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Málaga, la ciudad de los museos

Por Nacho Sánchez | Periodista


Arte contemporáneo, pintura del siglo XIX, vidrios únicos, restos arqueológicos fenicios, romanos y árabes... La ciudad que vio nacer a Picasso se ha convertido en una referencia internacional gracias a sus museos. Consolidada como la quinta ciudad de España en cuanto a calidad e innovación de su oferta cultural, Málaga no deja de crecer más allá de su tradicional promesa de sol y playa. La agenda de exposiciones de Málaga constituye un poderoso atractivo para justificar una visita a la ciudad. Por eso te proponemos un recorrido por los espacios más interesantes de esta ciudad de los museos. Consulta esta ruta por los museos de Málaga y déjate sorprender por la agenda cultural más completa de la Costa del Sol. El punto de partida de esta ruta museística es el propio puerto de Málaga. En el recinto destaca la imagen de un colorido cubo de cristal, símbolo inequívoco de la sucursal malagueña del Centre Pompidou de París. Hasta él se llega dando un paseo por el bonito Palmeral de las Sorpresas, que desemboca en el comercial Muelle Uno. Este museo cuenta con una estupenda colección de arte llegada de la capital francesa, con obras de Frida Kahlo, Chirico o Picasso. Con vocación de apertura a la ciudad, el espacio programa numerosas exposiciones temporales, así como conciertos, muestras de danza, encuentros de arte o talleres formativos para toda la familia. [caption id="attachment_1966" align="aligncenter" width="810"] Exteriores del Centre Pompidou en el puerto de Málaga.[/caption] Apenas a 300 metros, en los límites del marinero barrio de La Malagueta, se encuentra el Museo del Patrimonio Municipal (Mupam), que permite conocer de un vistazo los principales hitos culturales y artísticos de la capital de la Costa del Sol. Y poco más allá, bajo la sombra de las muchas variedades botánicas del Paseo del Parque, una tranquila caminata lleva hasta el Museo de Málaga, el último en incorporarse al mapa cultural de la ciudad. Inaugurado en diciembre de 2016 tras años de movilización ciudadana, acoge las colecciones del Museo de Bellas Artes y el Museo Arqueológico Provincial. Cuenta con hasta 15.000 referencias arqueológicas que ayudan a entender la importancia de las diferentes culturas que pasaron por la ciudad, como la fenicia, la romana o la árabe, así como una amplia colección pictórica de unas 2.000 obras, casi todas de los siglos XIX y XX. Junto al renovado Palacio de la Aduana -que alberga al Museo de Málaga- se extiende soberbia la calle Alcazabilla. La vía es un hervidero diario debido a los muchos lugares de interés que ofrece. Allí se encuentra el Teatro Romano, levantado hace más de 2.000 años, así como el acceso a la misteriosa alcazaba árabe, construida en distintas oleadas entre los siglos XI y XIV. Y, justo enfrente, escondido entre altas palmeras y densos ficus, se encuentra el Museo Picasso Málaga. Para acceder a él hay que rodear su sede, el Palacio de Buenavista, hasta la entrada principal ubicada en la coqueta calle San Agustín. Su espléndida colección permite una primera aproximación al trabajo del artista malagueño y algunas de sus obras más conocidas. [caption id="attachment_1965" align="aligncenter" width="810"] malaga la ciudad de los museos Fachada del Museo Picasso de Málaga.[/caption] Junto a lugares míticos de la gastronomía malagueña como El Pimpi, la calle Granada ofrece une el Museo Picasso Málaga con la Plaza de la Merced, precisamente donde nació el pintor. En una de sus esquinas se ubica la casa que le vio crecer, hoy convertida en la Fundación Casa Natal, donde existe una pequeña pero interesante muestra sobre el artista. A continuación merece la pena desviarse, pasando frente al mercado gastronómico de La Merced y al Teatro Cervantes, por la calle Madre de Dios hasta la Plaza de Montaño. Tras ella se encuentra una de las sorpresas culturales de la ciudad, el Museo del Vidrio y Cristal de Málaga. Repartido