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Travesía hacia Melilla
Por Ignacio Sánchez | Periodista |
Con los nervios de cada viaje que empieza en el estómago, la sirena del Dénia Ciutat Creativa se despide de Málaga. La Farola, La Alcazaba y la noria marcan el perfil de la capital de la Costa del Sol mientras el ferry se adentra con suavidad en la oscuridad. La despedida es menos despedida desde cubierta, donde la brisa marina refresca la noche, mientras se piensa con ilusión en el destino y, también, en la cena que espera en el restaurante a bordo La Almadraba. Antes de todo ello, el coche queda en la bodega, donde también se encuentra un lugar especial para que las mascotas puedan viajar con todas las comodidades. Pero el diligente embarque del barco de Baleària que une Málaga con Melilla casi todos los días de la semana viene también acompañado de un sabroso té con dulces árabes. Es el perfecto aperitivo para, tras un diligente paso por recepción, acomodarse en el camarote, dejar el equipaje y, por qué no, pasear entre las cómodas instalaciones del barco. Un paseo que, sin duda, lleva hasta la cubierta para ver alejarse Málaga. El comedor es el mejor lugar para el primer tramo del viaje saboreando alguna de las propuestas del menú. Una rica y completa ensalada con espárragos y aguacate es una de las sanas opciones para arrancar la cena, que puede continuar con alguno de los platos principales a base de pescado, cordero, pollo o diferentes sopas. Una mousse de vainilla o una tarta de chocolate dan el toque dulce final. El viaje pasa en un abrir y cerrar de ojos hasta que, poco antes de las seis de la mañana, la tripulación avisa de la pronta llegada al destino. Aún no ha amanecido, pero el faro de Melilla avisa de la cercanía de la Ciudad Autónoma, que espera soñolienta el desembarco del pasaje. Eso sí, merece mucho la pena pasar antes por la cafetería La Gamba Roja para disfrutar de un completo desayuno continental a bordo del ferry: nada mejor para arrancar la jornada con energía para adentrarse en las callejuelas de Melilla La Vieja, recorrer el Triángulo de Oro modernista o acercarse hasta alguna de sus estupendas playas. Tras la estancia en Melilla, no es fácil decirle adiós a un lugar tan especial. Junto al puerto, la ciudad vieja se asoma en su extremo norte como queriendo subir a bordo del Dénia Ciutat Creativa mientras éste maniobra tranquilo, con calma, para salir de puerto mientras el pasaje se acomoda. Las murallas y baluartes se van haciendo pequeñas mientras el ferry bordea la costa marroquí hasta que, decidido, se adentra en el Mediterráneo en dirección a Málaga. Las gaviotas entonces vuelan junto a la gran chimenea del bote recordando que la tierra aún está cerca. Pronto dejan de verse y el mar parece infinito. En el horizonte el agua se confunde con el cielo. Y parece imposible establecer los límites del Mediterráneo. Pero desde cubierta eso es lo de menos. Más aún disfrutando de un refresco, una cerveza, un café o un vino en el Bar Marina Alta, semejante a un chiringuito pero con la ventaja de que se desliza suavemente por un mar en el que, a veces, pasa algún que otro buque mercante o portacontenedores en la lejanía. Es el momento de acercarse al restaurante y saborear el rico menú del día que prepara Adel, chef tangerino, con sabiduría y mimo. Pescado, cordero, cous cous, sopas y ricos postres conforman una completa propuesta ideal para acomodarse posteriormente en el camarote o las butacas y dejarse llevar por el sueño. Las siestas a bordo de este ferry son más que un descanso. La cafetería La Gamba Roja es el lugar para los menos soñolientos. Un buen café acompañado por algún dulce (xuxos, donuts, tarta de queso y fresas, muffins de chocolate) es el perfecto para acomodarse en el lobby bar y disfrutar de la película que se ofrece en sus diversas pantallas. Otra opción es hacerse con alguna de las tarjetas wifi que se ofrecen en recepción y navegar por el océano de información que ofrece internet. Los viajeros más peques también tienen su lugar en el Dénia Ciudad Creativa. En una sala específica para ellos, pueden encontrar mesas para sentarse y dibujar, un mini futbolín y otros juegos con los que divertirse aún más en la travesía. Y sus padres pueden aprovechar para acercarse a la tienda a bordo para encontrar multitud de productos a precios más que apetitosos. Unos y otros disfrutan cuando los delfines juguetean alrededor del ferry. Pequeños grupos siempre se dejan ver a pocos metros del barco, al que parecen querer saludar. Y, siempre, sonriendo para las fotos y vídeos que los pasajeros toman, sorprendidos ante la agilidad, cabriolas y saltos con los que estos mamíferos marinos celebran la visita. Y, entre unas cosas y otras, el sol va cayendo, los colores del horizonte cambian y, de pronto, las primeras luces aparecen en el horizonte. Son primero minúsculas hasta que, poco a poco, se empiezan a ver nítidamente. Las gaviotas vuelven a aparecer y Málaga saluda desde lejos. El destino final se acerca y la tripulación lo deja todo listo para un desembarco rápido y eficaz. El viaje acaba y las ganas de volver prometen repetir. El ferry espera ya al próximo viaje. Ignacio Sánchez | Periodista
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