y cálida. Cualquier pretexto sirve para sumergirse en la capital grancanaria. El año del centenario de la muerte de su paisano más ilustre, Benito Pérez Galdós (1843-1920), es una invitación a visitar la infancia y juventud del segundo autor más traducido del español a otros idiomas, después de Cervantes.

Día 1:

09:00

Desayuno consistente. Antes de empezar este maratón cultural —propuesta ordenada según horarios de visita y localización— hay que hacer acopio de energías. El Petit Café ofrece variedad de cafés, tartas caseras, tostadas con el pan cortado en rebanadas gruesas, huevos, tacos… Disponen de opción vegana.

10:00

Parque y Ermita de San Telmo y muelle viejo. Desde este rincón embarcó el novelista, en 1862, rumbo a Cádiz, camino de Madrid. No hay que perderse la pequeña ermita, con artesonado mudéjar.

11:15

La cuna del escritor. En el corazón del histórico barrio de Triana se levanta la casa que vio nacer, el 10 de mayo de 1843, al autor de los Episodios nacionales, la crónica del siglo XIX español contada a través de historias de vida cotidiana. Aquí vivió Pérez Galdós hasta los 19 años. En esta casona típica canaria de finales del XVIII, con pozo y balcón de madera, se exhiben obras de arte, instrumentos musicales, parte del legado documental del canario más universal y hasta la cuna en la que dormía o el mobiliario de la alcoba de Madrid en la que el escritor murió en 1920. Vida, muerte y alma del grancanario más universal perfilan la atmósfera galdosiana atrapada en el número 6 de la Calle Cano.

12:45

Iglesia de San Francisco. El pequeño Benito fue bautizado en este monumento del siglo XVII. Dejaría tanta huella en el novelista que, como recuerdan Plácido Checa y Pablo Checa en La ciudad de Galdós, evocó el tañido de sus campanas, que escuchaba a diario en sus paseos por el barrio. “Su son no lo confundiría con ninguno, lo distinguiría entre cien que tocasen a un tiempo”. Puede visitarse en horario de misas.

14:00.

Gabinete literario. En la plaza de Cairasco, se encuentra uno de los edificios más impresionantes de Canarias. La entidad cultural que alberga nació en 1844. Destaca su salón dorado de estilo rococó y un enorme lucernario sobre el recibidor. La visitas se conciertan con cita previa.

Gabinete Literario

15:00

Almuerzo en el Perinqué. Junto al Teatro Galdós, este restaurante sirve comida de fusión y de mercado. Platos originales a precios muy adecuados.

17:00

Centro Atlántico de Arte Moderno. Tras dejar Triana atrás, al otro lado del barranco del Guiniguado, se encuentra el barrio fundacional de la ciudad, el de Vegueta. El museo se ubica en la calle de Los Balcones, en un edificio basado en la arquitectura canaria tradicional que mereció el Premio Nacional de Arquitectura.

19:30

Paseo. A la salida, la tarde pide un paseo por la calle Mayor de Triana, arteria muy frecuentada por el autor de Fortunata y Jacinta. En el número 2 está la única casa colonial inmutable al paso del tiempo.

21:00

Cenar en The Gallery. Una buena opción para cenar de tapeo a base de exquisitas pulguitas (pequeños bocadillos), papas bravas, huevos rotos… Inexcusable la berenjena frita con miel de caña.

Día 2:

9:00

Buenos días con tarta artesana. El Café Antico es un coqueto local en el que se sirve el mejor café italiano, con pastelería casera.

10:15

Teatro Pérez Galdós. Uno de los iconos arquitectónicos y referente cultural de la ciudad. Se inauguró en 1890 como Teatro Tirso de Molina. El edificio actual, de estilo clasicista, es una reconstrucción mejorada tras el incendio que sufrió en 1918 y que devoró toda la estructura de madera. Se incorporaron pinturas en lienzo de Néstor Martín Fernández en el salón Saint-Saëns, en el techo de la platea y boca del escenario. El teatro tiene un aforo que supera las 1.000 localidades y una excelente acústica. Se puede visitar a las 10:15, las 11:15 o las 12:15.

11:30

Rectorado-Instituto Pérez Galdós. El primer instituto público se inauguró en 1925, gracias a las gestiones del escritor en Madrid. Su primer emplazamiento fue la calle Galdós y luego se trasladó al actual edificio, que acoge el Rectorado de la Universidad.