entre las estancias de una magnífica casa del siglo XVIII, alberga hasta 3.000 piezas que ofrecen un excepcional e inesperado recorrido por el arte de la manipulación del vidrio que atesora la ciudad. A pocos metros, el Museo Jorge Rando dedica sus salas a exhibir la obra de este pintor, así como a numerosas actividades encaminadas a la difusión e investigación de la poética expresionista en todas sus facetas. De vuelta al corazón del casco histórico a través de la calle Ollerías, es el momento de perderse entre callejuelas para llegar al Museo Carmen Thyssen Málaga, especializado en obra pictórica de finales del siglo XIX y comienzos del XX, con Sorolla o Darío de Regoyos entre sus principales firmas. Desde allí, el entramado urbano de influencia árabe se vuelve laberíntico para llegar a otro museo de interés, el de Artes y Costumbres Populares. Tan peculiar como encantador, es una estupenda opción para entender las raíces de la cultura malagueña en todos sus sentidos. Se ubica junto al cauce del río Guadalmedina y, siguiéndolo, se llega a la penúltima parada: el Centro de Arte Contemporáneo (CAC). El antiguo matadero local conjuga hoy exposiciones temporales de algunos de los artistas internacionales de mayor interés (Ai Wei Wei, Mark Ryden, Marina Abramovich...) con una gran colección de propuestas de artistas nacionales, especialmente del entorno andaluz y malagueño como Pilar Albarracín, Chema Lumbreras, Noelia García Bandera, José Medina Galeote, Daniel Canogar o Javier Calleja. [caption id="attachment_1967" align="aligncenter" width="810"] malaga la ciudad de los museos El Soho de Málaga, conocido por su muestra al aire libre de grafitis.[/caption] Finalmente, la muestra al aire libre de grafitis por el barrio artístico del Soho permite culminar un recorrido circular hasta llegar de nuevo al Puerto de Málaga. Eso sí, hay que apuntar para la siguiente visita espacios como el Museo Automovilístico y de la Moda o el Museo Ruso, ubicados en el recinto que en su día ocupó la vieja tabacalera local en la zona oeste de la capital. Y, muy cerca, también se encuentra el centro cultural La Térmica, que además de exposiciones ofrece una intensísima programación de talleres formativos, conferencias, encuentros y música en directo. Exposiciones de calidad y museos en cantidad y para todos los gustos. ¿Alguien da más? Nacho Sánchez | Periodista
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Las mejores playas gaditanas
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Las mejores playas gaditanas

  La costa de Cádiz se enorgullece de contar con algunas de las playas más impresionantes de Europa, paisajes naturales de arena fina y virgen que invitan tanto al relax como a la emoción de deslizarse sobre las olas en una tabla de surf.     Las calas de Roche   Las calas de Roche son como el último sorbo de una buena copa de vino. La costa de Cádiz posee muchos tesoros escondidos capaces de sorprender al visitante, aunque no todos son de fácil acceso. Las calas de Roche son una sucesión de hermosas y pequeñas calas rodeadas de naturaleza y acantilados al norte de Conil. Contemplar el atardecer desde cualquiera de ellas representa una de las experiencias más maravillosas que se puede disfrutar en todo el litoral andaluz.     Una serie de senderos, que parten desde el mismo Conil, bordeando la costa, conducen hasta estas playas en forma de medialuna, difíciles de divisar a simple vista desde la carretera que discurre elevada y paralela al mar. Lo complicado de su orografía es parte de su encanto que, además, se ve fortalecido por su naturaleza efímera, ya que el hecho de poder llegar hasta ellas o gozar de su arena depende por completo del ritmo cadencioso de las mareas. Otro de sus encantos radica en que se han conservado completamente vírgenes, por lo que no disponen de chiringuitos, duchas, aseos o cualquier otro servicio; únicamente naturaleza en estado puro.     Cala Frailecillo, cala Encendida, cala Tío Juan Medina, cala Pato, cala Medina y cala Áspero son la media docena de calas que forman esta espectacular zona del litoral gaditano de apenas 600 metros de extensión. A todas ellas se accede por unas escalinatas excavadas en la roca que descienden desde los acantilados rojizos. Sus vistas son idílicas, el agua siempre cristalina y prácticamente sin oleaje, su olor inconfundible a salitre y, por supuesto, el sonido constante del vaivén de las olas como telón de fondo hacen que uno se sienta como en un cuento de hadas. Ideales para evadirse del mundo y del frenesí diario.        Dunas de Valdevaqueros   La playa de Valdevaqueros, la más bonita de Tarifa, es uno de los pocos lugares vírgenes que quedan en la Costa de la Luz, donde los valles de los ríos desembocan silenciosos en la playa y en la sierra litoral, ajenos al ajetreo de las olas mar adentro donde los amantes del windsurf y del esquí con cometa luchan por subirse a la gran ola. En primera línea de costa, en este edén natural de arena fina, 4 kilómetros de dunas móviles se desplazan al capricho de los vientos engullendo árboles, carreteras y amenazando con sepultar todo aquello que encuentren a su paso.     El médano de Valdevaqueros se formó como consecuencia de las acciones militares llevadas a cabo en la década de los cuarenta, en plena dictadura franquista, para acondicionar los terrenos que daban acceso a los cuarteles de la zona, y para cavar algunas trincheras que impidieran un posible desembarco aliado en la costa. La construcción de un foso de arena alargado paralelo a la costa entre la zona dunar y la orilla del mar, junto con los fuertes vientos de levante desplazaron la arena y provocaron un aumento de la franja dunar que aumenta, imparable, año tras año.    Actualmente, en los días de fuerte viento de levante, la arena invade totalmente la carretera A-2325, en la que habitualmente los turistas curiosos se hacen selfies con las señales de tráfico medio enterradas. Esos días, la vía se vuelve totalmente intransitable y los vecinos quedan incomunicados hasta que las máquinas excavadoras retiran las ingentes cantidades de arena que, a veces, llegan a alcanzar los 30 metros de altura.         Caños de Meca: Faro de Trafalgar   Caños de Meca todavía se asocia a esa imagen de la década de los sesenta en la que ostentaba el título de ser el rincón más hippie de la costa gaditana, frecuentado por bohemios, artistas y, en ocasiones, incluso por algunos de los miembros de la llamada movida madrileña, en busca de esa anhelada libertad. La misma que todavía persiguen hoy en día los que se acercan a este municipio en busca del contacto directo con la naturaleza, el mar, una dieta saludable, atardeceres de película y, sobre todo, la posibilidad de bajar las revoluciones de la vida estresada de las grandes ciudades.      El viento persistente, las dunas doradas y un pasado bucanero envuelven el faro de Trafalgar en una atmósfera misteriosa. Contemplar el atardecer frente a este baluarte histórico de 34 metros de altura representa una auténtica delicia. Solitario ante la inmensidad del océano, el faro se sitúa en una zona repleta de dunas doradas, extensas playas y una vegetación que a veces llega incluso hasta la arena. Una pasarela de madera serpentea por la costa, atravesando acantilados, desde donde se pueden observar infinitos tonos azulados que el océano dibuja según las corrientes. A lo lejos, los surfistas, windsurfistas y kitesurfistas buscan el viento de levante que les haga volar, ajenos al hecho de que hace algo más de 200 años, en este mismo escenario, se libraba la batalla de Trafalgar, un enfrentamiento naval entre la Armada Real Británica y las flotas combinadas de las Armadas francesa y española que tuvo lugar durante la guerra de la tercera coalición. La victoria, por cierto, cayó del lado inglés.     Desde el promontorio del faro, se puede bajar hasta la playa de Trafalgar, una enorme cala virgen de arena fina y dorada que se extiende a lo largo de 2 km desde el cabo hasta la playa de Zahora, al norte.       