Plazas de la Vegueta

13:00

El colegio-convento. En cada esquina de la Vegueta espera agazapado el espíritu del novelista. Especialmente en el convento de San Agustín, que, tras la desamortización de Mendizábal, acogió el primer instituto de primaria y secundaria, privado, de Las Palmas, en 1844. Galdós cursó ahí sus estudios hasta 1862, cuando acabó el bachillerato. Ahí desarrolló sus habilidades como dibujante y se destapó el periodista y novelista. Desde 1965 alberga el Palacio de Justicia.

14:00

Comer en Taskita Los Hermanos. Local de comida canaria casera, junto al mercado de Vegueta, en la que no pueden faltar las papas arrugás.

15:30

Visita a la Plaza de Santa Ana y Catedral de Canarias. No hay ciudad colonial sin Plaza de Armas. Aquí se llama de Santa Ana y está custodiada por las estatuas de ocho grandes perros. La catedral, con fachada de piedra negra, comenzó a construirse a finales del XV, por deseo de los Reyes Católicos. Acopia varios estilos: del gótico tardío al neoclasicismo de su cara
exterior, pasando por el renacentismo del interior del monumento. El periodista pasaba cada día frente a la basílica de camino al Colegio San Agustín. En ese tiempo vio poner los cimientos de la Torre Sur, otro de los rincones que quedarían atrapados en su obra. En la misma plaza, se encuentra el edificio del Ayuntamiento, en las viejas Casas Consistoriales. Ocupan 3.000 metros cuadrados, con un impresionante salón de plenos, que acogió la propuesta que postulaba a Galdós para Premio Nobel de Literatura. La cubierta ofrece un mirador a la catedral. Solamente es visitable los domingos.

17:30

Museo Canario. Está considerado uno de los museos antropológicos más importantes del mundo por su cerámica indígena y por albergar la mayor colección de restos cromañoides, entre ellos varias momias y un millar de cráneos. Es una referencia para el conocimiento del pasado prehispánico de
las Canarias. Once salas que aportan luz sobre los modos de vida y la cultura de los antiguos pobladores.

20:30.

Un buen sitio para cenar en el casco antiguo es La Vegueta de Colón, al lado de la catedral. Cuenta con una agradable terraza en la que degustar una atractiva variedad de tapas. —

Mercado de Vegueta
CENTRO HISTÓRICO

UN UNIVERSO DE NOVELA

Perderse por callejuelas y plazas de la Vegueta o de Triana es respirar espacios y tiempos que poblaron la obra del escritor. La caminata por la calle Pérez Galdós ofrece dos premios en forma de edificio: el Cabildo Insular y el modernista palacete Rodríguez Quegles. Si las fuerzas lo permiten la noche trianera ofrece planes para digerir el día. Actuaciones de jazz y músicas alternativas en vivo, en el Cuasquías, o dejarse caer por el bohemio Charlestón, abierto todas las noches para acoger mil propuestas escénicas, literarias o musicales. —

POR: FRANCESC ARABÍ

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Las mejores playas gaditanas
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Las mejores playas gaditanas

  La costa de Cádiz se enorgullece de contar con algunas de las playas más impresionantes de Europa, paisajes naturales de arena fina y virgen que invitan tanto al relax como a la emoción de deslizarse sobre las olas en una tabla de surf.     Las calas de Roche   Las calas de Roche son como el último sorbo de una buena copa de vino. La costa de Cádiz posee muchos tesoros escondidos capaces de sorprender al visitante, aunque no todos son de fácil acceso. Las calas de Roche son una sucesión de hermosas y pequeñas calas rodeadas de naturaleza y acantilados al norte de Conil. Contemplar el atardecer desde cualquiera de ellas representa una de las experiencias más maravillosas que se puede disfrutar en todo el litoral andaluz.     Una serie de senderos, que parten desde el mismo Conil, bordeando la costa, conducen hasta estas playas en forma de medialuna, difíciles de divisar a simple vista desde la carretera que discurre elevada y paralela al mar. Lo complicado de su orografía es parte de su encanto que, además, se ve fortalecido por su naturaleza efímera, ya que el hecho de poder llegar hasta ellas o gozar de su arena depende por completo del ritmo cadencioso de las mareas. Otro de sus encantos radica en que se han conservado completamente vírgenes, por lo que no disponen de chiringuitos, duchas, aseos o cualquier otro servicio; únicamente naturaleza en estado puro.     Cala Frailecillo, cala Encendida, cala Tío Juan Medina, cala Pato, cala Medina y cala Áspero son la media docena de calas que forman esta espectacular zona del litoral gaditano de apenas 600 metros de extensión. A todas ellas se accede por unas escalinatas excavadas en la roca que descienden desde los acantilados rojizos. Sus vistas son idílicas, el agua siempre cristalina y prácticamente sin oleaje, su olor inconfundible a salitre y, por supuesto, el sonido constante del vaivén de las olas como telón de fondo hacen que uno se sienta como en un cuento de hadas. Ideales para evadirse del mundo y del frenesí diario.        Dunas de Valdevaqueros   La playa de Valdevaqueros, la más bonita de Tarifa, es uno de los pocos lugares vírgenes que quedan en la Costa de la Luz, donde los valles de los ríos desembocan silenciosos en la playa y en la sierra litoral, ajenos al ajetreo de las olas mar adentro donde los amantes del windsurf y del esquí con cometa luchan por subirse a la gran ola. En primera línea de costa, en este edén natural de arena fina, 4 kilómetros de dunas móviles se desplazan al capricho de los vientos engullendo árboles, carreteras y amenazando con sepultar todo aquello que encuentren a su paso.     El médano de Valdevaqueros se formó como consecuencia de las acciones militares llevadas a cabo en la década de los cuarenta, en plena dictadura franquista, para acondicionar los terrenos que daban acceso a los cuarteles de la zona, y para cavar algunas trincheras que impidieran un posible desembarco aliado en la costa. La construcción de un foso de arena alargado paralelo a la costa entre la zona dunar y la orilla del mar, junto con los fuertes vientos de levante desplazaron la arena y provocaron un aumento de la franja dunar que aumenta, imparable, año tras año.    Actualmente, en los días de fuerte viento de levante, la arena invade totalmente la carretera A-2325, en la que habitualmente los turistas curiosos se hacen selfies con las señales de tráfico medio enterradas. Esos días, la vía se vuelve totalmente intransitable y los vecinos quedan incomunicados hasta que las máquinas excavadoras retiran las ingentes cantidades de arena que, a veces, llegan a alcanzar los 30 metros de altura.         Caños de Meca: Faro de Trafalgar   Caños de Meca todavía se asocia a esa imagen de la década de los sesenta en la que ostentaba el título de ser el rincón más hippie de la costa gaditana, frecuentado por bohemios, artistas y, en ocasiones, incluso por algunos de los miembros de la llamada movida madrileña, en busca de esa anhelada libertad. La misma que todavía persiguen hoy en día los que se acercan a este municipio en busca del contacto directo con la naturaleza, el mar, una dieta saludable, atardeceres de película y, sobre todo, la posibilidad de bajar las revoluciones de la vida estresada de las grandes ciudades.      El viento persistente, las dunas doradas y un pasado bucanero envuelven el faro de Trafalgar en una atmósfera misteriosa. Contemplar el atardecer frente a este baluarte histórico de 34 metros de altura representa una auténtica delicia. Solitario ante la inmensidad del océano, el faro se sitúa en una zona repleta de dunas doradas, extensas playas y una vegetación que a veces llega incluso hasta la arena. Una pasarela de madera serpentea por la costa, atravesando acantilados, desde donde se pueden observar infinitos tonos azulados que el océano dibuja según las corrientes. A lo lejos, los surfistas, windsurfistas y kitesurfistas buscan el viento de levante que les haga volar, ajenos al hecho de que hace algo más de 200 años, en este mismo escenario, se libraba la batalla de Trafalgar, un enfrentamiento naval entre la Armada Real Británica y las flotas combinadas de las Armadas francesa y española que tuvo lugar durante la guerra de la tercera coalición. La victoria, por cierto, cayó del lado inglés.     Desde el promontorio del faro, se puede bajar hasta la playa de Trafalgar, una enorme cala virgen de arena fina y dorada que se extiende a lo largo de 2 km desde el cabo hasta la playa de Zahora, al norte.       