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Los diez sitios más instagrameables de las Baleares
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Los diez sitios más instagrameables de las Baleares

  Pocos archipiélagos son tan instagrameables como el de Balears. Mallorca, Menorca, Ibiza y Formentera ofrecen rincones de postal, el paraíso para los instagrammers.   Entre acantilados que resguardan calas escondidas, faros que vigilan el horizonte y pueblos detenidos en el tiempo, Balears despliega un encanto difícil de explicar solo con palabras. En estos paisajes, la cámara del móvil deja de ser un simple accesorio tecnológico para capturar instantes que se guardarán para siempre en nuestra memoria. La luz, protagonista  silenciosa, ilumina estas escenas, pero también cuenta una historia y revela la esencia mágica de este  archipiélago mediterráneo.   1. La joya amurallada Dalt Vila (Ibiza) La ciudad alta de Ibiza, declarada Patrimonio de la Humanidad, es un regalo para los amantes de la historia, la arquitectura y el encuadre perfecto. Entrar por el Portal de Ses Taules es abrir la puerta de acceso a siglos de historia y tradición ibicenca. Callejones empedrados, fachadas blancas, puertas de colores y flores que cuelgan de cada balcón. Subir a la catedral lleva su tiempo, pero el esfuerzo tiene su recompensa: una vista panorámica y sin filtros sobre el puerto, los barcos que zarpan hacia Formentera y las azoteas encaladas. Cada rincón de Dalt Vila pide una foto, pero también una pausa.   2. Un balcón al sol del atardecer Mirador de Sa Foradada (Mallorca) Desde Son Marroig, una histórica finca situada entre Valldemossa y Deià, parte el sendero que lleva a uno de los miradores más celebrados de la isla. Sa Foradada, con su emblemático templete de mármol de Carrara, ofrece un contraluz casi teatral al atardecer, un lugar convertido en templo para los creadores de contenidos e instagrammers, sobre todo para los interesados en fotografías de viaje, estilo de vida y bodas. La combinación del mar abierto, el perfil rocoso y el cielo incendiado convierte cada fotografía en una promesa de eternidad. Muchos optan por sentarse en el pequeño bar-mirador y ver el espectáculo con una copa de vino local. Otros bajan hasta el nivel del mar en una ruta más exigente, pero también más íntima. Sea cual sea tu opción, la cámara es casi un requisito.     Valldemossa (Mallorca)     3. Calas hermanas Cala Macarella y Macarelleta (Menorca) Reserva de la Biosfera desde 1993, Menorca guarda rincones donde la huella humana apenas es visible. Macarella y Macarelleta, dos calas vecinas enmarcadas por acantilados calizos y un frondoso pinar, parecen sacadas de una postal. Su entorno bien conservado y sus aguas turquesa las han convertido en iconos del litoral menorquín. El acceso requiere una caminata de unos 40 minutos desde Cala Galdana. Cada paso vale la pena, especialmente si el objetivo es disfrutar y captar la luz, el azul de sus aguas y la arena blanca y fina. Para los amantes de la fotografía, el juego de luces y sombras por la mañana ofrece un espectáculo visual en constante cambio.     Cala Macarella (Menorca)   4. El acantilado al azul infinito Ses Balandres (Ibiza) En la costa noroeste de Ibiza, entre Santa Agnès de Corona y el mar, se esconde un lugar con vistas de ensueño. Este mirador natural, conocido como Ses Balandres, ofrece una de las panorámicas más espectaculares de la isla. Frente al visitante, el azul infinito del Mediterráneo; bajo sus pies, una caída vertiginosa hacia acantilados escarpados y un puñado de islotes que salpican el horizonte. En este espacio singular se respira una tranquilidad que lo convierte en santuario para quienes buscan una Ibiza más salvaje y silenciosa. El mejor momento del día para dejarse hipnotizar por su magia, sin duda, es al atardecer, cuando el cielo se tiñe de fuego.   5. Nostalgia rural Molinos de viento en Sant Francesc (Formentera) Formentera, la más pequeña de las Pitiusas, cuenta con playas infinitas, pero también con un paisaje rural que ha resistido el paso del tiempo. En los alrededores de Sant Francesc, capital pintoresca, silenciosa y luminosa de la isla, los molinos de viento son testigos de otras épocas. Construidos principalmente entre los siglos XVIII y XIX en la zona de Sa Miranda, estos emblemáticos edificios desempeñaron un papel crucial en la molienda de cereales, en una época en la que la agricultura era la base de la economía local. El Molí Vell de la Mola, por ejemplo, ofrece visitas guiadas y una visión muy completa de la antigua vida isleña. Es al amanecer cuando estas construcciones reflejan su mejor luz: las aspas recortadas contra el cielo, los colores suaves del campo y esa atmósfera tranquila que hace que cada foto parezca pensada para tu feed.     