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Los diez sitios más instagrameables de las Baleares
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Los diez sitios más instagrameables de las Baleares

  Pocos archipiélagos son tan instagrameables como el de Balears. Mallorca, Menorca, Ibiza y Formentera ofrecen rincones de postal, el paraíso para los instagrammers.   Entre acantilados que resguardan calas escondidas, faros que vigilan el horizonte y pueblos detenidos en el tiempo, Balears despliega un encanto difícil de explicar solo con palabras. En estos paisajes, la cámara del móvil deja de ser un simple accesorio tecnológico para capturar instantes que se guardarán para siempre en nuestra memoria. La luz, protagonista  silenciosa, ilumina estas escenas, pero también cuenta una historia y revela la esencia mágica de este  archipiélago mediterráneo.   1. La joya amurallada Dalt Vila (Ibiza) La ciudad alta de Ibiza, declarada Patrimonio de la Humanidad, es un regalo para los amantes de la historia, la arquitectura y el encuadre perfecto. Entrar por el Portal de Ses Taules es abrir la puerta de acceso a siglos de historia y tradición ibicenca. Callejones empedrados, fachadas blancas, puertas de colores y flores que cuelgan de cada balcón. Subir a la catedral lleva su tiempo, pero el esfuerzo tiene su recompensa: una vista panorámica y sin filtros sobre el puerto, los barcos que zarpan hacia Formentera y las azoteas encaladas. Cada rincón de Dalt Vila pide una foto, pero también una pausa.   2. Un balcón al sol del atardecer Mirador de Sa Foradada (Mallorca) Desde Son Marroig, una histórica finca situada entre Valldemossa y Deià, parte el sendero que lleva a uno de los miradores más celebrados de la isla. Sa Foradada, con su emblemático templete de mármol de Carrara, ofrece un contraluz casi teatral al atardecer, un lugar convertido en templo para los creadores de contenidos e instagrammers, sobre todo para los interesados en fotografías de viaje, estilo de vida y bodas. La combinación del mar abierto, el perfil rocoso y el cielo incendiado convierte cada fotografía en una promesa de eternidad. Muchos optan por sentarse en el pequeño bar-mirador y ver el espectáculo con una copa de vino local. Otros bajan hasta el nivel del mar en una ruta más exigente, pero también más íntima. Sea cual sea tu opción, la cámara es casi un requisito.     Valldemossa (Mallorca)     3. Calas hermanas Cala Macarella y Macarelleta (Menorca) Reserva de la Biosfera desde 1993, Menorca guarda rincones donde la huella humana apenas es visible. Macarella y Macarelleta, dos calas vecinas enmarcadas por acantilados calizos y un frondoso pinar, parecen sacadas de una postal. Su entorno bien conservado y sus aguas turquesa las han convertido en iconos del litoral menorquín. El acceso requiere una caminata de unos 40 minutos desde Cala Galdana. Cada paso vale la pena, especialmente si el objetivo es disfrutar y captar la luz, el azul de sus aguas y la arena blanca y fina. Para los amantes de la fotografía, el juego de luces y sombras por la mañana ofrece un espectáculo visual en constante cambio.     Cala Macarella (Menorca)   4. El acantilado al azul infinito Ses Balandres (Ibiza) En la costa noroeste de Ibiza, entre Santa Agnès de Corona y el mar, se esconde un lugar con vistas de ensueño. Este mirador natural, conocido como Ses Balandres, ofrece una de las panorámicas más espectaculares de la isla. Frente al visitante, el azul infinito del Mediterráneo; bajo sus pies, una caída vertiginosa hacia acantilados escarpados y un puñado de islotes que salpican el horizonte. En este espacio singular se respira una tranquilidad que lo convierte en santuario para quienes buscan una Ibiza más salvaje y silenciosa. El mejor momento del día para dejarse hipnotizar por su magia, sin duda, es al atardecer, cuando el cielo se tiñe de fuego.   5. Nostalgia rural Molinos de viento en Sant Francesc (Formentera) Formentera, la más pequeña de las Pitiusas, cuenta con playas infinitas, pero también con un paisaje rural que ha resistido el paso del tiempo. En los alrededores de Sant Francesc, capital pintoresca, silenciosa y luminosa de la isla, los molinos de viento son testigos de otras épocas. Construidos principalmente entre los siglos XVIII y XIX en la zona de Sa Miranda, estos emblemáticos edificios desempeñaron un papel crucial en la molienda de cereales, en una época en la que la agricultura era la base de la economía local. El Molí Vell de la Mola, por ejemplo, ofrece visitas guiadas y una visión muy completa de la antigua vida isleña. Es al amanecer cuando estas construcciones reflejan su mejor luz: las aspas recortadas contra el cielo, los colores suaves del campo y esa atmósfera tranquila que hace que cada foto parezca pensada para tu feed.     Molino de viento en Sant Francesc (Formentera)   6. La cala escondida que todos sueñan Cala Varques (Mallorca) Hay calas que parecen creadas para una imagen única y Cala Varques es uno de esos lugares que quedarán en tu memoria. Alejada de urbanizaciones y del bullicioso ruido, protegida por un bosque y flanqueada por acantilados, esta playa virgen situada en la costa este de Mallorca (Manacor) conserva su esencia más salvaje. Los visitantes no encontrarán chiringuitos, tampoco hamacas o caminos asfaltados, solo un paisaje natural para tu deleite a media hora de caminata entre pinos y tierra rojiza. Una vez allí, quedarás atrapado por la belleza de un entorno irrepetible. Con aproximadamente 70 metros de longitud y 50 metros de anchura, esta playa de arena blanca y aguas cristalinas está rodeada de acantilados bajos y un frondoso bosque de pinos, lo que le confiere un entorno natural y aislado. Puedes capturarla desde la arena, buscando encuadres íntimos entre pinos y rocas; desde el mar, accediendo en barco para obtener panorámicas únicas del litoral; o incluso a vista de dron, donde la cala revela toda su geometría natural y su contraste de colores.   7. Un salto al vacío y al horizonte Pont d’en Gil (Menorca) En la costa oeste de Menorca, cerca de Ciutadella, se encuentra esta formación rocosa que parece trazada con escuadra y compás. Un arco natural de piedra caliza que se precipita sobre el mar como si fuera una pasarela secreta hacia el infinito. El lugar ha ganado popularidad entre los que buscan atardeceres menos convencionales. Los últimos rayos de sol se cuelan bajo el arco y tiñen el agua de reflejos dorados. Accesible en coche y luego a pie, también se puede explorar en kayak. Un rincón perfecto para los que quieren sorprender a sus seguidores.   8. El Caribe sin pasaporte Playa de Ses Illetes (Formentera) Ses Illetes es una de esas playas que no necesita filtros. Arena fina y blanca, aguas de color turquesa y una lengua de tierra que parece flotar entre dos mares. No en vano es considerada entre las mejores playas del mundo. Está situada en el Parque Natural de Ses Salines, y su acceso está regulado para proteger el entorno. Lo ideal es llegar en bicicleta o a pie desde el puerto de La Savina. El paseo es, sin duda, parte de la experiencia. Desde el extremo de la playa, se pueden tomar fotos que parecen montajes: horizonte azul, barquitos dispersos y el islote de Espalmador de fondo.     Playas de Ses Illetes (Formentera)     9. Belleza de piedra y silencio Valldemossa (Mallorca) El alma de la sierra de Tramuntana es Valldemossa. Este pequeño pueblo mallorquín, de piedra dorada y calles empedradas, es pura poesía arquitectónica. Sus fachadas adornadas con macetas y azulejos devocionales, las persianas verdes, las puertas robustas y los tejados de teja antigua conforman un escenario que atrapa. Valldemossa fue refugio de artistas, escritores y músicos como Frédéric Chopin, George Sand, Rubén Darío, Unamuno y Azorín, y su legado aún resuena entre los muros de su Cartuja, mandada construir por el rey Sancho I en el siglo XIII. Para los fotógrafos, el momento mágico llega con las primeras luces de la mañana o justo antes del anochecer, cuando el pueblo se vacía y recupera la calma.     10. El fin del mundo balear Faro de Cap de Barbaria (Formentera) En el sur de Formentera, la carretera se estrecha hasta convertirse en una línea que se pierde en el horizonte. Al final, sobre un promontorio que cae al mar, se levanta el faro de Cap de Barbaria. El camino es tan fotogénico como el faro mismo: una recta flanqueada por campos secos, muros de piedra y silencio. Al atardecer, la luz lo cambia todo: el cielo se llena de color, los contornos se suavizan y cada ángulo pide una instantánea. Es uno de esos momentos en los que solo tienes que apretar el botón de la cámara de tu móvil y dejar que el paisaje haga el resto.     Faro de Cap de Barbaria (Formentera)  


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