Molino de viento en Sant Francesc (Formentera)   6. La cala escondida que todos sueñan Cala Varques (Mallorca) Hay calas que parecen creadas para una imagen única y Cala Varques es uno de esos lugares que quedarán en tu memoria. Alejada de urbanizaciones y del bullicioso ruido, protegida por un bosque y flanqueada por acantilados, esta playa virgen situada en la costa este de Mallorca (Manacor) conserva su esencia más salvaje. Los visitantes no encontrarán chiringuitos, tampoco hamacas o caminos asfaltados, solo un paisaje natural para tu deleite a media hora de caminata entre pinos y tierra rojiza. Una vez allí, quedarás atrapado por la belleza de un entorno irrepetible. Con aproximadamente 70 metros de longitud y 50 metros de anchura, esta playa de arena blanca y aguas cristalinas está rodeada de acantilados bajos y un frondoso bosque de pinos, lo que le confiere un entorno natural y aislado. Puedes capturarla desde la arena, buscando encuadres íntimos entre pinos y rocas; desde el mar, accediendo en barco para obtener panorámicas únicas del litoral; o incluso a vista de dron, donde la cala revela toda su geometría natural y su contraste de colores.   7. Un salto al vacío y al horizonte Pont d’en Gil (Menorca) En la costa oeste de Menorca, cerca de Ciutadella, se encuentra esta formación rocosa que parece trazada con escuadra y compás. Un arco natural de piedra caliza que se precipita sobre el mar como si fuera una pasarela secreta hacia el infinito. El lugar ha ganado popularidad entre los que buscan atardeceres menos convencionales. Los últimos rayos de sol se cuelan bajo el arco y tiñen el agua de reflejos dorados. Accesible en coche y luego a pie, también se puede explorar en kayak. Un rincón perfecto para los que quieren sorprender a sus seguidores.   8. El Caribe sin pasaporte Playa de Ses Illetes (Formentera) Ses Illetes es una de esas playas que no necesita filtros. Arena fina y blanca, aguas de color turquesa y una lengua de tierra que parece flotar entre dos mares. No en vano es considerada entre las mejores playas del mundo. Está situada en el Parque Natural de Ses Salines, y su acceso está regulado para proteger el entorno. Lo ideal es llegar en bicicleta o a pie desde el puerto de La Savina. El paseo es, sin duda, parte de la experiencia. Desde el extremo de la playa, se pueden tomar fotos que parecen montajes: horizonte azul, barquitos dispersos y el islote de Espalmador de fondo.     Playas de Ses Illetes (Formentera)     9. Belleza de piedra y silencio Valldemossa (Mallorca) El alma de la sierra de Tramuntana es Valldemossa. Este pequeño pueblo mallorquín, de piedra dorada y calles empedradas, es pura poesía arquitectónica. Sus fachadas adornadas con macetas y azulejos devocionales, las persianas verdes, las puertas robustas y los tejados de teja antigua conforman un escenario que atrapa. Valldemossa fue refugio de artistas, escritores y músicos como Frédéric Chopin, George Sand, Rubén Darío, Unamuno y Azorín, y su legado aún resuena entre los muros de su Cartuja, mandada construir por el rey Sancho I en el siglo XIII. Para los fotógrafos, el momento mágico llega con las primeras luces de la mañana o justo antes del anochecer, cuando el pueblo se vacía y recupera la calma.     10. El fin del mundo balear Faro de Cap de Barbaria (Formentera) En el sur de Formentera, la carretera se estrecha hasta convertirse en una línea que se pierde en el horizonte. Al final, sobre un promontorio que cae al mar, se levanta el faro de Cap de Barbaria. El camino es tan fotogénico como el faro mismo: una recta flanqueada por campos secos, muros de piedra y silencio. Al atardecer, la luz lo cambia todo: el cielo se llena de color, los contornos se suavizan y cada ángulo pide una instantánea. Es uno de esos momentos en los que solo tienes que apretar el botón de la cámara de tu móvil y dejar que el paisaje haga el resto.     Faro de Cap de Barbaria (Formentera)  


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